Rudeza innecesaria contra Barrales
Ebrard, omisión o mala leche
La guerra comenzó en el PRD
anuel Granados, presidente de la Comisión de Gobernación en la Asamblea Legislativa del DF, logró demostrar algo casi imposible: que en la política de la ciudad hay algo un poco peor que la Nueva Izquierda de los Chuchos, ese algo se llama Federico Döring, quien pertenece al Partido Acción Nacional y ahora actúa como empleado del propio Granados.
Hace un par de días en el Polyfórum Siqueiros, allí donde Miguel Ángel Mancera se lanzó a la carrera que lo llevó a la jefatura de Gobierno, Manuel Granados rindió, ante actores de la llamada lucha libre
, algunas estrellas de la farándula, y una buena parte de la clase política
del DF, algo que pretendió ser un informe de labores, pero que sirvió nada más para lanzar un ataque en contra de la legislatura pasada, o más claramente, en contra de Alejandra Barrales, quien presidía la comisión que hoy encabeza Granados.
La senadora, sentada en la segunda fila de los invitados especiales
, aguantó candela, y al término del acto salió rápidamente del lugar para evitar las entrevistas que ya se estaban preparando a las afueras del Polyfórum, y, desde luego, responder a la agresión que, hay quien dice, preparó el propio Doring. Cosa de saber hacer política, aseguran que comentó la senadora entre los suyos.
Lo que todos se preguntaban era: ¿para qué la invitaron si se le iban a ir encima? Rudeza innecesaria, comentaban otros, pero nadie, así parecía cuando menos ese día, a esas horas y en ese lugar, festejaba o justificaba el ataque. No que los hechos puedan justificar las acciones de Barrales, más bien es el modito
, advertían otros que no daban crédito al asunto.
Pero no fue todo, allí, en primera fila, prácticamente al centro del sillerío, a un lado del maestro Bernardo Bátiz, quien asistió en representación de Andrés Manuel López Obrador, el ex jefe de Gobierno Marcelo Ebrard oyó cómo se nombraba a todos y cada uno de los invitados cinco estrellas. La lista de los nombres terminó sin que se escuchara el nombre de Ebrard, en lo que más que una omisión, parecía mala leche
.
Después, en la lectura de la segunda lista de invitados, por fin se pronunció el nombre de Marcelo, y el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, lo señaló, digamos que con deferencia –aunque nunca se llegó al esperado momento en el que ambos chocaran las manos–, y luego inició un discurso en el que elogió la labor de Granados al frente la ALDF. Para algunos exagerados, destapó a Manuel Granados como su sucesor, pero otros se preguntaban, sin dejar de rascarse la cabeza o de frotarse las manos: ¿Será exageración?
Y es que el encuentro seguramente hubiera causado la envidia de los norcoreanos en su adoración por Kim Il-sung, o hubiera exhibido a los vietnamitas en su ciega inclinación hacia Ho Chi Minh como simples profanos, después de escuchar y ver, en pantallas gigantes de televisión, los elogios con que los de la derecha verde, azul y tricolor, además de los de izquierda, describieron el trabajo de Manuel Granados, que no obstante todo se sentía alegre, juguetón y lo mismo charlaba con la prensa que se tomaba un foto con El Santo, o lanzaba sonrisas y saludos a diestra y siniestra.
Al final del acto sólo quedó una cosa clara: la guerra ya empezó.
De pasadita
Hay quien asegura que el mismo martes por la noche, allá en los rumbos de la colonia Condesa, se vio al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, arribar al lugar donde Marcelo Ebrard ha tenido sus oficinas. No hay confirmación de las partes respecto de una reunión entre ambos personajes, pero si la especie fuera cierta, tal vez se estaría frente a un acuerdo que permitiera, por ejemplo, que en las elecciones que vienen en el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas se haga cargo de la desprestigiada presidencia de ese organismo. Ojalá y por ahí vayan las cosas.