ace un par de días concluyeron las labores del cuarto Laboratorio de Música para Cine, interesante proyecto interdisciplinario que se realiza bajo la guía de la reconocida productora Bertha Navarro. Como cereza de este sabroso pastel fílmico-musical, el domingo pasado se llevó a cabo en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes un insólito concierto de música iberoamericana para cine, coordinado por Eduardo Gamboa, evento notable en sí mismo y notable porque puso en evidencia la muy escasa difusión que en nuestro ámbito tienen las partituras cinematográficas. La sesión estuvo a cargo de la Mexfilm Orchestra, conjunto de larga trayectoria que esa noche hizo su debut en concierto. En efecto, con numerosas (y muy buenas) grabaciones de música de cine en estudio, la orquesta nunca se había presentado en público. Sorpresa muy agradable: la lista de personal de la orquesta y el resultado sonoro de su primer concierto confirman que se trata de un ensamble de alto nivel, en contraste con los pobres resultados que solían ofrecer las orquestas de filarmónicos sindicalizados de nuestro cine.
Bajo la conducción de Arturo Rodríguez, compositor especializado en la creación de músicas para la imagen, la Mexfilm Orchestra interpretó una muy interesante selección de soundtracks, señalados sobre todo por la variedad de estilos, enfoques y lenguajes, algunos de ellos acompañados con las imágenes correspondientes. El propio Rodríguez hizo el arreglo de fragmentos de la música para Dos caras tiene el destino y Santa, de Gonzalo Curiel, música de un declarado romanticismo sentimental marcada por discretas pinceladas de mexicanismo. Leoncio Lara Bon contribuyó con su música para el filme La virgen de la lujuria, una partitura eficaz, transparente y de controlada expresividad, creada con mucho oficio y con especial atención a los cánones fundamentales de la práctica de la música fílmica.
De Gus Reyes se interpretó una suite de su música para El lado oscuro de la luz, un soundtrack de hábil creación de ambientes (oscuros en general) y que presenta una buena asimilación de ciertos procedimientos clásicos a partir de certeras alusiones de forma y estilo.
Leo Heiblum y Jacobo Lieberman, de sólida trayectoria en estas lides, suelen trabajar en equipo, y contribuyeron con sus partituras para El vuelo de las mariposas y Trade. La primera de ellas es una música iridiscente y contemplativa, en la que los autores han logrado imprimir un sugestivo toque de fantasía. Después, la gran música de Joaquín Gutiérrez Heras para Campanas rojas, caracterizada por su depurada austeridad expresiva aun en los episodios épicos. Su eficaz lenguaje armónico, muy congruente con el de su música de concierto, y su concepción sinfónica, muy apegada a la tradición cinematográfica pero sin caer en los usuales clichés del caso. La música para El grito, de Eduardo Gamboa, está expertamente orquestada, y su equilibrado eclecticismo es un buen motivo para quitarle al compositor la etiqueta de popular
que se le ha adherido en años recientes.
Bajo el sol y Azul intangible, trabajos conjuntos de Andrés Sánchez y Richard Córdoba destacan, respectivamente, por un interesante uso de elementos de repetición, y un ambiente sonoro delicadamente contemplativo, marcado por la sencillez y claridad de sus texturas.
Arturo Rodríguez presentó una suite de su música para The maid’s room, con una orquestación opulenta y masiva, y estructurada con conocimiento de causa en lo que se refiere a las convenciones de la dramaturgia sonora en el cine.
De particular interés en el repertorio de esa noche resultó la música de Javier Navarrete para El laberinto del fauno, una partitura intensa, evocativa y con una notable dosis de tensión interna.
Para concluir en una nota de nostalgia e historia, el tenor Lorenzo Negrete cantó la emblemática y legendaria canción tema del filme Allá en el rancho grande.
Al final de este merecidamente exitoso concierto de soundtracks se me ocurrió una idea descabellada, un sueño guajiro: que la Mexfilm Orchestra pudiera obtener los patrocinios necesarios para convertirse en un conjunto estable y ofrecer periódicamente programas con buena música de cine. Y cuando desperté, la orquesta ya no estaba ahí.