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En la dictadura argentina sufrió el asesinato de su esposo y la desaparición de tres hijos y dos yernos

Fallece Laura Bonaparte, fundadora de Madres de Plaza de Mayo; fue luchadora política desde joven
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 24 de junio de 2013, p. 30

Buenos Aires, 23 de junio.

En las primeras horas de la tarde de hoy, en un día frío y gris, murió Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, cuya familia fue prácticamente diezmada durante la pasada dictadura militar que asoló el país entre 1976 y 1983.

Entre diciembre de 1975 y fines de 1976 tres de los cuatro hijos de Laura Bonaparte de Bruschtein fueron secuestrados y desaparecidos: Aída , Irene y Víctor Bruschstein Bonaparte. También su esposo, el doctor Santiago Bruschtein, fue llevado después de un brutal allanamiento en su casa por los militares y asesinado.

Lo mismo sucedió con sus yernos Adrián Saidón, esposo de Aída; Mario Ginzberg, de Irene, y Jacinta Levi, de Víctor Bruschtein Bonaparte.

Sólo sobrevivió Luis Bruschstein, y su familia, salvados por el exilio forzoso, como también pudieron salvarse los nietos de Laura milagrosamente como ella relataba, porque cada uno de los niños se salvó como si hubieran manos o alas que los protegieran, Cada caso fue una historia desgarrante.

Laura nunca pudo sobreponerse a esta tragedia, que interrumpió una vida familiar donde con sus hijos tuvieron libertad de elegir lo que querían hacer .

Sicoanalista, mujer de singular belleza, luchadora política desde muy joven, como toda su familia que vivía en Paraná, Entre Ríos, dijo hace muy pocos años: Mi vida es una desmesura, no podría, yo sola relatarla, cuando aceptó ser entrevistada largamente por la periodista francesa Claude Maryl, el 25 de marzo de 2005, Laura escribió un artículo titulado Argentina: un silencio abrumador, en el que relataba uno de los momentos emocionantes, al conocer una parte de la historia de cómo se había salvado el hijo de Aída.

Le habían solicitado una entrevista televisiva, en la que brindó un testimonio para recordar a sus hijos, que habían formado parte de un coro en Castelar, provincia de Buenos Aires. Noni (Aída Leonora), además de ser pianista, era la mezzosoprano del coro. Su voz era de un timbre cálido, limpio y de amplio registro. Además, ella era la campeona de truco del Colegio Nacional de Morón. Y luego seguí contando que mi hijo mayor tocaba la guitarra, era tenor en el coro, como mi hijo Víctor, que estudiaba violoncello, y mi hija Irenita, soprano, y su instrumento era el arpa.

Así quería recordar Laura a sus hijos y relatar que “Irenita era realmente una dotada para la cerámica. Ella hizo su bachillerato en la Escuela de Cerámica. Su escultura, El despertar, obtuvo la mención en la primera exposición internacional de cerámica que se hizo en este país. Resalto esto porque todos eligieron lo que ellos querían hacer. Mi casa era una fiesta”

Sin embargo, esa entrevista le traería una sorpresa inolvidable. El fotógrafo resultó ser un amigo de su hija Aída, quien fue asesinada por militares el 24 de diciembre de 1975 y de su esposo Adrián Saidón, Cacho.

Foto
La argentina Laura Bonaparte, de Madres de la Plaza de Mayo, durante la asamblea informativa de la resistencia Civil Pacífica, en la ciudad de México, el 20 de diciembre de 2008Foto Maria Luisa Severiano

Adrián fue asesinado el 24 de marzo de 1976, cuando estaba clandestino escondido con su hijito en una casa de amigos. Precisamente uno de ellos era el fotógrafo que estuvo en la entrevista y relató cómo su yerno fue temprano a comprar pan y se dio cuenta que un automóvil lo seguía y cuando estuvo ante la puerta de la casa siguió de largo para salvar a su hijo y los amigos. Entonces le dispararon por la espalda.

Escribió Laura: “El hombre joven que estuvo filmando en mi casa confirmaba que no había visto, pero sí oído, los atronadores, múltiples disparos, y cómo automáticamente rodearon al bebé de su compañero, envolviéndolo en un abrazo. Cacho había salvado la vida a su bebé y a ellos mismos, sus compañeros todos juntos, rodearon al bebé. Hace de esto 29 años.

“Sin embargo, todo me pega como reciente. A veces pienso que aunque no lo reconozca sigo esperando a mi hija, a su compañero, con los brazos ocupados por su bebé. Han pasado 29 años de este tan brutal episodio. El bebé al que su padre le salvó la vida ya es un joven hombre. Es bello y generoso. Y muy inteligente. Es hijo de esa pareja de jóvenes, ambos de un altruismo enorme. Para mí el pasado y el futuro hubieran quedado fuera del tiempo, suspendidos, en una mirada o en horribles estampidos.

“Este es otro tiempo, medible de otra manera. Un tiempo que repentinamente se hace tan actual, que insiste en la confirmación del recuerdo. Es que el recuerdo terriblemente doloroso, con otro dolor, es también por la confirmación que aquello, el acto infame de la matanza brutal, efectivamente existió. Seres que existieron para vivir y para que otros vivan.(….)

No deja de asombrarme ese énfasis casi fanático por conocer toda la verdad. Tal vez espero que alguien, con el mismo énfasis, me diga: Laura estás equivocada, tus hijos viven, nadie murió, la gente no es tan cruel como creés, dejá de pensar mal de la gente, los militares no eran así como aparecen. Quiero fanáticamente abrir este deseo y meterme en él como ocurrió con la cueva de Alí Babá y encontrar allí a todos mis desaparecidos, darles un abrazo, sacarlos de esa oscuridad del enterramiento tan canalla, tan clandestino, y realizar el proyecto de mi familia, recuperar el canto, el tallado en la piedra, la risa, la música. El silencio es abrumador.

Así era la voz de Laura, luchando incasablemente por la memoria, por la vida, por los derechos humanos. Fue una brillante sicóloga, pero una eterna militante.

Hasta hoy, hasta frente a su enfermedad que la alejó de todos, de este mundo donde ella seguía esperando, refugiada en quién sabe que esperanza, tan dolorosa, que era mejor viajar cada día a lugares desconocidos, adonde nunca pudiera alcanzarla ese dolor lacerante, con el que ya no podía convivir.