Opinión
Ver día anteriorLunes 22 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El Pinacate y el Gran Desierto del Altar, en riesgo
J

usto 20 años después de que el gobierno mexicano decretó El Pinacate y Gran Desierto de Altar como Área Natural y Reserva de la Biosfera, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad. Con toda razón, pues se trata del más grande desierto de arena de América de Norte, el más biodiverso del mundo y de gran importancia para la ciencia. Sobresale, además, por su belleza, las cambiantes dunas de arena y 10 cráteres enormes, profundos y circulares. Diversos documentales y miles de fotografías muestran su magnificencia, que los hacen únicos y han despertado no pocas teorías sobre su origen, incluida que son fruto de la visita de naves provenientes de lejanos planetas. Los volcanes han hecho erupción esporádicamente. La más reciente data de hace unos 11 mil años.

Cabe destacar también que la NASA, la agencia espacial de Estados Unidos, envió entre 1965 y 1970 a varios astronautas para entrenarse ahí con miras a futuras exploraciones lunares, pues tiene muchas semejanzas con la superficie de nuestro satélite.

Con la reciente declaratoria de la Unesco, 
México cuenta ya con cinco sitios naturales que son patrimonio mundial de la humanidad. Antes lo fueron la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an (1987), el Santuario de Ballenas El Vizcaíno (1993), las Islas y Áreas Protegidas del Golfo de California (2005) y la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca (2008).

El Pinacate y Gran desierto de Altar se extienden por una superficie de casi 715 mil hectáreas pertenecientes a los estados de Sonora y Baja California Sur, pero abarca también porciones de los de Arizona y California en Estados Unidos. Es el hogar de, por lo menos, 40 especies de mamíferos, 200 de aves, 40 de reptiles, así como de anfibios y dos especies nativas de peces de agua dulce. Se agregan más de mil de flora.

Allí viven especies únicas, amenazadas y en peligro de extinción, como el berrendo de Sonora, el borrego cimarrón, el monstruo de Gila y la tortuga del desierto. La mayoría de esa riqueza natural no ha sido estudiada suficientemente por los especialistas, pero no hay duda de su importancia para el desarrollo científico.

Esa inmensa unidad biológica estará en grave peligro de construirse el muro de más de mil kilómetros de largo que el Senado de Estados Unidos aprobó para sellar su frontera con México e impedir el paso de ilegales procedentes del sur del río Bravo. Forma parte de las medidas que exigen los congresistas republicanos para aprobar la reforma migratoria propuesta por el presidente Obama, que se discute en la Cámara de Representantes.

Además de ser un agravió más para nuestro país, el muro echa por tierra los programas binacionales de conservación y protección de especies que se desplazan por amplios territorios ubicados a ambos lados de la frontera común. Será un severo golpe a una biodiversidad para la que nunca han existido fronteras. No solamente hay continuidad natural con los estados sureños de Estados Unidos que limitan con Sonora y Baja California, sino también entre Texas y Chihuahua y Coahuila. Aquí se comparte igualmente una preciada biodiversidad. Sólo en cuanto a mamíferos destaca la liebre, la ardilla, el venado bura y el cola blanca, el oso negro, el coyote, el puma, el tejón, el gato montés, el murciélago, varias especies de ratas, el tlacuache, el conejo, la comadreja, el zorrillo, el berrendo berberisco, el guajolote silvestre, el jabalí de collar y el europeo.

Para algunas de estas especies ambos gobiernos buscan mayor protección ante la pérdida de su hábitat, la caza y la contaminación.

Si la respuesta de la Secretaría de Relaciones Exteriores fue tibia ante el aviso de construcción de dicho muro y demás medidas policiales para evitar la llegada de ilegales desde México, es más grave el silencio de las instancias federales, estatales y municipales responsables del medio ambiente y los recursos naturales en nuestra frontera norte.

Los asuntos migratorios entre países vecinos deben ser vistos bajo la óptica binacional, no de imposición imperial, como ahora está haciendo nuestro socio y vecino.