Viven en madrigueras
entre agua fangosa y basura; muchos se vuelven adictos
El canaldel río Tijuana, residencia de 150 deportados de EU; esperan volver a cruzar
Denuncia activista que autoridades regresan a criminales a esta zona, lo que aumenta la inseguridad
Jueves 20 de junio de 2013, p. 14
Tijuana, BC.
A cinco metros de la línea amarilla que indica el límite entre México y Estados Unidos, Martha construyó su casa; desde hace dos años confía en que sea sólo un hogar temporal.
Es un espacio de escasos dos metros cuadrados: con unos botes de plástico improvisó una mesa, sobre la cual puso un estéreo y un poni de peluche; también hay un peine, una vela, una pequeña plantita y varios alhajeros. Al fondo, su cama.
Los “vecinos“ de esta mujer, procedente de Guadalajara y que vivió más de 20 años en California, son los agentes de la Patrulla Fronteriza, del Instituto Nacional de Migración y de la aduana mexicana.
Ella los mira a diario; comparten el mismo paisaje, el cual pretende dejar en cuanto pueda cruzar la línea para rencontrarse con su hija adolescente, que no ve desde hace dos años, cuando la deportaron de California.
Tras su retorno, vivió en un albergue para migrantes, pero ahora, junto con un novio –que conoció en el canal–, armó su lugar para vivir. Estoy más a gusto aquí
, comenta.
Desde el moderno centro de inspección fronteriza El Chaparral, no se ve la casa de Martha porque al igual que otras, acondicionadas
en la canalización del río Tijuana, están debajo de la tierra, como madrigueras. En el pasillo de concreto de varios kilómetros de largo, de aguas fangosas, comida en putrefacción, basura, miseria y drogas, viven unas 150 personas, algunos adictos, otros indigentes, que algún día, como Martha, fueron deportados.
Se suman varios cientos de personas que a diario transitan la zona, que, se sabe, es un punto de inseguridad
, según los tijuanenses.
Micaela Saucedo, quien ha dedicado más de 40 años al apoyo de los migrantes más pobres en el centro de esta frontera, (y cuya presencia hace posible esta interacción con los inquilinos
del canal) explica: El gobierno no los ayuda, ni para que se queden ni para que regresen a su lugar de origen; aquí se deprimen, por eso es muy fácil que sean enganchados por el crimen
.
Afuera de una compuerta del canal, que también es usada como vivienda por la gente en situación de calle, comenta que hay de todo: “Es más fácil para ellos estar aquí y cuando hay la oportunidad se cruzan; están cuidando que se pueda o cuando hay neblina.
“Si los agarran, ahora los están mandando (deportando de Estados Unidos) para Tamaulipas; yo creo que ahí es cuando caen en la droga, en el alcohol y muchos ya se quedan. Algunos desde las cuatro de la mañana se van para la línea, corren antes que la policía llegue; a veces, si tienen suerte cruzan, pero si se van quedando se ponen a trabajar en lo que sea; unos reciclan (botellas de plástico) o piden dinero. El que ya está muy metido
nomás va a la línea a talonear y regresa aquí por la droga.
“Veo muy mal la situación porque nos están aventando (deportando) puro ex presidiario, que son miembros de pandillas y por eso el problema en Tijuana se agrava más, es decir, ya no nos avientan al migrante común, trabajador, el que lo agarran en el campo, en una maquila, en el centro de Los Ángeles; ahora los están aventando de las prisiones. Eso es lo más grave. Los enganchan los pandilleros o los que regresan de allá buscan a sus contactos del crimen organizado o reclutan gente porque el criminal sabe usar armas, sabe tirar”.