El Congreso del Trabajo (CT) se encuentra en crisis de sus funciones históricas y es inoperante como interlocutor del sector obrero, además de que se ha limitado a perpetuar dirigentes y buscar senadurías y diputaciones, como cuotas de poder político.

No obstante, este gremio prepara la elección –a mano alzada– para designar al nuevo presidente de esta central, y en este proceso contenderán Humberto Ojeda (vicepresidente actual), y Amado Monroy, diputado federal por el estado de México.

Sin embargo, no se descarta que pudiera repetir en la dirigencia del CT el líder ferrocarrilero Víctor Flores, quien, según fuentes cercanas a la organización, ha pagado o financiado en los años recientes parte de la operación de la central.

Información interna del CT señala que el proceso electoral se llevará a cabo a puertas cerradas el próximo 18 de febrero, día en que están citados los dirigentes que integran la organización, para llevar a cabo un sui generis proceso en el que la cúpula se manifiesta por un integrante y los demás tienen que realizar una votación económica alzando la mano.

Las mismas fuentes revelaron que esta central ha enfrentado problemas económicos, por la disminución de los aportes sindicales. Refieren, incluso, que parte de esta situación se resolvió en el inicio de los gobiernos del PAN, porque el entonces secretario del Trabajo Carlos Abascal operó para resolver diversas deudas fiscales que tenía la central.

Se comenta que a través de la Comisión Mixta de Protección al Salario (Conampros) el gobierno federal da apoyo al CT, y que hasta trabajadores de la central son pagados con fondos públicos.

Max Ortega, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, realizó un análisis titulado Congreso del Trabajo, relección y conflicto, sobre la historia y las diversas fracturas del mismo.

El documento apunta que la central que agrupa sindicatos, federaciones y confederaciones de ramas productivas y sectores de servicios básicos, ha registrado en los años recientes divisiones, problemas financieros y una crisis de sus funciones históricas.

Refiere que esta central también ha tenido una gradual disminución del consenso y la legitimidad del dominio y control de las dirigencias sindicales asociadas al poder del Estado; ha sido desplazada de las decisiones de valor de la fuerza de trabajo, es decir, los salarios y sus incrementos, y ha resentido la pérdida paulatina del control político-electoral del sector obrero. Ahora anda rescatando diputaciones y senadurías.

La crisis del CT en el foxismo tuvo su origen en su más completo sometimiento a las políticas económicas y laborales que se impuso a los trabajadores, indica.

Se ha convertido, añade, en un muerto insepulto, utilizado sólo para fines personales, lo que lo ha alejado de la lucha obrera.