l sur de Madrid hay una localidad que hasta ahora he conocido por ser el lugar de origen de Alberto Contador, el último gran ciclista español, ganador de tres Tour de Francia que le fueron arrebatados tras una condena por dopaje.

Pinto, donde residen unas 50 mil personas, había sido famosa en la región por Contador y sus proyectos deportivos. Pero todo eso cambió en las últimas fiestas del pueblo, en las que en plena plaza de toros, ante la mirada de la alcaldesa Miriam Rabaneda, del conservador Partido Popular (PP), se desplegó una pancarta en la que decía: Hitler tenía razón. Las palabras estaban flanqueadas por el lado derecho de un retrato del genocida alemán y por el izquierdo por una esvástica, el siniestro símbolo de su política de exterminio y odio.

Un grupo de vecinos del pueblo desplegó la pancarta a cara descubierta, orgullosos de darle difusión a una ideología que en otros países está prohibida y que en España, a pesar del régimen fascista que sometió al país durante la dictadura de Francisco Franco, sigue siendo tolerado, cuando no promovido por gobiernos locales o autonómicos.

Ni la alcaldesa ni los concejales del PP respondieron a las peticiones de los representantes de los otros partidos –el PSOE, Izquierda Unida y UPyD– a que fuera suspendida la corrida y se ordenara la retirada inmediata de la pancarta.

El hecho se convirtió en un escándalo nacional, la alcaldesa decidió emitir un mensaje a través de las redes sociales para expresar su repulsa por la pintada nazi, que no hizo nada por hacer desaparecer de su plaza de toros.

Así, Pinto pasó de ser la ciudad de Alberto Contador a convertirse, al menos por un día, en el pueblo de Madrid que veneró en sus fiestas patronales a uno de los seres más siniestros de la historia.

Armando G. Tejeda, corresponsal