n el mes de julio de 1944, Alfredo López publicó un pequeño y breve libro titulado Charlas íntimas de GarciCrespo y que, amarillento como se ha ido poniendo en casi 70 años de yacer, entre cartas, una flor marchita, fotografías, un mechón de pelo y listones rojos, en una caja en un buró, con su apocada presencia, con la tapa a punto de desprendérsele, desde que lo leí se ha convertido en una lectura que recomendaría a mis alumnos si los tuviera –y la intención de esta frase no es buscarlos–, o a mis lectores –si encontraran un ejemplar en librerías de viejo, o en algún todavía más viejo baúl. Tiene apenas 54 páginas, de 14x18 centímetros, que no incluyen la del título, el índice ni la del prólogo, que él llama Indispensable advertencia
y en la que empieza por declarar que su mínimo fajo de hojas engrapadas es intrascendente
y carece por completo de valor literario
, según él realidades que por tanto no hacen su texto, para él mero folleto
, merecedor de ser publicado. Pero el autor se adelanta a la pregunta obvia que se formularía quien leyera semejante planteamiento, pues afirma que si, a pesar de que no sea sino lo que sostiene que es, lo ha hecho imprimir, ha sido porque no pretende dirigirlo más que a su familia y a unas cuantas personas más, entre ellas el personal del hotel GarciCrespo, en Tehuacán, donde él pasaba temporadas, experiencia que constituye el fondo mismo de estos ensayos.
Mientras a mis hipotéticos alumnos no les indicaría para empezar sino que procuraran entonar su lectura de estas Charlas... dentro del espíritu de pasatiempo
con el que Alfredo López las escribió, porque de golpe el vocabulario del autor, si no es que la forma entera de su lenguaje y modo de expresión, les chocará por cursi o, en el peor de los casos, les parecerá incomprensible y se resistirán a seguir leyendo; a mis lectores les pediría un poco más, porque de entrada doy por supuesto que saben que un escrito llevado a cabo como un simple pasatiempo contiene mucho más que cualquier adjetivación o que cualquier significado en uso o en desuso de los vocablos, las frases idiomáticas y las asociaciones de palabras.
Las Charlas íntimas de GarciCrespo conforman el libro que innumerables viajeros, de ahora y de todos los tiempos, habrían, habríamos, querido escribir. Un huésped frecuente de un hotel tradicional observa, asocia, toma notas, escribe, no se limita a redactar con corrección. Reserva siempre la misma habitación, conoce por su nombre a los empleados, de los menores a los mayores, a los que trata por igual con educación a pesar de la familiaridad. Como a todo buen artista, a veces le basta registrar que uno de ellos, ¿el jefe de meseros?, se llama Leonor, Sí; nombre de mujer
, para retratar completo al personaje y hasta el ambiente en el que se mueve. O referir que otro de ellos, tan apegado a la empresa que vivía en una orilla de los jardines, en una ocasión lo invitó a oír música y lo que escucharon a lo largo de la tarde fue la Quinta Sinfonía de Beethoven. Recordó un viaje que hizo en barco a Bohn expresamente para visitar la casa de este compositor, pretensión frustrada, pues en esos días la estaban reparando.
Pero también ha reparado en los otros huéspedes y los ha descrito. Recoge fragmentos de sus conversaciones o alguna de sus actitudes y costumbres –si leen o no la prensa, qué idioma hablan– que los describen por él. Habla del propietario y del visionario que auspició su proyecto. Me llamó la atención que, aparte de ampliar el hotel en sí, el dueño lo proveyera de una granja y de huertos. Árboles frutales, gallinas, vacas. Se sobreentiende que esto aparte de explotar y mantener sus aguas y sus manantiales. En las Charlas... el autor incluso llega a dar cuenta de una clínica que estaba por edificarse, con el equipo y la profesionalidad más avanzadas.
No sé si he transmtido lo que estos ensayos encierran para mí, que en síntesis consiste en el amor a México y los mexicanos y su manera de ser, así como en lo que es el oficio de escribir al que muchos viajeros aspiramos, alrededor del mundo, alrededor de las experiencias, pero al que sólo algunos se animan a entrar y recorrer.
Quizás el español del autor esté en desuso; pero no el ritmo con el que lo escribe, no la nostalgia con la que lo carga.
¿Quién era Alfredo López? Releo las Charlas..., aun sin saber.