La muestra La divina proporción concluirá el día 28 en el Museo Nacional de San Carlos
La exposición compendia el quehacer de quien cambió el concepto de hacer libros y de su amigo el fotógrafo Massimo Listri
El fundador de la revista FMR inaugurará su gran laberinto en 2015
Jueves 6 de marzo de 2014, p. 4
Florencia, 5 de marzo.
La divina proporción es una exposición que se presenta en el Museo Nacional de San Carlos, en la ciudad de México.
El 28 de marzo concluirá en el recinto de Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera y luego se montará en el Centro Cultural Santo Domingo de Oaxaca y en el Museo Regional de Guadalajara. La curaduría es de Giorgio Antei, quien escribió el texto del catálogo de la muestra.
Aunque pomposo, el título compendia la base cultural y estética que sustenta el quehacer de dos personajes de fama internacional, protagonistas de la muestra: el editor Franco Maria Ricci y el fotógrafo Massimo Listri, cuyo talento se unió en la célebre revista FMR desde sus inicios: del número 0 de diciembre de 1981 hasta el 62 de 2004.
El título retoma ya sea las siglas de su fundador, como también el juego de palabras que en francés se pronuncia éphémère: efímero.
Aunque diferentes, ambos mantienen una actitud estética y mirada profesional a la calidad impecable, a la armonía, a la belleza y al equilibrio; valores heredados de la cultura humanista del Renacimiento italiano.
FMR y Latinoamérica
La muestra introduce al público en el universo del mayor editor del mundo
según lo definió Le Figaro, una figura de culto que cambió el concepto de hacer libros y de disfrutarlos, gracias a la originalidad de los temas y a la manera de mostrarlos con el inconfundible color negro.
Para Ricci contenido y contenedor guardaban la misma importancia, el libro se convertía por tanto en objet d’art.
Tras un breve paréntesis como geólogo en Turquía y una exitosa carrera como diseñador gráfico, Ricci se convierte en editor. Su modelo y padrino
fue el tipógrafo –también de Parma– Giovanni Battista Bodoni (1740-1813), gracias al cual descubre su vocación y la importancia de la cualidad estética del libro: la reimpresión de El Manual Tipográfico de Bodoni, inaugura en 1963 su brillante actividad. El símbolo de esta admiración se expresa en el tipo de letra Bodoni que Ricci adoptará en todas sus ediciones, además de ser coleccionista de su obra editorial que conserva casi en su totalidad.
Ricci empleó el talento de los mayores intelectuales y creativos de su tiempo, abarcando temas y autores que superaron el límite europeo. Gracias a esta apertura, Latinoamérica cubrió un lugar especial en sus publicaciones. Para él colaboraron Octavio Paz, Luis González y González, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, a quien Ricci no sólo admiraba y estimaba sino le encomendaría por un decenio –desde 1975– la dirección de la colección de libros la Biblioteca de Babel formada por 33 títulos, seleccionados e introducidos por Borges, exceptuando tres como autor.
Junto a ellos Guillermo Tovar de Teresa –a quien se debe la idea de la actual exposición y el préstamo de volúmenes–, quien además de colaborador fue amigo, publicó uno de sus textos más famosos Repertorio de artistas en México, cuya edición estuvo a cargo de Ricci.
Sobre México hay monogra-fías, artículos y portadas esparcidas en las colecciones de la editorial, como las Guías imposibles
, colección de literatura de viaje (La Nueva España, Anáhuac y Huasteca), pero también en varios números de la revista FMR, desde sus inicios: empezando por los aztecas hasta el barroco novohispano o el pintor dieciochesco Hermenegildo Bustos.
Laberinto de Fontanellato y Borges
Los libros de Ricci son hoy historia. En 2002 vendió la editorial al grupo Art’è, actualmente al borde de la quiebra. Dos años después, con la impresión del último número de FMR, concluyó definitivamente su actividad.
¿Por qué dejar una editorial en la cumbre del éxito? Porque según dijo Ricci entonces: “Hay que evitar ser patéticos. A los 65 años, uno debería dejar de hacer lo que hizo toda la vida, no quería convertirme en un viejo editor”.
Agregó: “Como los grandes señores del pasado, me dedicaré a construir un jardín. Habrá ruinas y bambú; bajo su sombra nacerá un gran laberinto, una biblioteca y demás cosas superfluas. Así como hasta este momento tuve a Bodoni como maestro, ahora tendré al príncipe de Ligne. A quien me pregunte por qué, le responderé con Voltaire: Laissez-moi cultiver mon jardin”.
Ricci se retira de la vida pública y organiza un espacio que desafía la vanitas, cristalizando su infatigable actividad en su mansión de Fontanellato en las afueras de Parma. Aquí construye desde hace un decenio el laberinto más grande del mundo, que inaugurará a principios de 2015, formado por 120 mil plantas de bambú, con un trayecto de tres kilómetros y 300 metros por cada lado.
El visitante encontrará un museo con la colección de Ricci que suma 450 obras de arte, una biblioteca con todos sus libros impresos, un área para exposiciones temporales, un restaurante, una librería y una iglesia en forma de pirámide. Ésta, para Ricci, es símbolo de la trinidad católica, pero también de la masonería, de los revolucionarios, del laicismo y del misterio
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El marqués Ricci recuerda que desde niño amaba los laberintos. Sobre ellos discutí toda la vida con Ítalo Calvino, Roland Barthes y Borges; a él le obsesionaban
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