Si Chick Corea hubiera salido de una academia cualquiera la hubiera hecho igual
, afirma
anquilosado: Nery
En escuelas como el Conservatorio y la Nacional desperdician el talento de los niños al poner topes de edad, deplora
El pianista y maestro del ICM dice que la educación musical en el DF evoluciona bien: Hay seis o siete planteles para atender las necesidades de una ciudad que creció tanto
Sábado 20 de julio de 2013, p. 8
Hoy, en el Distrito Federal existen escuelas donde se estudia música popular, si se entiende por esto el rock, el jazz, la salsa, o el mariachi (a nivel diplomado), con carreras de cuatro años, que incluyen solfeo y entrenamiento auditivo, por lo que puede decirse que hay una evolución y el proceso va bien con seis o siete planteles para atender las necesidades de una ciudad que creció tanto
, expresó en entrevista el pianista Enrique Nery, quien desde niño comenzó su instrucción y tiene un currículum que abarca 52 años de trayectoria.
Destacan sus contribuciones con The Chuck Anderson’s Orchestra, y las orquestas de Luis Arcaraz y Pablo Beltrán Ruiz. De 1957 a 1960 estudió en el Conservatorio Nacional de Música con Aura Pacheco, Carlos Jiménez Mabarak y Rodolfo Halfter. Su quehacer se siente en la creatividad de muchos de sus colegas, que ven en él a un maestro. Músico de tiempo completo, actualmente ejerce la docencia en el Instituto de Capacitación Musical (ICM) del Sindicato Unico de Trabajadores de la Música, donde ya tiene una antigüedad de seis años.
El ICM, informó, se encuentra en estos días en periodo vacacional, porque sigue el calendario de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que valida sus estudios. El registro para los cursos, talleres, diplomados y carrera está en marcha.
Conocedor del medio, añadió que quien vive por San Jerónimo puede entrar a la escuela Fermatta, en Taxqueña al DIM o por la estación Copilco del Metro a la Academia Martell. “Todas tienen los mismos planes de estudio y estos persiguen los mismos fines. No diría que hay diferencias, porque siempre hemos dicho que es música lo que se hace, ya sea popular, jazz o clásica.
Música de cuello blanco
“De una manera burda choreamos diciendo que la clásica es la música de cuello blanco y que nosotros somos los profanos, mundanos y herejes, que tocamos en cabarets, bares y clubes de jazz, lo cual no deja de ser un cotorreo, porque nuestro pensamiento es que música es música.
“Las instituciones, como la Nacional de Música y el Conservatorio, que son serias, entre comillas, siguen funcionando con el mismo molde; o sea, si alguien quiere tener un hijo concertista en la Sinfónica Nacional tiene que pasar desde chamaco ocho años, mínimo, para tener la distinción de atrilista.
Si se le quiere concertista a lo mejor van a pasar dos o tres años más, para que sea un solista enfrente de la orquesta. Se quedó atrás eso de que los de cuello blanco tocamos en las salas de concierto y veo a los demás por encima del hombro. Eso predominó en los años 40 y en los 50, y quedan resabios. Siento que en los tiempos recientes hay apertura, porque hay conciertos donde interactuamos ambos. La banda de metales es una orquesta de estudio y la de cuerdas viene de la sinfónica, por lo que esta mezcla de músicos es muy afortunada.
Considera que músicos como Silvestre Revueltas y Juan Pablo Moncayo, y Mario Ruiz Armengol, están entre lo clásico y popular. Hay músicos que se dieron sin ir a escuelas de Holanda, Canadá o Estados Unidos, pero se dieron. Boston Berkeley tiene un proyecto de escuela desde 1945, aproximadamente. Eso quiere decir que para los años 70 ya egresaban músicos hechos y derechos, como Chick Corea.
“A partir de los años 60 todo estaba metodizado, porque son campeones para hacer esto, con mercadotecnia. Que un hijo estudie en Boston Berkeley, por seis meses, costaría 40 mil dólares, más comida y habitación, otros 40 mil. Se trata de una escuela que se volvió pudiente. En eso estoy en contra, porque aunque los tuviera, mejor lo dejo en el DIM o en otra escuela de ese tipo. Una vez tuve una polémica en serio con el joven Martell, porque él me sostenía que a lo largo del tiempo ha sido muy valioso el campus de Berkeley; yo le dije que no estaba de acuerdo, porque, repito, a partir de los años 60 todo está metodizado, todo está en los textos. Me he topado con muchos maestros que vienen de allá y los he visto dando clases; he interactuado con ellos. Sí puedo decir, sin ser agreste, que han subsistido por la mercadotecnia, porque atraen a muchos chamacos que quieren estudiar y pueden pagar.
Si gente como Corea hubiera estudiado en las academias ACME o Vázquez, o en las patito, ¡la hubiera hecho igual! Lo que da Berkeley es la posibilidad de relacionarse. Berkeley no es el ¡uy, uy, uy!
Instituciones anquilosadas
Algunos niños comienzan a estudiar música a los cuatro o cinco años de edad; según el nivel, hay aspirantes que deben prepararse para ingresar conciertos de tres piezas de autores clásicos, de media hora de duración, tema que le hizo decir: “Con todo respeto, eso es por lo anquilosado de esas instituciones. Si un niño llega a las escuelas con 12 o 13 años de edad ya no califica por haberla rebasado. Creo que las escuelas de música popular, porque así las llaman, aplican una prueba vocacional. ¿Tiene sentido del ritmo o del canto? ¡Pues bien! En el ICM damos talleres para gente que no va a ser profesional de la música. Damos una carrera, oficializada por la SEP, cuyo título da la posibilidad de dedicarse al magisterio. Si el muchacho es capaz, si tiene talento, se le puede dar una beca. Es básica su actitud.
En mi experiencia, cuando se lleva a un chamaco y se le coloca en una obligación de estudio a los cuatro, cinco o seis años se le quitan periodos de juego. Puede ser que a los 11 o 12 años de edad aviente el arpa. No quieren saber más de la música. Si comienza a los 11 ya tiene mayor sentido de responsabilidad. Esto es diferente a lo que ocurre en el Conservatorio o en la Nacional, que cancelan la oportunidad de estudiar a alguien sólo por edad.
Del gobierno y su responsabilidad en materia de educación musical, optó por no decir nada, porque a las autoridades todo hace entender que no les importa.