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E

n efecto, la ventana de oportunidad para la reforma migratoria en Estados Unidos se cierra con el fin de 2013. El próximo será año de elecciones para el Congreso y no hay modo de plantear un tema polémico que pueda comprometer los votos de los electores.

La reforma bipartidista propuesta por el Senado a mediados de año resultó demasiado generosa para los diputados republicanos de la casa de representantes que ni siquiera discutieron el asunto y la desecharon en su totalidad.

Pero los orígenes de la confrontación y la polarización de posiciones en torno al tema migratorio se remontan dos décadas atrás. El próximo año se cumplen 20 de la famosa e histórica Propuesta 187 que marcó el inicio de la rebelión de los estados en asuntos migratorios, que se suponía eran de competencia federal y no estatal.

Es también un hito importante en la historia política estadunidense al ser posiblemente el primer intento de utilizar el problema migratorio como eje central de una campaña política y obtener resultados positivos. A la demonización de considerarlos ilegales se sumaba la de ser carga pública y de abusar de las prestaciones sociales.

La campaña de Pete Wilson, titulada SOS (Save Our State), acusaba a los inmigrantes de ser los culpables de la crisis económica del estado de California, dado los altos costos de mantener y apoyar a los migrantes indocumentados y sus familias en servicios de salud, educación y otros programas sociales.

Como se sabe, la Propuesta 187 recibió el respaldo del voto popular, incluso muchos latinos votaron a favor, sin darse cuenta de que a mediano plazo iba a ir en contra de sus propios intereses como grupo. Pero el mismo día en que la propuesta fue aprobada por el voto popular fue neutralizada por una demanda en contra por considerarla anticonstitucional.

En efecto, la proposición 187 no prosperó por ser un asunto de competencia federal, pero la semilla de la discordia ya había dado su primeros brotes y se demostró en la práctica el potencial electoral que podía tener el tema de la migración ilegal. Si en California dio resultados, donde hay amplia población latina, con mucha mayor facilidad en otras latitudes.

Luego vendrían Tom Crancredo, diputado por Colorado, furibundo enemigo de los migrantes y muy connotado por sus declaraciones de corte racista; el sheriff Joe Arpaio, de Maricopa, Arizona, que se solaza encarcelando migrantes y les pone uniformes ridículos y humillantes; el diputado James Sensenbrenner, que propuso la reforma migratoria que criminalizaba a los migrantes y a quienes los apoyaban; la gobernadora de Arizona que gana las elecciones con su famosa ley de portación de cara, que permite a la policía preguntar por la documentación de acuerdo con una sospecha razonable.

Once millones de migrantes, de los cuales la mitad son mexicanos, tendrán que esperar varios años más para poder regularizar su situación. Entre tanto, el movimiento social de apoyo a la reforma migratoria y cientos de organizaciones han quedado entrampadas en el juego político entre demócratas y republicanos.

En dos ocasiones el voto latino fue decisivo para el triunfo demócrata. Barack Obama le debe la presidencia y la relección. Sin embargo, no ha sabido corresponder políticamente a la comunidad más allá del discurso y las buenas intenciones. Obama va a ser recordado como el gran deportador de migrantes, el que separó a cientos de miles de familias, el que persigue con saña a los migrantes por faltas menores y los considera criminales.

Las prisiones federales, en 2010, custodiaban a más de 17 mil detenidos por asuntos migratorios, de los cuales 78 por ciento son mexicanos. En promedio pasan 15 meses encarcelados y la mayoría sólo cometió la falta de cruzar la frontera de manera subrepticia o intentar por segunda o tercera vez reunirse con sus familias.

Más allá de la amargura y la desazón, el dilema se plantea en el futuro inmediato. Apoyar a los demócratas en las elecciones no ha servido de mucho. Ganar la presidencia no significa nada a la hora de plantear una reforma migratoria. Y la posibilidad de que los demócratas ganen las dos cámaras es muy remota.

En realidad no sólo el sistema migratorio está en crisis, también los mecanismos políticos que podrían dar la solución. Es el sistema político estadunidense el que está totalmente trasnochado y no permite avanzar en temas cruciales como el presupuesto, el techo de la deuda, el sistema de salud, el enredo de Guantánamo, las relaciones con Cuba, la reforma migratoria.

Ya no funciona la mecánica tradicional de ganar votos y presionar a los representantes cuando ni siquiera se pone a discusión un tema, porque es vetado a priori y no entra en la agenda de la discusión.

En realidad, para los políticos y para el país no pasa nada si se discute o no la reforma migratoria. Hay un exceso de mano de obra migrante que todavía está dispuesta a trabajar a cualquier precio. No hay presiones en determinadas áreas del mercado de trabajo y si las hubiera existen los mecanismos para atraer mano de obra con facilidad.

Para los partidos tampoco hay una amenaza en puertas. Los que apoyan la causa migrante simplemente no pueden votar por los republicanos y esto lo saben los demócratas. No hay una tercera alternativa que sea factible o políticamente redituable.

El 2014 será año de elecciones en Estados Unidos, la ventana migratoria se ha cerrado... La estrategia de dejar la reforma integral para aceptar acuerdos parciales tampoco ha dado resultado, ni siquiera se repartieron algunas migajas.

Después de 20 años de guerra antinmigrante, no se puede volver atrás fácilmente, las posiciones siguen encontradas.