Aficionados confundidos
Los otros responsables
Un sueño de Luna Turquesa
ras el numerito protagonizado por Zotoluco y Morante el domingo pasado en el coso de Insurgentes, en contraste con la entrega de Diego Silveti, son varias las confusiones en que incurren taurófilos agraviados por la desfachatada degradación de la fiesta en nuestro país.
Estos aficionados se equivocan al responsabilizar únicamente a las figuras importadas y su doble moral tauromáquica –en Europa toros con edad y trapío, en México novillones descastados– de querer acabar con la fiesta en nuestro país, cuando desde que descienden del avión miden la embestida del acomplejado e indolente medio taurino mexicano.
De aquí soy
, se dicen a sí mismos los listillos espadas que anualmente engruesan la lista de los que vienen a tentar de luces y con vacaciones pagadas, gracias a las millonarias y colonizadas empresas de una fiesta de toros falsificada, tan intrascendente como dependiente de dos o tres nombres taquilleros de importación, que exigen, porque nadie se los impide, ganado cómodo y dócil para to-rear bonito
al lado de diestros locales que figuran. En la América taurina los globalizonzos que pagan no mandan, siguen obedeciendo.
Corresponsable también una autoridad sin autoridad, no por la fuerza de esos falsos empresarios, sino por la debilidad de falsos servidores públicos –escoja partido–, que prefieren tolerar y favorecer la autorregulación de los taurinos mexicanos de la revista Forbes, esa donde aparecen los personajes más ricos del planeta, que cumplir y hacer cumplir la normativa vigente, en los toros y en lo demás.
Implicada igualmente la crítica especializada en adular o, como dicen ellos, en no hacerle daño a la fiesta
, y que con su desvergonzado positivismo intentan ver arte donde sólo hay fraude, e interesados confunden posturismo con heroísmo. Responsable, por último, un público tan ocasional como esnob, que supone que su villamelonismo adquiere estatus si sólo acude cuando vienen El Juli, Hermoso, Ponce y ahora Morante, y que, hagan lo que hagan delante de ratas con cuernos, les gritan olés de consolación, sobre todo a ellos mismos, pues esos coletas cobran y se van
, como diría el de las botas.
Luna Turquesa, inteligente aficionada y aguda analista, escribió el texto Tuve un sueño: “El otro día, deprimida por la falta de dignidad en la fiesta brava mexicana y el poco respeto que tienen algunos empresarios, ganaderos y toreros por su profesión y por el verdadero toro bravo, me fui a dormir, y entonces soñé.
“Soñé que una renombrada figura nacional sentía mucha vergüenza por ser cómplice de la denigración de nuestra fiesta y que tomaba la osada decisión de iniciar una campaña llamada Dignificación de la Fiesta Brava Mexicana, y convocaba a una rueda de prensa donde anunciaba a los medios, ganaderos, colegas, empresarios y público en general, que él, si no eran toros con la edad reglamentaria y el trapío suficiente, no iba a torear en ninguna plaza, y que sus alternantes tenían que aceptar esas condiciones de ganado con edad y en puntas si querían alternar con él, porque él era el mandón… y que era necesario que los empresarios acudieran a ganaderías no tan ‘prestigiosas’ como las que mandan novillos, porque él estaba seguro de que existían ganaderos éticos y de que, entre todos, tenían que devolverle el respeto perdido al toro. En consecuencia, esa figura se convertía en la más admirada, cotizada y respetada, y todo el mundo hablaba de él y empezaban a salir a la luz ganaderías diferentes, porque eran las únicas que tenían las corridas para dicho torero. De pronto, los empresarios se daban cuenta del ruido que todo esto estaba haciendo y, viéndolo más por su conveniencia, contrataban al torero bajo sus condiciones, y las plazas, al conjuro de ese nombre, se empezaban a llenar, porque no sólo querían ver al torero, sino al verdadero toro, querían volver a sentir la emoción y ver de nuevo faenas con verdad.
“Y entonces una de las figuras extranjeras se unía a la causa, y ya eran dos comprometidos con esta dignificación de la fiesta en México y, por ende, sus alternantes tenían que apechugar si querían alternar con ellos, lo cual, sumado a lo que ya eran, los convirtió en bandera de lucha de esa causa, y lograron superar su prestigio y pasar a la historia por su honestidad y su grandeza. Y los empresarios entendían que esa era la única forma de ver sus plazas llenas y hacer más afición, y el gran público recuperaba la fe perdida… y nuestra fiesta recobraba su dignidad y dejaba de ser una burla, y era reconocida mundialmente por la seriedad en sus festejos. Luego… sonó el despertador”, concluye Luna Turquesa, sabedora de que soñar no cuesta nada, salvo una que otra tradición.
Cómo estará el encierro que hoy enfrenta El Juli, que la empresa se abstuvo de publicar las fotos. Otra bofetada al público que paga por ver apellidos, no toros.