a política exterior mexicana está definida en la Constitución, artículo 89 X; otra cosa es que la ignoren. La política interior ha sido concebida siempre sin una visión coherente y progresista, dejada a la interpretación que conviniera al gobierno y estilo del momento.
La política interior se condujo en el pasado con una interpretación individualista y autoritaria del ejercicio del poder. Sólo importaban los asuntos de autoridad sobre partidos, gobernadores y poderes fácticos principalmente. La índole del presidente y de su operador, el secretario de Gobernación, hacían la verdad y sobre ella actuaban. El verticalismo de esos tiempos fue cómodo y eficiente para los intereses de la fórmula mágica para manipular todo: Gobierno federal/PRI.
A veces al presidente no le convenía saber y fingía ignorar; a veces al secretario no le convenía consultar. Así se gobernó al país, con base en señas y frecuentemente en los bordes mismos de la ley y hasta de la cordura. Fueron excepcionales los binomios en los que privó la sabiduría expresada con sensatez y mesura.
Para el año 2000, hacía rato que ese sistema había dejado de servir, ya no daba para más. Lo advirtieron Vicente Fox y Felipe Calderón, pero no supieron cómo salir de él. Ambos en sus estilos, totalmente bizcos, dejaron que su mundo se autodestruyera.
Fox intentó un supragabinete llamado de Orden y Respeto que encabezó Aguilar Zínser con las secretarías de Gobernación, Defensa, Marina, Seguridad Pública, Contraloría e incluía a la PGR, todas a él subordinadas. En meses la codiciosa concepción explotó.
Calderón no necesitó de sabias vagancias. Sin proyecto y con cinco secretarios, la incoherencia fue inevitable: uno no pudo, dos murieron, el que podía se enojó y el otro era un bisoño. Nunca fue más errática y débil la función gubernativa.
Peña, alimentado con triunfalismo entró a escena fuerte y embelesado. Atribuyó a Gobernación –en el artículo 27 de la ley orgánica de su régimen– el coordinar a los secretarios de Estado y demás funcionarios de la administración pública
. Pronto la realidad lo embestiría. Su visión de gobierno no funcionó.
El país requiere un presidente más eficaz que carismático y eso demanda, además de un control de impulsos, un sesudo diseño del ejercicio del poder. Un poder obligadamente amplio, pero democrático, justo, progresista y eficaz. No fue así. Peña está en pos de crear un Estado unitario. Nunca se declararon los principios que orientarían a la política interior porque no los hay, regresó el verticalismo.
Un nuevo concepto de política interior debió ser entendido con principios transformadores, creadores de un firme presente y un alentador futuro, todo con un fin y sólo un fin: el bienestar del hombre, para ello la política interior debe aprovechar las sinergias que existen combinando el potencial de la justicia, desarrollo político, empleo, educación, salud y seguridad en un espacio bienhechor.
Algo así nunca fue ni pensado ni establecido ni priorizado. Hubiera sido trascendente inspirarse en sistemas más evolucionados políticamente, como España, donde ya piensan en las circunstancias previsibles de su política interior para el año 2020.
Empieza a ser tarde para considerar a la política interior como un proyecto de mayor democratización que demanda especificidad y atención prioritaria; demanda de inclusión en ella del balance demográfico y a las migraciones desde y hacia el país, considerando las internas siempre olvidadas y consecuentemente un programa de asentamientos humanos y reordenamiento territorial.
No se han concebido dentro de ella el efecto del cambio climático sobre los programas de protección civil; la acción de las Fuerzas Armadas; la violencia social e inseguridad públicas; la seguridad energética; las enfermedades emergentes y su propagación; los retos que traerán las nuevas formas de gestión de los recursos no renovables y del requerimiento creciente de agua. No se ha visto así a la política interior.
El peso de los impulsos presidenciales que advierte es el resultado de esa visión unidimensional, seguramente sin consulta con expertos en diversas ciencias. La política interior de nuestro país no está definida y produce que cada sector con su mejor intención vaya por su lado, de manera incoherente en un conjunto que no existe.
Esta ausencia de una política integradora parece estar predestinada a consumarse en hechos que frecuentemente son ajenos y hasta contradictorios a los grandes intereses nacionales. Léase el mal cálculo de efectos y peor manejo del tema CNTE. Otra vez privó la concepción de mi gobierno
y no el de la República.
La vanidad y espectacularidad siguen siendo la marca de fábrica de esta administración.