Recibió el galardón de literatura Efraín Huerta por su libro El arte de un día difícil
Viernes 7 de febrero de 2014, p. 5
El poeta, narrador y crítico de arte Mariano Flores Castro falleció el miércoles en la ciudad de México a los 65 años de edad a causa de un infarto.
Apenas el 15 de enero había escrito en su página de Facebook: “Tres meses después de un infarto, dos cateterismos, una cirugía a corazón abierto y una bronquitis prolongada, aquí ando curioseando mundos todavía y dándole –como diría Rimbaud– ‘buenos chascos a la locura’. ¡Ánimo, mis hedonistas, sufrir sólo empeora las cosas! Juan, tú sabes a qué me refiero”.
Su muerte conmovió al gremio cultural, en particular al círculo de poetas entre quienes era reconocido por su asidua participación en el Encuentro Internacional de Poetas del Mundo Latino, el Festival Internacional de Literatura en Tamaulipas, y en los homenajes nacionales rendidos en vida a Octavio Paz, Luis Cardoza y Aragón, Jaime Sabines, Alí Chumacero y Rubén Bonifaz Nuño, a invitación expresa de esos autores.
Flores Castro fue un incansable promotor de la cultura, agregado cultural en varios países, especialista en artes plásticas y editor de varios libros de poetas latinoamericanos en París, como Al margen, de José Emilio Pacheco, para la Colección Imaginaria (1976), de la cual fue su fundador.
Escribió dos novelas y varios libros de poesía, algunos de los cuales fueron galardonados. En 1990 recibió el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta, por decisión unánime del jurado, por su libro El arte de un día difícil.
Estudió historia en la Universidad Iberoamericana, derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y tomó cursos de filosofía en la Universidad de Friburgo, Suiza.
Dirigió el área de Artes Plásticas en el Instituto Nacional de Bellas Artes y colaboró para publicaciones como Cuadernos de Literatura, Diálogos, Diorama, El Rehilete, La Cultura en México, La Gaceta, del Fondo de Cultura Económica, La Letra y la Imagen, La Palabra y El Hombre, las revistas Nexos, Pauta, Plural, Posibilidades, de Bellas Artes, de la Universidad de Guanajuato, Mexicana de Cultura; Sábado, de Unomásuno, y Vuelta.
Parte de su obra se encuentra en libros colectivos como Tigre la sed, antología de poesía mexicana contemporánea (1950-2005), Hiperión, editado en Madrid en 2006; Ruido de sueños/ Noise of dreams. Un panorama de la nueva poesía en México: la generación 1940-1960, selección y traducción de The Tramontane group, edición bilingüe) para El Tucán de Virginia (1994), entre otros.
Su obra poética es un manantial abierto que fluye sin pudores, señalan algunos críticos.
Poema dedicado a Mutis
En su libro inédito Mirar a ciegas, se incluye este poema dedicado a Álvaro Mutis y titulado La culpa: Maneja tu culpa como un cáliz hechizado./ Maneja tu culpa como una antigua joya familiar./ Maneja tu culpa como un espacio inmune/ al perdón, a la dicha, a la libertad de cambiar./ Maneja tu culpa como una sentencia inapelable./ El poder se pierde al ocupar el trono de la culpa,/ como una guerra sucia contra uno mismo./ Admira sus delicados procedimientos, las maniobras/ perfectamente calculadas de la culpa./ Siente cómo recala, cómo encaja los colmillos/ la maldita en tu escueta biografía./ Maneja tu culpa con cautela. El movimiento/ más eficaz es aquel que nadie espera./ El mejor de los planes es el que no se conoce./ Por eso, mide bien tu culpa, investiga sus coordenadas,/ examínala como a un insecto bajo el microscopio./ Advierte que en ella hay condenas,/ aunque también redenciones a tu espera,/ argucias para sentirla un poco menos./ Pero recuerda:/ nada es suficientemente eficaz y curativo/ contra la cornucopia enferma de la culpa.