annes, 18 de mayo. Decepcionante es el adjetivo para describir a Jimmy P., el más reciente trabajo del cineasta francés Arnaud Desplechin, quien en 2008 presentó aquí mismo Un conte de Noël, una de sus mejores realizaciones y que, hasta donde recuerdo, no se ha exhibido en México (hago la salvedad para que luego no me reclamen los organizadores de FICUNAM por no haberme aprendido toda su programación de memoria). Con el título adicional de Psycotherapy of an Indian of the Plains (Sicoterapia de un indio de las llanuras), la película es precisamente eso: en 1948, el personaje titular (Be- nicio del Toro) es un veterano de la segunda guerra que sufre cegadores dolores de cabeza; como los doctores no le encuentran ningún mal fisiológico de-ciden llamar a un sicoanalista francés de origen húngaro, el doctor Georges Devereux (Mathieu Amalric).
Desplechin hace la descripción clínica de ese proceso terapéutico en que se indaga en el pasado del nativo americano para conocer el origen de su patología. Eso quizá sea de mucho interés para los especialistas pero como relato cinematográfico peca de plano y monótono. Incluso las secuencias oníricas remiten al cine sicoanalítico de los años 40 por su literalidad. Aunque Del Toro y Amalric son actores de probada solvencia su interacción no es lo suficientemente dramática para que Jimmy P. ejerza alguna fuerza emocional.
Más afortunada en ese sentido fue la concursante japonesa Soshite chichi ni Naru (De tal padre, tal hijo), de Hirokazu Kore-eda, sobre el dilema que enfrenta una próspera pareja cuando descubre que, por un cambio realizado en el hospital donde nació, su hijo de seis pertenece, en realidad, a otra familia que, a su vez ha criado a su verdadero retoño. El cineasta, nuevamente preocupado como en cintas anteriores por la familia y el mundo de los niños, enfoca la transformación del ambicioso padre (el también cantante Masaharu Fukuyama) que se encontraba frustrado por el bajo rendimiento de su pequeño y le exigía un mayor esfuerzo.
Quizá sea algo esquemático el contraste entre los dos hogares: el padre rico es estirado y severo, mientras el otro –apenas un abarrotero– es un tipo terrenal que sabe divertirse y jugar con sus hijos. Sin embargo, la sinceridad de Kore-eda hace que la resolución final consiga ser emotiva, sin caer en la melcocha. Hasta ahora ha sido la película más aplaudida en su pase de prensa; lo cual también llevó a especular que, con su tema infantil, sí sería del gusto de Steven Spielberg.
Mal anda el festival si nos atenemos al clima o a las actividades criminales que han ocupado los titulares por estos días. En los veintipico años que uno lleva cubriendo Cannes nunca había presenciado una lluvia tan tenaz como la de hoy. La mayoría de los asistentes han llegado empapados al interior del Palais del festival, porque el aguacero se ha mantenido ininterrumpido. (Por esa razón, quien esto escribe ya no llegó a la sala Croisette al estreno de La danza de la realidad, la nueva película de Alejandro Jodorowsky. Que sus cultistas me perdonen).
El tiempo ha sido tan inclemente que corren rumores sobre la posibilidad de cambiar las fechas del festival al inicio de junio. Porque ciertamente la lluvia ha afectado todas sus actividades –no les quiero contar lo que es el desfile de celebridades con paraguas sobre una alfombra roja empapada– e incluso la vida comercial de la ciudad.
Ahora bien, el robo de joyas Chopard y el perturbado que amenazó a los peatones de la Croisette con una falsa granada, son el tipo de sucesos que sólo acrecientan las medidas de seguridad. Por lo pronto, los organizadores estaban temerosos desde un principio por lo que la entrada al Palais y sus salas cinematográficas ha sido diariamente sometida a una revisión rigurosa por la cual hasta las botellas de agua son confiscadas. Eso sí, que nadie toque los paraguas.
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