Rosa levanta los brazos y sujeta con fuerza el mecate. En forma casi mecánica va pasando una mano por delante de la otra, haciendo que la trajinera se desplace lentamente por el viaducto que conecta una chinampa con otra.

Ella vive con sus dos hijos y su esposo en la parte pobre de Barrio 18, delegación Xochimilco, en una cabaña de madera de no más de cuatro metros, y paga 300 pesos de renta al mes. A unos tres metros de ésta se encuentra una fosa séptica. No tiene drenaje.

Todos los días, Rosa tiene que conducir la trajinera para llevar a sus hijos Bryan, de ocho años, e Itzel, de cinco, a la escuela hasta el embarcadero de Cuemanco, y luego caminar alrededor de una hora. Una vez mi niña se cayó al agua; estuvo 15 días internada en el Hospital Infantil, tomó agua y se le fue a los pulmones, recuerda.

Unos metros más adelante, sus vecinas pagan de 400 a 600 pesos de renta. Y sólo es por el suelo, porque la cabaña es nuestra, comenta Lucía.

En otro extremo se encuentra Ayeca. Al descender de la trajinera se camina por una vereda de tierra. A los costados, las casas de dos pisos de ladrillo sobresalen de las construidas con pedazos de madera o de las que están a medio terminar.

Mi esposo se fue a trabajar a Estados Unidos; me mandaba dinero para ir haciendo la casa, pero dejó de mandar, y ya no se terminó, responde María, mientras hace fila para recibir una despensa.

Alejandra, de 18 años de edad, tiene dos niños. Su esposo trabaja en una bicitaxi; para ayudarlo a veces vende gelatinas. Viven en un cuarto.

Valeria, de 25 años, es madre soltera. Tiene tres hijos y vive en la casa de sus papás. Su mamá, Ana Graciela, trabaja en San Pedro Mártir. Hago el quehacer en casas, me pagan 300 pesos por día, pero sólo voy dos veces a la semana. Gasto 30 pesos en pasajes, y eso que camino como 20 minutos.

Para salir de Ayeca tienen que pagar en la trajinera de uno a cinco pesos, dependiendo de lo que lleven y las personas que sean.