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Setenta años de El Colegio Nacional
“E

l lema del Colegio será ‘Libertad por el saber’ y usará como distintivo un escudo formado por un águila en actitud de arrancar el vuelo, símbolo de la libertad del pensamiento, sobre un sol de fuego, representación de la luz de la sabiduría”. Lo anterior está asentado en el artículo tercero del decreto de creación de El Colegio Nacional, que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 13 de mayo de 1943, siendo en ese entonces presidente de la República el general Manuel Ávila Camacho, y el secretario de Educación, el abogado y general brigadier Octavio Véjar Vázquez, a quien correspondió, ni más ni menos, designar a los 15 miembros fundadores.

Así, esta comunidad de cultura al servicio de la sociedad, como se le define en el citado decreto, cumplió este año 70 de existencia. La celebración, que incluye conferencias impartidas por sus actuales miembros sobre los grandes temas de la agenda nacional, a lo que me referiré más adelante, es motivo también de reflexión sobre el papel que desempeña en nuestra sociedad esta comunidad integrada por hombres y mujeres con una gran trayectoria en sus respectivos campos de estudio, que son reconocidos por su sabiduría.

Lo anterior difícilmente puede ponerse en duda, pues basta con citar a los 15 mexicanos que lo fundaron: Mariano Azuela, Alfonso Caso, Antonio Caso, Carlos Chávez, Ezequiel A. Chávez, Ignacio Chávez, Enrique González Martínez, Isaac Ochoterena, Ezequiel Ordóñez, José Clemente Orozco, Alfonso Reyes, Diego Rivera, Manuel Sandoval Vallarta, Manuel Uribe Troncoso y José Vasconcelos. La lista de los miembros fundadores estableció un nivel de exigencia realmente muy alto para formar parte de este Colegio.

Al revisar el decreto que le dio vida, llama la atención que el presidente Ávila Camacho consideraba un deber de su gobierno fomentar (...) el desarrollo de la cultura científica, filosófica y literaria, tanto en el aspecto de la investigación como en las actividades tendientes a difundirla. El propósito general de El Colegio Nacional desde sus orígenes ha sido impartir enseñanza que refleje la sabiduría de la época a través de cátedras para fortalecer la conciencia de la nación (...) perpetuada en generaciones sucesivas de personas relevantes por su ciencia y virtudes (artículo segundo).

Entre sus integrantes en distintos momentos han figurado personalidades muy destacadas en distintas áreas, como en la historia, en la que puede citarse a Silvio Zavala, Beatriz de la Fuente y Daniel Cosío Villegas; en la literatura con Jaime García Terrés, Octavio Paz y Carlos Fuentes; en la filosofía Samuel Ramos, Ramón Xirau y Luis Villoro, o en las artes con el Dr. Atl, Rufino Tamayo y Eduardo Mata, para citar sólo algunos nombres elegidos de manera arbitraria entre los miembros de El Colegio que ya han fallecido, pero que son una muestra fehaciente de las enormes contribuciones de sus integrantes a México y al mundo en las humanidades y las artes.

Una de las características más importantes de El Colegio Nacional es, a mi jucio, que desde sus orígenes reúne a grandes especialistas en las ciencias sociales, las humanidades y las artes, con los investigadores más destacados en las ciencias exactas y naturales. De alguna forma sus fundadores se adelantaron a su tiempo, pues hoy queda claro que la solución de los grandes problemas del país y del mundo, requieren de estrategias que permitan su abordaje desde diversas diciplinas. De este modo, entre los miembros de esa comunidad destacan también los nombres de grandes fisiólogos, físicos, químicos, matemáticos y médicos, como Arturo Rosemblueth, Guillermo Haro, Manuel Martínez Baez, José Ádem, Ramón de la Fuente Muñiz, Marcos Moshinsky, Jesús Romo Armería, Emilio Rosemblueth, Carlos Casas Campillo, Bernardo Sepúlveda Gutiérrez, Leopoldo García Colín Scherer, Marcos Mazari Menzer y Donato Alarcón Segovia, para citar algunos escogidos con el mismo criterio arbitrario empleado antes.

Para celebrar su 70 aniversario, los integrantes de este Colegio decidieron organizar, además de una ceremonia oficial, como la que se realizó ayer –que contó con la presencia de las más altas autoridades del gobierno de la República–, una actividad muy intensa conformada por mesas de análisis en las que sus actuales miembros han venido examinando temas trascendentales para la vida del país, como la educación, ecología y desarrollo, salud, Estado y sociedad, así como la ciencia y la tecnología. Tuve la oportunidad de asistir a algunas de ellas, y puedo decir que ha sido una experiencia única. Para mí escuchar en el campo de la salud a Guillermo Soberón, Ruy Pérez Tamayo, Adolfo Martínez Palomo o Ranulfo Romo es un auténtico privilegio. Lo mismo puede decirse del examen de los desafíos que actualmente enfrenta la ciencia en México abordados por Manuel Peimbert, Pablo Rudomín, Luis Felipe Rodríguez Jorge y Francisco Bolívar Zapata.

Todo lo anterior parecería un apología a El Colegio Nacional para celebrar con sus integrantes el 70 aniversario... Pero no es así.

Cada uno de sus miembros es una gloria nacional o como le queramos llamar. Pero desde el decreto con el que fue creado, como una comunidad al servicio de la sociedad, debe dictar una especie de cursos extracurriculares –son las conferencias que imparten en su sede sus miembros–, en los que no se toma asistencia ni se hacen exámenes, ni se otorgan calificaciones. El Colegio Nacional es una escuela rara, pero su función principal es difundir la cultura científica, filosófica y literaria entre la población y, a mi juicio, uno de sus lados más débiles es precisamente la difusión, de tal suerte que la sociedad, difícilmente se entera de lo que ocurre en su seno.

Los tiempos han cambiado y no estamos en 1943. No puede negarse que ha habido una actualización de El Colegio Nacional en su librería que tiene material extraordinario, o en su página web que trasmite algunas de sus actividades en vivo... pero creo que debe hacerse algo más.