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Filósofo de las causas sociales
Adiós a Luis Villoro

Murió a los 91 años el autor de Los grandes momentos del indigenismo en México

Se desvaneció y ya no recobró el conocimiento, informó su viuda

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Luis Villoro Toranzo recibió el 4 de enero de 2009 un reconocimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que le entregaron las niñas Lupita y Toñita durante el primer Festival Mundial de la Digna Rabia, celebrado en San Cristóbal de Las Casas, ChiapasFoto Moysés Zúñiga Santiago
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Luis Villoro, Federico Álvarez y Adolfo Sánchez Vázquez durante un coloquio realizado en la UAM en octubre de 2002Foto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Jueves 6 de marzo de 2014, p. 2

El filósofo mexicano Luis Villoro Toranzo falleció ayer por la tarde a los 91 años. Sus restos fueron velados anoche en la agencia Gayosso de Félix Cuevas. El maestro se desvaneció alrededor de las 13 horas y ya no recobró el conocimiento, señaló Fernanda Navarro de Villoro, su esposa, en breve entrevista telefónica con La Jornada.

Luis Villoro, colaborador de esta casa editorial, nació en Barcelona el 3 de noviembre de 1922. La última de sus apariciones en público fue en la ceremonia de ingreso de su hijo, el escritor Juan Villoro, a El Colegio Nacional, el pasado 25 de febrero.

Comprometido con la izquierda y activista social, fue uno de 23 ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes que enviaron una carta a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la que anunciaron su intención de impugnar el decreto de la reforma energética por violaciones graves al procedimiento con que se aprobó. Su firma estaba al lado de las de José Emilio Pacheco, Hugo Gutiérrez Vega, Fernando del Paso y Vicente Rojo, entre otros.

Es considerado uno de los pensadores más importantes de México y del mundo de habla hispana. Entre sus obras se encuentran Estado plural, pluralidad de culturas, De la libertad a la comunidad, La significación del silencio y El poder y el valor: fundamentos de una ética política, magna obra en torno al quehacer filosófico en América Latina.

Uno de los temas sobre los que filosofaba era la política y la acción social, y entre ellos el asunto de la división de las izquierdas, sobre todo entre la partidaria y la no institucional, como la que representa el zapatismo.

Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e hizo estudios de posgrado en la Sorbona de París y en la Ludwiguniversität de Munich, en la ex República Federal Alemana.

Obtuvo los grados de maestro en filosofía por la UNAM, con mención magna cum laude, en 1949, y de doctor en filosofía por la misma universidad, con mención summa cum laude, en 1963.

En 1978 preguntaba ¿para qué la filosofía?, y respondía: Todo progreso, toda liberación implica ruptura. La actividad filosófica es el tábano de la conformidad ideológica. Impide la tranquila complacencia en las creencias aceptadas, reniega de la satisfacción de sí mismo en las convicciones reiteradas. Con ello, da testimonio perpetuo de la posibilidad de liberación de la razón.

En una conferencia en abril de 2009, Villoro expresó que la izquierda actual no puede menos que ser un movimiento múltiple, heterogéneo. No hay una clase, un sector privilegiado en la disidencia. No hay una vanguardia revolucionaria, como pensaba el marxismo.

Y luego de preguntarse en qué podría basarse la acción unitaria de un posible contrapoder generado desde la sociedad y en oposición al poder, el filósofo agregó:

Pese a su diversidad, todos los grupos dominados comparten en medidas distintas un interés común: liberarse de su estado de dominación, tener un proyecto de una sociedad otra, emancipada.

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Pablo González Casanova, Luis Villoro y Gilberto López y Rivas antes de la presentación de la iniciativa Cocopa en la Cámara de Diputados, en febrero de 2002. Sentada, la indígena Marcelina CastilloFoto Carlos Ramos Mamahua

Siempre estuvo ligado a la UNAM, como catedrático y funcionario: fue secretario de la rectoría en 1961-1962 y luego ejerció otros cargos administrativos en esa universidad y en otras instituciones como la Autónoma Metropolitana y la Escuela Nacional de Maestros.

Otros libros de Villoro son Creer, saber, conocer, El concepto de ideología y otros ensayos, El pensamiento moderno: filosofía del Renacimiento y En México, entre libros: pensadores mexicanos del siglo XX.

Obtuvo reconocimientos y premios como el Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía (1986), el Universidad Nacional en Investigación en Humanidades (1989) y el Juchimán de Plata en Ciencia y Tecnología (1999).

Fue embajador y delegado de México ante la Unesco (1983-1987) y en 1989 fue nombrado investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. También, presidente de la Asociación Filosófica de México (1980-1981) y miembro del Consejo Académico de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

En su ficha de El Colegio Nacional se destaca que perteneció al grupo Hiperión, dedicado al estudio del ser del mexicano, uno de cuyos mayores trabajos fue Los grandes momentos del indigenismo en México, donde estudia la historia de las ideas que llevaron a la revolución de Independencia.

De este colegio comenzó a formar parte el 14 de noviembre de 1978, y su discurso de ingreso se tituló Filosofía y dominación, en el que, además de preguntarse ¿para qué la filosofía? y dar la respuesta citada, Luis Villoro abrió el abanico de la reflexión con otras interrogantes que bien podrían hacerse hoy, más de tres décadas después, cuando él, ya fallecido, está más vivo que nunca:

“¿Y no es ahora más necesario que nunca ese pensamiento de ruptura, en esta época de pensamiento homogeneizado, reducido a lugares comunes, enlatado, consumido en grandes cantidades, en esta época de pensamiento manipulado, servicial, fascinado por la fuerza y el poder, en esta época, en suma, en que la razón parece haber sido domesticada por el afán de ganancia y de dominio? Si la ideología nace de la necesidad de seguridad e integración sociales, la filosofía satisface una necesidad de autenticidad y libertad. ¿No está ahora más viva que nunca esa necesidad? ¿No requerimos con urgencia aprender a asombrarnos de nuevo ante las opiniones que, por ‘obvias’, se nos quieren inculcar, aprender a poner en cuestión de nuevo todos los mitos con que nos han adormecido, recuperar la precisión y veracidad de los conceptos bajo los disfraces gastados de los discursos en uso?”