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Ver día anteriorDomingo 23 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El arte del Cárcamo
C

omo resultado de la locura que hemos padecido desde hace siglos de desecar esta antigua ciudad lacustre, nos hemos visto obligados a traer agua de cauces lejanos para satisfacer la demanda de los millones de capitalinos, que además en general no la cuidamos. En los años 40 del siglo XX se iniciaron las obras para sustraer el líquido del río Lerma, en el valle de Toluca. Fue una obra magna, costosísima, cuya primera etapa se concluyó en 1951.

Se edificó un gran túnel que atravesaba la sierra de las Cruces y terminaba en el Cárcamo de Dolores, un tanque de almacenamiento construido en la que actualmente es la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec. La obra la realizó el arquitecto Ricardo Rivas; la edificación guarda cierta semejanza con el afamado edificio del Panteón de Roma, por el pórtico de entrada y la cúpula, pero en una concepción moderna que combina armónicamente formas clásicas y de inspiración prehispánica.

Se invitó a Diego Rivera a pintar la caja de agua y con gran audacia utilizó un nuevo material: poliestireno, que en las pruebas había resistido estar bajo el agua, con las sales y sus distintos componentes corrosivos. Pintó un notable mural titulado El agua origen de la vida: inicia con dos gigantescas manos que aparecen sobre la boca del túnel entregando el preciado líquido a la ciudad. A partir de la primera célula desarrolla el origen de la vida; aparecen peces y moluscos conviviendo con la flora subacuática, la cual culmina su evolución con el ser humano.

También rinde un homenaje a los que construyeron las obras del sistema Lerma-Cutzamala, que cobró varias vidas. En el exterior, Rivera diseñó una fuente con una monumental figura del Dios Tláloc en piedra volcánica y mosaico, acostado en medio del agua. Al paso de los años a pesar de la resistencia del poliestireno, el agua que cubría el mural hasta una altura de dos metros lo fue deteriorando severamente.

A principios de los años 90 del pasado siglo, la delegada de Miguel Hidalgo creó un fideicomiso para juntar fondos, con el propósito de desviar el paso del líquido por el cárcamo y restaurarlo como obra de arte. Así se hizo y por un buen tiempo el público lo pudo disfrutar. Por cierto, todavía conservo una bella litografía del Tláloc que realizó la pintora Carmen Parra, como recuerdo para los donantes. Como lamentablemente suele suceder en nuestro país, gobiernos posteriores no le dieron mantenimiento, se deterioró, lo cerraron y quedó en el limbo por un largo periodo.

Por fortuna, hace cerca de cuatro años la Secretaría del Medio Ambiente del gobierno capitalino restauró la Fuente de Tláloc, el mural y renovó las instalaciones hidráulicas de este espacio catalogado como Monumento Artístico. Ahora funciona como sala interactiva del Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental. El arquitecto Alberto Kalach desvió la calzada que pasaba frente a la fuente para construir una gran plaza que diera jerarquía al conjunto arquitectónico.

Para poder apreciar mejor el Tláloc diseñó un talud con una escalinata. Al interior del cárcamo se construyó una novedosa instalación sonora llamada La Cámara Lambdona, obra del artista mexicano Ariel Guzik, que a través del sonido evoca los sonidos del agua que una vez pasó por el lugar.

La restauración busca también dar a conocer que ésta es una de las bocas principales del sistema Lerma-Cutzamala, así como ofrecer información sobre la obra realizada por Rivera. La museografía incluye monitores interactivos donde los usuarios pueden consultar con detalle la historia del mural subacuático, que Rivera realizó con base en diversas teorías científicas sobre el origen acuático de la vida, así como sobre el sistema Lerma-Cutzamala.

Tras la grata visita al cárcamo, caminamos hacia el Lago Mayor, donde se encuentra el restaurante Meridiem, que los fines de semana ofrece sabrosos bufets en el desayuno y la comida. Tiene muy agradables vistas del lago y juegos infantiles.