ara enfrentar la exhibición de Rush, pasión y gloria uno ha tenido que vencer dos prejuicios fundamentales. Primero, la absoluta falta de interés por el automovilismo en todas sus formas. Y segundo, la documentada desconfianza a la carrera de Ron Howard que, en su extensa filmografía, tiene una sola película excepcional, Frost/Nixon (2008). Todos sus demás títulos adolecen de estilo y aunque algunos de ellos han sido ambiciosos, hay un convencionalismo de base que los neutraliza.
Sin embargo, las referencias ante Rush levantaron las expectativas. Su guionista, el británico Peter Morgan es el mismo de Frost/Nixon, y la reacción a su estreno en el reciente festival de Toronto fue entusiasta, en general. Como en aquella película, Morgan toma un asunto de la vida real para enfocar el duelo entre dos personalidades encontradas. En este caso, se trata de la feroz rivalidad habida en la primera mitad de los años 70 entre dos pilotos de Fórmula Uno: el británico James Hunt (Chris Hemsworth) y el austriaco Niki Lauda (Daniel Brühl). Ambos son de carácteres tan opuestos como la tortuga y la liebre. Apuesto y ligorio el primero se comporta como una estrella de rock, temerario dentro y fuera de la pista. El segundo, en cambio, es serio y metódico en su desempeño; también coquetea con la muerte en cada carrera, pero lo hace midiendo las probabilidades. Los dos comparten la arrogancia, pero Lauda resulta antipático en su interacción social, mientras Hunt es el alma de la fiesta. El año de 1976 será clave en la relación entre ambos personajes.
Al lado de las contadas películas de carreras, Rush es ciertamente superior a Grand Prix (John Frankenheimer, 1966)) o Le Mans (Lee H. Katzin, 1971). Un elogio muy relativo porque esos antecedentes fracasaron en su intento de balancear las historias personales con el pietaje de los autos de carrera en acción. Lamento haberme perdido el documental Senna (Asif Kapadia, 2011) por esa que podríamos llamar limitación particular: ver veloces autos dando de vueltas alrededor de una pista me produce un aburrimiento irremediable. Rush tiene la ventaja de que la saturada fotografía de Anthony Dod Mantle le confiere una especial textura a las imágenes. Y, por ejemplo, la carrera climática en el Grand Prix de Japón, ocurrida bajo una lluvia torrencial, sí alcanza cierto grado de emoción.
Sin embargo, la historia personal también se la pasa dando vueltas, contrastando a Hunt con Lauda aún en sus relaciones amorosas. Y es el austriaco –sobriamente interpretado por el catalán Brühl– quien aporta una dimensión más compleja. Apodado La Rata, por sus protuberantes dientes, Lauda es insensible a su falta de popularidad y sólo se concentra en ser el mejor en la pista. Uno de los mejores momentos lo muestra cortejando a la que será su mujer (Alexandra Maria Lara) de forma peculiar. Al mismo tiempo, un muy anticuado flashback al rostro de ella lo hará tomar una decisión determinante en una carrera definitiva. (Hemsworth, por su parte, queda como una versión manqué de Brad Pitt). Si se desarrolla entre ellos una relación de respeto, nunca trasciende a una de esas amistades caldosas entre rivales que eran la especialidad de un director como Howard Hawks (¿lo recuerdan?).
Volvemos al punto de partida. Howard nunca será un Hawks, porque carece de estilo, personalidad, garra… algo que diferencie a sus películas de la producción hollywoodense promedio. Es la vieja objeción que sustenta la teoría del autor. Pero es cierta.
Rush, pasión y gloria
(Rush)
D: Ron Howard/ G: Peter Morgan/ F. en C: Anthony Dod Mantle/ M: Hans Zimmer/ Ed: Dan Hanley, Mike Hill/ Con: Chris Hemsworth, Daniel Brühl, Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Pierfrancesco Favino/ P:Imagine Entertainment, Revolution Films, Working Title Films, Egoli Tossell Film, Action Concept Film und Stuntproduktion, Merced Media Partners. EU-Reino Unido-Alemania, 2013.
Twitter: @walyder