Acapulco, Gro., 18 de mayo.

Originaria de Tlapa de Comonfort, región de La Montaña, y de ascendencia nahua, Guadalupe Rosendo llegó a Acapulco hace 20 años con su padre, cuatro medias hermanas y tres hermanos en busca de sustento, pero sólo halló angustia y sufrimiento.

Tiene 30 años, un hijo de 7 y un esposo de 46 que no trabaja desde hace dos meses por una afección en la garganta, que lo hizo perder su empleo de guardia privado. El centro de salud más cercano, en la colonia El Porvenir, es poco fiable y cierra temprano.

Un alacrán picó hace poco a Guadalupe –fue la segunda ocasión en el año, pues abundan en su barrio–, pero mejor me aguanté el dolor como dos horas, si no tengo ni para medicina.

Su vivienda está en la parte alta de la colonia Ampliación Amalia Solórzano, a menos de 15 minutos de la zona Diamante de Acapulco, de complejos hoteleros imponentes.

Afuera de su casa de 16 metros cuadrados, construida con cemento, teja y material reciclado, bajo cinco árboles de limón que sembró con su marido hace 10 años y plantas de chile, para tener al menos algo que comer, se ven miles de viviendas de interés social construidas en los 10 años recientes en Llano Largo, a un costado del bulevar Cayaco-Puerto Marqués.

La familia depende del abuelo paterno, quien recibe una pensión que el viernes alcanzó para comer tortillas tostadas. Guadalupe no quiere trabajar, pues ¿quién me va a cuidar al niño?

La bolsa de leche Liconsa cuesta 9 pesos y para tomar agua, Guadalupe va a un arroyo en la barranca aunque vecinos temen que esté contaminado, pues las casas no tienen drenaje y vierten desechos en él.

En el recorrido por la colonia Amalia Solórzano acompañan al reportero entre siete y 10 mujeres, algunas con niños en brazos. Sus maridos trabajan, las dejaron o los mataron. Los caminos son mezcla de arena, concreto, maleza y rocas; cuanto más se sube, las casas de madera, algunas de cemento rodeadas de tela de alambre, adobe y lámina, se observan incrustadas en las laderas del monte.

En la calle Manantiales, cuatro mujeres preparan desde temprano una fogata de ramas viejas y hojas secas para preparar pozole, que venden los sábados a 20 pesos el platito. Lamentos y reproches fluyen, las cuatro suman 10 hijos. Se cuenta que dos calles arriba dos padres de familia se suicidaron por la crisis.

Norma Luz de la Paz es esposa de un taxista que labora en un hotel lujoso de la avenida Escénica, “pero como están las cosas ya no tenemos dinero, sus clientes americanos de años le llaman para decir que no vendrán por la inseguridad”. Para llegar a la escuela, ella prefiere caminar a diario hasta Llano Largo con tres hijos en lugar de pagar 7 pesos por persona en el taxi colectivo. Bajada y subida.

Tampoco hay alumbrado público. Pobladores estiman que más de 10 mil familias de las colonias Vista Diamante, Amalia Solórzano, Altos de Navidad, Villa Guadalupe y Sol Azteca, entre otras, convergen en la parte alta de Llano Largo y ninguna tiene escrituras de propiedad, por lo que la Comisión Federal de Electricidad no tiene prevista una expansión en esa zona.

Cuando la sequía termine con los arroyos subterráneos, los vecinos pelearán por cubetas de agua con piperos.

Sinforiano Hipólito, fundador de la colonia Amalia Solórzano, señaló: Estamos viviendo en las colonias del puerto más bonito del mundo, parece nada, pero tenemos mucha pobreza.

Sufren desnutrición y les faltan espacios de calidad para viviendas

Héctor Briseño Corresponsal

Acapulco, Gro., 18 de mayo.

Más de la mitad de habitantes de Acapulco vive en pobreza, lo que significa que más de 400 mil personas no tienen acceso a servicios de salud ni educativos, tampoco alimentación suficiente o un espacio de calidad para vivienda con servicios básicos.

Un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social realizado en 2010, cuando apenas comenzaban los efectos de las crisis de la influenza humana, además de la económica y de inseguridad, señala que en el puerto viven 405 mil 499 personas pobres, 51.6 por ciento de la población total del municipio, de 789 mil 971, de acuerdo con el censo de ese año efectuado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Estimaciones oficiales señalan que 298 mil 451 personas viven como pobres moderados, y 107 mil 48 habitantes viven en situación de pobreza extrema; mientras 356 mil 24 personas viven con tres carencias sociales, ya sea de salud, educación, seguridad social o vivienda digna; 150 mil 999 pobladores tienen rezago educativo y 448 mil 400 habitantes viven con ingreso inferior a la línea de bienestar.

Entre 2000 (cuando Acapulco tenía 717 mil 766 habitantes) y 2010, la población creció aproximadamente 10 por ciento, por lo que ahora concentra 17.7 por ciento de los pobres en Guerrero, donde se calcula que habitan 2 millones 286 mil pobladores en pobreza, dos terceras partes de los 3 millones 388 mil 768 habitantes en la entidad.

Hasta 2010, según el Inegi, de las 203 mil 155 casas habitadas en el municipio, 22 mil 794 te-nían piso de tierra –11.22 por ciento. Mil 111 casas no disponen de energía eléctrica, al menos de manera oficial, es decir, 0.5 por ciento de las casas habitadas; 48 mil 575 viviendas no disponen de agua entubada, casi 24 por ciento de las casas habitadas en el puerto; 17 mil 711 no cuentan con drenaje, aproximadamente 8 por ciento de la casas habitadas.

Los municipios con mayor número de personas en pobreza por arriba de Acapulco, en 2010, fueron Puebla, Puebla, donde habitan 732 mil 154 personas pobres; Iztapalapa, Distrito Federal, con 727 mil 128; Ecatepec, estado de México, con 723 mil 559; León, Guanajuato, con 600 mil 145 pobladores en esa condición; Tijuana, Baja California, con 525 mil 769.

Asimismo, Ciudad Juárez, Chihuahua, con 494 mil 726 habitantes pobres; Nezahualcóyotl, estado de México, 462 mil 405; Toluca, México, con 407 mil 691 pobres; y Acapulco, con 405 mil 499, con más pobres incluso que la delegación Gustavo A. Madero del Distrito Federal, que registró 356 mil 328 personas en dicha situación.