orante de la Puebla con el capotillo recogido espero al torito y la verónica flotó a merced del meceo en que lo llevaba envuelto. Embrujando a los cabales que asistieron al coso de Mixcoac. No conforme, al revolverse el burel dibujó la media verónica más desdeñosamente natural que surgió de allá adentro
. Una serie de verónicas vueltas esculturas que absorbían toda la luz que pareció iluminar el redondel al salir cadenciosamente el matador.
Es mi opinión que actualmente nadie como Morante de la Puebla entre todos los toreros –con pellizco– hace sentir su duende. Nadie le gana el dictado de maestro de lo despacioso. Ninguno consigue adueñarse como Morante del alma del aficionado. Al que hace vibrar con el rito de su arte o lo inunda de fervor o sume en el pánico o arranca el alarido previo a las grandes broncas como la que armó el sábado en Aguascalientes al dejar un toro vivo.
Después de esas verónicas el primer torito de la tarde todo lo demás fue lo de menos, incluso los apuntes a su segundo enemigo que fueron pinceladas de su quehacer torero. Airones que rompían el silencio en rumores multiplicados como sus lances. Y es que este torero andaluz se apropia y capta como ninguno el espíritu del toreo para matizarlo en su verónica de Alhelí con toda la belleza, grandeza y finitud ante la muerte-vida. Y su media verónica es la modalidad más acusada del toreo al recoger y expresar el sentir de su tierra al crear maravillosamente el toreo que modelan esas muñecas privilegiadas que le dan el toque a la palma de la mano al cargar la suerte.
Morante en pocos lances es la perfección del toreo actual. Una torería que por lo natural solo requiere de una verónica y media no más, para diferenciarse del resto de la torería y colocarse en ese lugar de privilegio de los grandes. Delirio consistente el que provoca en el tendido que lleva a creer y sentir que solo torea para uno. Toreo irradiador del resto de las formas andaluzas –cante, baile, poesía– y se mueve y brota al calor de mínimos pero intensos cofrades.
La corrida de Julio Hamdam repitió el esquema anunciado por Leonardo Páez al inicio de la temporada; toritos de la ilusión para las figuras. Toros débiles, rodando por el redondel; sin trapío, sin cara. Dos devueltos al corral ante las protestas y remplazados por bureles deslucidos de Celia Barbabosa. Sacudió a la clientela en medio de un aguacero en el último de la tarde, la riñonuda faena de Diego Silveti, similar a la que realizó en la plaza de Las Ventas de Madrid. Ya en el primer toro El Zotoluco a un torito noblote y manso lo acurrucó magistralmente de una estocada tendida y el juez le regaló una oreja.
Salimos de la plaza toreando por verónicas a los automóviles.