Durante la audiencia pública sobre Sistema electoral y régimen político, magistrados y analistas se manifestaron en contra de crear un instituto nacional de elecciones, como se propone en la reforma política presentada por PAN y PRD, porque no necesariamente redundará en mejores procesos electorales; no necesariamente serán más baratos los comicios, y al tener que realizar miles de elecciones en el país se pueden multiplicar los problemas.

Flavio Galván expuso que la propuesta parece interesante, pero cuando veo la argumentación –para desaparecer los institutos estatales electorales con el propósito de impedir que sean controlados por los gobernadores– me acuerdo del refrán popular: muerto el enfermo se acaba la enfermedad. Yo creo que no. Se tiene que expedir un código nacional en el que se regulen todas las elecciones: federales, estatales, municipales y, probablemente, las de auxiliares municipales. La unificación de organismos electorales llevaría a un Estado centralista.

El magistrado señaló que “los problemas de facto se tienen que resolver de facto. Si los problemas son falta de desempeño técnico adecuado de los consejeros; si el problema es la falta de independencia de los consejos locales, si el problema fuera gasto electoral excesivo, estamos hablando de problemas de hecho, pero no podemos cambiar la realidad con un decreto; puede ser una ley extraordinaria, pero no acabaría con el mal”.

Propuso que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tenga autonomía y no dependa del Poder Judicial. Ése ha sido un error, y dijo que también la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales debe ser autónoma y no depender del titular de la Procuraduría  General de  la República y del Presidente de la República”.

Señaló que los problemas que se presentan en el sistema son la falta de desempeño técnico e independencia de los consejeros locales, así como el gasto excesivo en las campañas, pero la realidad fáctica no se puede cambiar con un decreto, ley o reforma constitucional extraordinaria, porque no acabaría con el mal.