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A la mitad del foro

El que las descalifique será... soberano

N

o se trata del trabalenguas del arzobispo de Constantinopla. No son estos días propicios al desencuentro que alguna vez nos llevara a desamortizar bienes eclesiásticos y establecer el registro civil. Tan cuestionado por los adversarios del matrimonio de parejas del mismo sexo; tan lamentablemente olvidado por gobiernos que defienden usos y costumbres, pero dejan sin registro los nacimientos de nuestra población marginada. Miles, decenas de miles de mexicanos en el no ser, en la nada. Carentes de todo y, además, indocumentados en su propia tierra. De la cuna a la tumba clandestina cavada por la incivilidad de la autoridad civil, por su ausencia en las páginas del registro civil.

Los valores de la Iglesia han sido cuestionados y sus abusos pederastas condenados por la ONU. Pero los legionarios del señor Maciel hacen cuentas alegres del capital acumulado en el reclutamiento de criollos ricos en el país mestizo que hizo la Reforma y erigió el Estado mexicano moderno. Los pobres estarán siempre con nosotros. Los ricos multiplican sus capitales y ofrecen una vida mejor a los pobres cuando mueran. Pero el nuestro no es el reino del Señor en la Tierra, Es, por así haberse constituido, una República democrática representativa y laica. Y eso conmemoraron los tres poderes de la Unión y los tres órdenes de gobierno el 5 de febrero en Querétaro. Ahí, cerca del Cerro de las Campanas. Y ahí se innovó al incluir en el discurso presidencial la buena noticia de la buena nota dada a nuestra República por la calificadora Moody’s.

Signo inequívoco de que nos hemos integrado al mundo feliz de la globalidad, del capitalismo financiero, del flujo de dinero sin regulación de los que fueran estados rectores de la economía, hoy sujetos a la supervisión de la troika de calificadoras que aprueban o desaprueban, y de las que depende el crédito de las naciones soberanas y las tasas que han de pagar por él. Moody’s se llama la que provocó el entusiasmo del presidente Enrique Peña Nieto y alentó el optimismo de los neoconservadores, herederos de los que fueron a Miramar, hoy mal llamados neoliberales, dice Noam Chomski. Moody significa taciturno, irritable, caprichoso, nos ilustran los diccionarios ya casi nunca consultados. Pudo haber sido “Standard & Poor’s”. Ahí les dejo la tarea. Optimistas, alegres, confiados, los del poder político y los del poder fáctico, nos confesaron en Querétaro que, hoy día, representan a los instrumentos calificadores de las mismísimas bancas centrales de cuanto país o unión de naciones hay.

Los pobres en espera de que la calificación permita a los que elaboran las iniciativas de las leyes de ingresos y del gasto público reducir un poco, cuando menos un poco, el abismo de la desigualdad, el aumento de la pobreza y del hambre, la concentración de la riqueza en menos del uno por ciento de la población. Terca que es la realidad, el gozo por la calificación coincide con las notas elaboradas por el Inegi, por el Banco Central autónomo, por los que ven reducirse sus salarios, la capacidad de compra, al tiempo que suben los precios de los bienes básicos para la casa, comida y sustento de antaño. La economía nacional no creció en 2013. O casi nada, tantito así más del uno por ciento, dicen. Y el secretario de Hacienda, que cosechó laureles en la globalidad, asegura que no habrá espiral inflacionaria, que los aumentos son por una sola vez.

Taciturnos, irritables, por eso, los sobrevivientes a las tres décadas y más de crisis que fueron recurrentes y se hicieron constantes y crecientes. Algo hay que rescatar de la capacidad de concertar, de acordar, de hacer política en el sistema plural de partidos que nos dejó la alternancia y se tambalea por la vocación suicida de quienes cambian de chaqueta con tanta facilidad y se obstinan en hacer de la reforma electoral una sucesión infinita de ajustes, cambios y acomodos en busca de elecciones incontestables, de pureza virginal en el discurso, en el gasto de campañas, en el manejo del dinero público y la presencia en los medios del Ágora electrónica: sistema impecable y generador de recuerdos del porvenir. Por ejemplo, portentoso ejemplo, la reelección (insisto en escribirla con doble e) de diputados federales y senadores, sin haberse alterado el número de legisladores de representación proporcional, tan desproporcionada que hay estados con más senadores que otros en la que sigue siendo República federal.

La derecha panista reivindica la iniciativa de marras. Y asegura su dirigente, Gustavo Madero, que con la reelección podrán premiar los votantes a quienes cumplan y castigar a quienes no lo hagan. No les importa que en la Cámara de Representantes de los USA sean reelectos más de 80 por ciento de los incumbents, no por su gran atención a los votantes de sus distritos, sino porque dedican su tiempo y esfuerzos a servir a quienes financian sus campañas. La pregunta es válida en nuestra democracia formal: ¿A quién representan los representantes, los diputados al Congreso de la Unión? Conforme a las normas del poder constituido que conmemoramos el 5 de febrero, los diputados representan a toda la nación, no a sus distritos electorales. A la ignorancia supina hay que añadir el riesgo de que se impongan como representados los dueños del dinero mal habido.

Las reformas del pródigo año de 2103 sirvieron para algo más que la buena calificación de Moody’s y el reconocimiento internacional a los logros de Enrique Peña Nieto en el viejo arte de lo real y lo posible; en el quehacer político, habitual a lo largo de la historia, desde la antigüedad grecorromana hasta los prolegómenos al siglo de las luces. Y de revolución en revolución, sin excluir la nuestra, raíz del Estado moderno, del poder constituido del que surgieron las instituciones que la tecnocracia del priato tardío empezó a demoler. Treinta años en espera de la calificación de Moody’s; 12 de parálisis justificada con el calificativo de gobierno débil, porque no tenía mayoría en el Congreso el partido del Presidente en turno.

Casi ningún gobierno democrático, sea de régimen parlamentario o presidencial, dispone de esa mayoría. Y todos hacen política, integran coaliciones, concertan intereses comunes, logran acordar en lo esencial, de manera que todos alcancen lo más posible de sus proyectos. Se puede no estar de acuerdo con muchos de los cambios propuestos y de las reformas aprobadas a partir del primero de diciembre de 2012. Pero no se puede negar la validez del método, la decisión de sumar voluntades de los partidos; depositar la confianza en el oficio político de los líderes de las fracciones parlamentarias, y aplicar los reglamentos para alcanzar la mayoría y respetar el derecho a disentir desde la tribuna.

Dirán que estamos ante una sentencia del filósofo de Güemes para eludir legitimidad con el amañado recurso de invocar la legalidad. Pero lo hecho hasta ahora resiste la prueba de la Lógica Parlamentaria de Hamilton, a pesar de los conflictos desatados en el interior de PAN y PRD, mientras los del PRI se solazaban con una inesperada y, para la mayoría de ellos, desconocida razón de Estado.

A pesar de todo, hay que seguir la pauta del constituyente permanente. Andrés Manuel López Obrador acude a la Procuraduría General de la República a presentar cargos de traición a la patria contra Enrique Peña Nieto. No se suma al llamado a la unidad de la izquierda: Yo soy garantía de honradez y el voto es la fuerza del pueblo para echar del poder a los corruptos. Va de nuevo...