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Hugo Gutiérrez Vega cumple 80 años: vine a dar lata un 11 de febrero de 1934

Estoy refugiado en la prosa, pero en secreto escribo un poemario

El director de La Jornada Semanal recibirá homenajes en Jalisco, Yucatán y el Distrito Federal

La esperanza es bastante loca, como la imaginación, que es la loca de la casa, dice en entrevista

La huesuda la trae contra los poetas, pero ya podría dedicarse a segar diputados, bromea

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Los versos que uno ama se los sabe de memoria, solitos se quedan estampados en el alma, dice Gutiérrez Vega. El poeta, en imagen del pasado diciembre, en su oficina del suplemento La Jornada SemanalFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Martes 11 de febrero de 2014, p. 4

En la biografía de Hugo Gutiérrez Vega existen dos fechas de nacimiento: 11 y 20 de febrero de 1934, en Guadalajara. Vine a dar lata un 11 de febrero, es la fecha real. La del 20 es porque ese día me registraron, es la jurídica.

Así se termina la confusión: el poeta cumple 80 años este martes y en unos días recibirá homenajes en Guadalajara, Yucatán y el Distrito Federal: en la Cátedra que lleva su nombre en la Universidad de Guadalajara, en la Feria de la Lectura de Yucatán y en la Feria Internacional del Palacio de Minería, respectivamente.

Estas ocho décadas se festejan con dificultad, pero uno piensa en lo que decía con toda razón Bernard Shaw, que a los 80 años hay dos posibilidades: estar fastidiado por enfermedades y tonterías o estar muerto. De momento, como son menores mis calamidades, pues aguanto y de alguna manera cultivo con dificultades y escepticismo la virtud de la esperanza.

Mantener o cultivar esa esperanza no es fácil, dice en entrevista. “Es muy difícil porque constantemente la realidad la frustra, la ataca, la violenta. Creo que de las virtudes teologales –la fe, la esperanza y la caridad– la más dura de alcanzar es la esperanza. La fe, la gente que la tiene es un don, una gracia; la caridad es una obligación: es la fraternidad para el pensamiento marxista y la caridad para el pensamiento cristiano. Pero la esperanza quién sabe qué sea, es bastante loca, es como la imaginación que es la loca de la casa, como decía Santa Teresa. La esperanza es la más loca de las virtudes”.

Desesperación sin drama

Dice Gutiérrez Vega, galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013: “No tenía presupuestado llegar a los 80 años. Pensaba que me iba a ir mucho antes, como se han ido la mayor parte de mis amigos, aunque todavía tengo amigos mayores que yo. Se me acaba de morir Juan Gelman, José Emilio (Pacheco) era más chico que yo. Hace poco me encontré a Eduardo Lizalde, estuvimos juntos en el homenaje a Bonifaz Nuño, quien murió el año pasado, y me dijo: ‘Cuidado Hugo, este año la huesuda la trae contra los poetas’. Y eso es cierto, murió Mariano Flores Castro, está enfermo Ernesto Flores en Guadalajara, enfermo de gravedad. Parece ser que la muerte la trae contra nosotros. Ya podría dedicarse a segar diputados o a otros”, dice entre risas.

–¿Piensa en la muerte?

–Sí. Pero más que nada me preocupa la muerte de los otros, de la gente querida. Decía, con toda razón Gabriel Marcel: decirle a alguien yo te amo, significa: tú no debes morir. En un libro mío tengo un epígrafe de una canción cubana que dice: pensar que llegar a quererte es creer que la muerte se pudiera evitar. La canción se llama Total y la canta admirablemente Celio González. En eso se juntan el existencialista francés y el compositor cubano. Aquí entre nos, me parece más feliz la frase del cubano.

“Lo que realmente duele es la muerte de los otros. La muerte particular se viene, no queda otra más que como decía Thoreau, una quiet desperation, una desesperación sin drama, agachar la cabeza y que venga lo que venga”.

Don Hugo, quien entre muchísimas cosas ha sido actor y diplomático, escribe todos los días: “La prosa la escribo diario, tengo obligaciones semanales con mi columna en La Jornada Semanal, y que después se junta con otras y salen los libros, por cierto algunos de ellos muy groseros porque se te caen en un pie y te lo fracturan. De momento estoy refugiado en la prosa, aunque secretamente trabajo en un libro de poemas, que espero sea algo así como mi testamento, nada solemne, una despedida humilde de elefante que regresa a su tierra. El regreso al país natal, como decía Áime Césaire, el poeta antillano, y regreso humilde, discreto como los elefantes, que sin demasiado ruido regresan a su cementerio, se acuestan y se duermen y se mueren”.

Esa idea de retorno, “no es triste ni macabra. La muerte forma parte de la vida y de alguna manera la filosofía nos enseña a morir. He procurado en lo últimos años tener lo que los ingleses llaman philosophic mind, además tengo siempre el consuelo de lo que pasó, de lo que ha sucedido con mi vida.

“Un poema de William Wordsworth es emblemático de esta forma de pensar: ‘Aunque nada pudiera devolverme las horas de esplendor en la hierba y de gloria en la flor, no habré de entristecerme y hallaré fuerzas en lo que aún queda, en aquel primer amor que habiendo sido, lo será ya siempre’”.

Recita de memoria, en parte por su paso por el teatro, pero sobre todo porque los versos que uno ama se los sabe de memoria. Solitos se quedan estampados en el alma y la memoria.

Comenzó a leer a los siete años. Imposible saber cuántos libros ha leído. “A los siete años comencé a leer compulsivamente, incluso mis familiares eran charros de Jalisco, de Los Altos y mientras ellos practicaban suertes charras, yo estaba sentado leyendo o metido abajo de la cama. Ellos pensaban que la lectura era sospechosa. Comencé a escribir a los 18 años, pero me sigue gustando más leer que escribir.

Desde el principio escribí poesía, creo que por admiración a poetas, como Francisco González León, Placencia, López Velarde y luego los de la generación del 27 y los ingleses, la poesía iluminó desde el principio. También escribí teatro, unos dramas en verso de siete actos o algo por el estilo, de capa y espada, que afortunadamente se perdieron en un cambio de casa.