a semana pasada se realizó en Toluca, estado de México, una reunión trilateral con la participación del primer ministro de Canadá y los presidentes de Estados Unidos y México, en la que los representantes de los tres países discutieron y llegaron a diversos acuerdos en materia económica, energética y de seguridad. Si bien los temas sanitarios no formaron parte visible de la agenda, la celebración de este encuentro invita a reflexionar sobre algunas de las características y posibles disparidades que existen en materia de salud entre estas naciones. La reunión se desarrolló en plena temporada de influenza y resulta interesante observar de manera comparativa la forma en la que ésta afecta a las poblaciones en los tres territorios. La comparación resulta importante además porque en 2009 fue precisamente en la región de Norteamérica en la que el mundo tuvo las primeras noticias sobre un nuevo agente, el virus A/H1N1, causante de la primera pandemia del siglo.
Si bien los casos de influenza están hoy a la baja en toda Norteamérica después de un pico en el número de personas enfermas en la última semana de 2013 y las dos primeras semanas de 2014, se observan diferencias importantes en los tres países. La primera tiene que ver con el agente, pues en Canadá las pruebas de laboratorio muestran la presencia del A/H1N1 en 52 por ciento de los casos de influenza; en Estados Unidos este virus representa 61 por ciento, y en México 79 por ciento. Lo anterior muestra que el agente mencionado tiene una participación comparativamente mayor en el desarrollo de esta enfermedad en nuestro país que en las otras dos naciones (los datos corresponden a la temporada de influenza tal como la define cada país).
Hay otras singularidades. El comportamiento de los casos de influenza en Canadá y Estados Unidos no es significativamente distinto respecto a lo que ocurrió en la temporada inmediata anterior, mientras en México lo sucedido este año (4 mil 403 casos confirmados por A/H1N1 y 537 muertes al 20 de febrero) supera con mucho el panorama de 2013 (mil 840 enfermos y 252 defunciones por el A/H1N1).
Si bien el número de casos de influenza puede ser mayor en términos absolutos en Canadá y Estados Unidos que en México, los efectos de esta enfermedad son mucho más graves en nuestro país, y tenemos una vulnerabilidad relativamente más alta los mexicanos que nuestros socios comerciales. La mortalidad a causa del A/H1N1 en nuestro territorio es más alta en números absolutos: Canadá 77 muertes, Estados Unidos 348 y México 537 (en la temporada de influenza 2013-2014). Lo mismo se observa en términos relativos al calcular las tasas de mortalidad por 100 mil habitantes: Canadá 0.2, Estados Unidos 0.1 y México 0.5.
Otra diferencia importante es cómo reportan y hacen públicos los datos relativos a esta enfermedad las agencias de salud de cada nación. Por ejemplo, en sus reportes semanales, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos realizan un seguimiento riguroso de las hospitalizaciones, un parámetro de gran importancia para evaluar el comportamiento y la gravedad de una enfermedad. En Canadá también se da a conocer semanalmente la evolución de las hospitalizaciones y la Agencia de Salud Pública de ese país aporta también un dato muy interesante: las personas hospitalizadas o fallecidas que fueron vacunadas, con lo cual se tiene a la vista nada menos que la efectividad de las vacunas… En México estos datos permanecen en secreto.
No se trata de autodenigrarnos, sino de entender cuáles son las causas de estas disparidades. No se justifica, a mi juicio, ocultarse tras el paraguas del subdesarrollo. Hay detrás de todo esto interrogantes que deben responderse con argumentos médicos y científicos, campos en los cuales México debería asumirse como una potencia en el área de la salud, pues tiene con qué hacerlo.
Una nota final:
En la versión de Internet de mi artículo titulado Influenza 2014
(La Jornada/6/2/2014), se agregaron al final dos comentarios anónimos o semi-anónimos (que para el caso es lo mismo) firmados por tesa
y R. Paredes
, que en un tono desmesurado (especialmente el segundo) objetan partes de mi texto. No acostumbro responder a este tipo de comentarios, pero en este caso lo creo necesario, pues se me acusa de crear alarma en la población en relación con la enfermedad provocada por el virus A/H1N1, y de dar datos incorrectos al comparar los efectos de esta patología entre México y Canadá.
Examinar abiertamente las características de una enfermedad que nos afecta desde 2009 no tiene la intención de crear alarma, sino aportar y discutir elementos para que la población pueda actuar de manera informada en el cuidado de su salud. Ocultar información es característica de los regímenes autoritarios o muy inseguros. Es parte de una concepción ya superada en la medicina de no decir al enfermo qué es lo que tiene, en lugar de convocarlo a participar conscientemente en la prevención y tratamiento de sus enfermedades.
Sobre la comparación con Canadá, en aquel texto pretendo ilustrar que en México los efectos adversos del A/H1N1 son mayores que en otras naciones del hemisferio norte, en particular con ese país. Según mis detractores, mis apreciaciones son incorrectas, pues debería considerar datos relativos como el número de enfermos y muertes por 100 mil habitantes, y llegan a decir que la mortalidad provocada por el A/H1N1 en Canadá ¡es mayor que en México! Como acabamos de ver no es así.
Yo les sugiero a los autores de esas diatribas que hagan bien sus cuentas de lo contrario alguien podría pensar que se trata de epidemiólogos de pacotilla, que actúan por su propia iniciativa… o guiados por funcionarios de la misma clase.