parte de mi destino: Tibol
Celebrará su aniversario en el Palacio de Bellas artes
Su arduo trabajo en el periodismo cultural la ha convertido en una leyenda viva. La crítica de arte e investigadora Raquel Tibol revela en sus palabras el rigor y la pasión por el conocimiento
Lunes 9 de diciembre de 2013, p. 6
La decana de la crítica de arte en México, Raquel Tibol, cumple 90 años. Es una leyenda viva, dicen algunos. Es un roble, se maravillan otros.
En entrevista con La Jornada, quien se enfrasca en una amena y larga charla es una mujer de extraordinaria y lúcida memoria, con un puntilloso sentido del humor siempre a flor de piel, forjada a punta de arduo trabajo en el periodismo cultural. Sobre todo, sus palabras revelan el rigor y la pasión por el conocimiento.
¿Qué o quiénes engancharon a este país, a principios de los años 50 del siglo pasado, a la joven periodista nacida en Argentina el 14 de diciembre de 1923, pero que convirtió a México en su hogar?
La respuesta llega luego de un minucioso recuento de sus primeros días al lado del matrimonio Rivera-Kahlo. Tibol explica que encontró a su tribu: intelectuales de primer nivel
.
La maestra se disculpa por no recibir en su casa visitas, pues, dice, no está muy bien de salud. Pero con gusto recibe la llamada telefónica e inicia la plática a propósito de su cumpleaños y del homenaje que le rendirá el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) este miércoles 11 de diciembre en el Palacio de Bellas Artes.
No soy muy celebradora, pero 90 años son 90 años
, afirma.
–Se escucha como siempre, hecha un roble.
–Mentalmente, sí lo estoy, con ganas de trabajar, evidentemente sí, pero dice mi cardiólogo que no se atreve a ponerme un monitor holter, porque está mi cuerpo tan dañado.
No la miramos, pero al oírla podemos imaginar el fuego de sus ojos rasgados perdiéndose en el horizonte, a través de su ventana, cuando relata: Nací en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos, la Mesopotamia argentina. Mirando el mapa, del lado derecho está el río Uruguay y del izquierdo el Paraná, los cuales salen de las cataratas del Iguazú y se unen en el delta, que está en el límite con Uruguay. El pueblo donde nací es cercano a la frontera con ese país
.
Su segunda vida, ahora como mexicana, comenzó el 25 de mayo de 1953, día en el que llegó al país.
Pero empecemos por el principio
, puntualiza la entrevistada. Vine, porque Diego Rivera, a quien conocí en Chile, me invitó a organizar un congreso en México. El Congreso Continental por la Cultura se había llevado a cabo en Santiago; fue la única vez que Rivera bajó a Sudamérica. Le pusieron de acompañante a un pintor chileno del Partido Comunista, Adolfo Berchenko, malo y aburrido, y a Diego le horrorizaba la gente aburrida
.
Esa reunión, hoy legendaria, fue organizada por Pablo Neruda en abril de 1953 y contó con la participación del entonces senador Salvador Allende, Nicolás Guillén, Jorge Amado, María Rosa Oliver y Óscar Niemeyer, entre otros.
Cambio de rumbo
El periodista, escritor y dramaturgo César Tiempo, nacido en Ucrania, pero afincado en Argentina y entonces responsable de la sección cultural del diario La Prensa de Buenos Aires, mandó a la veinteañera Tibol a conseguir una entrevista con Rivera. Al verla, el artista mexicano le pidió que se sumara al grupo comandado por Berchenko que recorrería tierras chilenas, para que durante el periplo se llevara a cabo la entrevista.
De esa convivencia, surgió la propuesta de Rivera para que Tibol, como su asistente, se viniera a México a ayudarlo a organizar un encuentro similar al que había hecho Neruda.
“Cuando llegué a México –continúa la investigadora– una comitiva esperaba a Diego en el aeropuerto. Estaban ahí Emma Hurtado, su ‘casa chica’ desde 1946, prima de Eusebio Dávalos Hurtado, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, entre 1957 y 1968. Ella se pintaba el pelo de un rojo extraño; era chaparrita, parecía que no daba el ancho, pero tenía un cuerpo muy sensual. Rivera decía que, de sus esposas, la mujer con la que más se había entendido sexualmente era Emmita, como la llamábamos.
“También acudieron Ruth Rivera, hija de Diego, y Lupe Marín, y una pareja de lesbianas muy cercana a Frida, Elena Vázquez Gómez, secretaria del general Lázaro Cárdenas, y la cubana Teresa Proenza, dos mujeres muy cultas.
“En ese momento, las cuatro hicieron una especie de team aparte cuando me vieron, sin Rivera, para consultarse entre ellas y responderse: ¿a dónde va a ir Raquel? Dijeron que fuera a casa de Frida. Ahí se decidió una parte de mi destino.
“México me gustó mucho por su nivel intelectual. Caí en una tribu de intelectuales de primer nivel. En Argentina renuncié a hacer la carrera en la facultad de filosofía, porque se enseñaba latín y griego clásicos. ¿Para qué necesitaba eso? Tenía un grupo de amigos donde yo era la única mujer. Muchos de ellos se volvieron célebres: el diseñador y pintor Tomás Maldonado, quien dirigió la última etapa de la Bauhaus; otro que fue director de la Sinfónica de Berlín, y así varios fueron prominentes intelectuales.
“¿Nos pasábamos el día de manera pedante? No creo, lo hacíamos sinceramente, leíamos mucho, intercambiábamos ideas, otros escribían, componían o hacían artes plásticas. Esas fueron mis universidades.
“Cuando llegué a México, encontré un ambiente equivalente, pero no traía la sofisticación de la tribu Rivera-Kahlo. Frida le decía, en mi presencia, a Diego: ‘¿verdad que Raquel es una salvaje?’ Yo no estaba preparada para asimilar lo que sucedía con la tribu más sofisticada de México”.
Primera noche en Coyoacán
Así, Tibol conoció, como pocos periodistas, la intimidad de la pintora: “La primera noche que pasé en Coyoacán, en la cama junto a la de Frida, pues era una habitación con camas gemelas, ella de pronto sacó un frasco de Demerol, el frasco más grande que he visto en mi vida, aunque nunca antes había visto uno. Se levantó la ropa y tenía dos costras gruesas que nacían en la mitad de la cadera e iban hasta la mitad de la primera parte de la pierna. Era para desmayarse de susto.
“Cuando le urgía meterse droga y no había nadie, se inyectaba sola y rompía las agujas en su cuerpo. Me dijo que la inyectara y ‘toca, toca, donde encuentres blando, ahí pica’. ¡Toqué esa costra horrible! La inyecté y poco después se quedó dormida, como en un coma liviano, pero de droga. Después salí al jardín donde había un cuidador nocturno que me dijo: ‘Raquelito, ¿no tiene miedo de que se le aparezca el fantasma del señor Trotsky?’ Ese fue mi primer día mexicano”.
Tibol tuvo que salir de la casa de Coyoacán, relata, porque no había manera de estar trabajando en el congreso
. Hace una pausa.
Platica unos detalles más acerca del momento en el que se mudó al estudio de Diego, donde continuó el arduo trabajo de preparación de la reunión de artistas e intelectuales mexicanos. Menciona que Narciso Bassols, “un político de primer nivel, con una voz tipluda e irónico, le dijo un día a Diego: ‘Ay, Dieguito, ¿cómo cree que va a hacer un congreso de izquierda en pleno macartismo?’, y, en efecto, el congreso no se hizo”.
Y regresa al motivo por el cual dejó la Casa Azul: “Un día, de pronto, Frida me incitó físicamente a una relación lésbica. Ese día me tuve que salir de ahí porque Frida me iba a detestar al haberla rechazado. Pero todo eso me sirvió para aprender más de la vida.
Así salí de la tribu Rivera-Kahlo, aunque mantuve buena relación con ellos, y volví cuando a Frida le amputaron la pierna. La llamé para saber cómo estaba y me pidió que la fuera a visitar. Pasé un día con ella, fue la última vez que la vi. Estuve acostada a su lado para consolarla porque estaba desesperada
.
He sido gente de izquierda, nunca lo he ocultado
Sin cartas de recomendación de Rivera, “hice mi vida, empecé a tocar puertas, claro, me habían visto trabajar con Diego, con David Alfaro Siqueiros, y toqué las puertas del suplemento cultural México en la Cultura, de las revistas Mañana y Hoy. A Fanny Rabel le pregunté si conocía algún lugar donde necesitaran una promotora cultural. Me recomendó con el deportivo israelita, que justo necesitaba lo que yo sabía hacer; ahí organicé el cine club, la mejor parte de su videoteca en español, las funciones de teatro experimental. Organicé muy bien y muy severamente su galería de arte, pero en el momento en que la directiva quiso comenzar a exponer a sus familiares, pésimos artistas, renuncié.
“Tenía suficiente trabajo, mucho en el suplemento de Excélsior, y en el de Novedades, con Fernando Benítez, el cual dejé cuando se metió José Luis Cuevas a insultarme, a decir que era una comunista militante. Nunca he pertenecido a ningún partido. He sido gente de izquierda, nunca lo he ocultado y he mantenido posiciones más extremas incluso que los partidos”.
A principios de los años 60, Tibol fue encargada de relaciones públicas del Ballet Nacional, fundado y dirigido por Guillermina Bravo. “Hicimos una gira por Cuba, ahí conocí a Manuel Marcué Pardiñas, director de la revista Política; Quince días de México y del Mundo, conocida simplemente como Política, él andaba tras la bailarina Lin Durán. Marcué se dio cuenta de que yo tenía experiencia en cuestiones periodísticas y me invitó como colaboradora, luego me ofreció la secretaría de redacción.
“Ahí fue mi arranque como escritora de arte, pero trabajar con Marcué era estar con el diablo, con cola o sin cola, como se lo quieran imaginar.
“Fue muy desagradable, con mala paga, pero le dediqué toda mi energía, porque creía mucho en la necesidad, en pleno periodo de Gustavo Díaz Ordaz, de un periodismo radical. En esa época tuve todas las enfermedades del cansancio, pues, además de ser secretaria de redacción, me daban la grabadora para ir a hacer entrevistas, redactar, corregir y salir en la madrugada de la imprenta.
Todo eso me sirvió para irme formando. Fueron experiencias duras, debí tener mucho carácter y hasta fuerza física. Pero no hay mejor universidad que las grandes experiencias en la intelectualidad concreta. Eso lo forma a uno más que nada, y a la hora de investigar para el periodismo serio lo hace uno sin cometer errores
.
Cuarenta libros
Sin duda, lo que más enorgullece a Tibol del enorme trabajo de crítica y promoción del arte que ha realizado a lo largo de su vida, son sus más de 40 libros.
“Le voy a decir cuáles son mis aportaciones. Nadie había hecho un libro sobre Frida, el primero que escribí sobre ella es Frida Kahlo: crónica, testimonios y aproximaciones (1977); luego, nadie había hecho una antología de textos de Rivera, la única que entonces existía acerca de un artista mexicano era la de Justino Fernández sobre José Clemente Orozco; luego, nadie había hecho una antología de José Chávez Morado.
“El asunto es que no sólo hice libros analíticos, sino otras cosas que se me ocurrieron. Por ejemplo, acerca de Alfonso Reyes escribí sobre un tema que nadie había tocado: sus ideas sobre arte. En ese entonces, Beatriz de la Fuente, directora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien me estimaba como escritora cultural, me llamó para que trabajara como investigadora a contrato.
“Cuando llegué a mil 200 fichas en mi trabajo personal, realizado en mi casa, acerca de Reyes, fui con Beatriz y le dije: ‘bueno, ¿con quién voy a intercambiar ideas sobre mi trabajo?’ Ella se dedicaba a lo prehispánico. Me respondió: ‘conmigo’. Era día 14, renuncié. No me pagaron la quincena, yo necesitaba dinero, evidentemente, pero me dio mucha risa que por un día no me pagaron la quincena.
No obstante, Beatriz y yo nos seguimos tratando, ella tenía bastante sentido del humor, se había formado en la Ibero; es decir, tenía una formación limitada, pero con todo y eso había hecho su maestría ya en la UNAM
.
Raquel Tibol narra, siempre entre carcajadas, sus desencuentros con no pocos intelectuales que no han comprendido del todo su forma de ser y la férrea manera en que ella defiende sus saberes.
“Jaime García Terrés me detestó mientras vivió. Primero dirigió el área de cultura de la UNAM y luego el Fondo de Cultura Económica. Un día le propusieron publicar mi monografía sobre Siqueiros, hacer una edición para breviarios, pero él respondió: ‘mientras yo esté aquí en el Fondo no se publica ni un libro de Raquel Tibol, y ninguno sobre Siqueiros’. A mí me vino guango eso. Me fui con otras editoriales y seguí publicando”.
De su entrañable amigo Raúl Flores Guerrero, crítico e historiador del arte, del prehispánico al contemporáneo, y también de danza, recuerda: “Escribía, a su manera, temas que yo ya había tocado. Se acercó a mí con interés y afecto, porque ni sus colegas ni sus maestros en la universidad tocaban tantos asuntos como yo, ni buscaban hacer antologías de textos o monografías sobre tal o cual artista, investigación como no se hacía en la universidad.
“Los que investigaban arte lo hacían de manera flojita, o más convencional. El propio Justino Fernández, si usted ve su libro Arte moderno y contemporáneo de México, que apareció en 1952, por momentos es muy colegial, mientras yo me lanzaba con un sentido crítico que en la universidad no lo querían ejercer por el temor a perder la chamba”.
El libro más reciente que ha publicado Tibol es Diego Rivera. Luces y sombras (2007), “una monografía que vale la pena. Ahora no debo cansarme por un tiempo para volver a trabajar, pero he escrito artículos para la revista Proceso (de la cual es fundadora).
“No le adelanto lo que ya entregué, pues creo en las saladas. No soy religiosa, soy una agnóstica total, pero es en lo único que creo, pues cada vez que he hablado de un tema en el que estoy trabajando, no sale. Nada más digamos que viene algo por ahí, y mientras exista Proceso estaré tentada en hacer comentarios sobre arte”.
Larga vida
La maestra Tibol tiene una hermana, reconocida pediatra, que el 5 de noviembre cumplió 92 años. En Buenos Aires maneja, todavía atiende su consultorio y en su tiempo libre cocina
.
–Pues ya platicaremos con usted cuando cumpla 100 años.
–¿Cien? No, cómo cree, no aguantaré. No le cuento todos los males que tengo, porque sería muy aburrido. Diario tomo la medicina indicada y veo a los mejores médicos. Pero sí, he sido un roble, porque he pasado muchas enfermedades graves.
–¡Larga vida a Raquel Tibol!
–¡Gracias, querida!
El Conaculta, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, celebrará los 90 años de Raquel Tibol este miércoles 11 de diciembre a las 17 horas en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Participarán: Renato González Mello, Teresa del Conde y Armando Ponce. Entrada libre. Cupo limitado.