ay asuntos que por su importancia, todo mexicano debe tener presente. La reforma en telecomunicaciones es uno de ellos. Es un gran reto socializarla sin causar recelos, por ser una cuestión muy técnica, que exige adentrarse en la jerga de los comunicólogos, vagar por recodos legales muy específicos y explorar principios de competencia económica, así como discutir detalles periodísticos, sociológicos y tecnológicos. Sin embargo, existe un cuerpo de elementos mínimos a comentar que formarán parte de la discusión pública durante los próximos meses.
La reforma es multicapa: implica telecomunicaciones, radiodifusión, competencia económica y derecho a la información. Respecto a la oferta visual y buscando robustecer la competencia, se estableció que se licitarán dos nuevas cadenas de televisión, por las que no pueden concursar Televisa ni Tv Azteca. Es positivo que el principio para otorgar concesiones sea técnico y no político. Se debe tener en cuenta que el espectro radioeléctrico es un bien de la Nación y que al ser parte del territorio, es un área estratégica que debe vigilarse con rigor, por ser pieza fundamental de la soberanía.
La digitalización permitirá la multiplicación exponencial de las señales televisivas. Es una oportunidad histórica para fomentar la pluralidad, pero hay que considerar que tener muchos canales no implica necesariamente diversidad de voces, pues puede ser la misma voz ideológica repetida por múltiples caminos.
Pasemos a las tecnologías de la comunicación. En este momento, 74 por ciento de mexicanos no tienen acceso en su hogar a Internet, en tanto 16 por ciento no cuenta con telefonía. Es una brecha gigante. Ahora el Estado tiene la obligación de dar cobertura de banda ancha e Internet. Se reconocieron también constitucionalmente los medios de uso social y las radios comunitarias, pero la lucha será por determinar las modalidades para hacerlo realidad. Si bien los derechos de los usuarios a las telecomunicaciones están presentes, el horizonte debe ser los derechos de las audiencias, donde se considera la dimensión activa del sujeto y su papel respecto de los contenidos.
Así, parece la tarea de un santo patrono el establecer criterios sobre la calidad, sentido y deber ser de los productos visuales. Lo cierto es que la ausencia de teorías indiscutibles no pesa a la práctica, que ya ha normado sobre la marcha y donde san consumo dispone bien y mal, calidad, viabilidad y restricciones para las producciones en México.
El proceso legislativo dispone que una vez promulgada la reforma, el Congreso tendrá hasta 180 días para aprobar la correspondiente ley reglamentaria. Las dificultades, pugnas, hoyos negros argumentativos, avances y retrocesos en la construcción de acuerdos de la reforma constitucional serán como un paseo en una carreta de heno alrededor de un manzanar, equiparado con las batallas que se presentarán en la regulación a discutir.
En nuestro contexto, la reforma es un avance porque nos rescata de la inercia del retraso, pero no es una apuesta progresista. Se trata de la actualización mínima necesaria para empezar a contemporanizarnos con otros países. Vale recalcar que es una digna recompensa al trabajo de activistas, académicos y organizaciones que por décadas impulsaron la urgencia de enmiendas profundas. También es imprescindible reconocer la importancia de las protestas juveniles, donde señalamos que el país es gobernado por élites que se han valido de los medios de comunicación para promover ciertas posturas y relegar otras, por lo que en México tenemos alternancia partidista y no de política económica.
En el plano mundial, vivimos una coyuntura crucial, porque los medios están cambiando, lo que mueve a las sociedades en la ruta de transformaciones poderosas. Día a día crece la migración a otras fuentes de información, mientras aumenta gradualmente la interacción entre emisor y receptor, que tienen una relación más dinámica.
Las plataformas de la comunicación se tecnifican y eso abre campo a nuevas posibilidades: hoy con un celular inteligente se puede hacer un programa televisivo, una denuncia pública o registrar en primera persona un acontecimiento mientras ocurre, como testimonio del ciudadano-reportero sobre los hechos. Todos estos cambios son veloces y por ello, difíciles de fotografiar, pero desencadenan crisis y restructuraciones de las fórmulas de dominio, porque las relaciones de poder se definen, refuerzan y consagran en los mass media.
Tenemos la oportunidad irrepetible de ampliar mentalidades, modificar hábitos de consumo y generar una cultura democrática activa. Eso es la esencia de la reforma. Depende de sociedades informadas, escuchadas e incluidas, la posibilidad de girar favorablemente en situaciones de cambio.
*Mesa de Democratización de Medios #YoSoy132