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La artista presenta su exposición Cúmulo, en el Museo Nacional de San Carlos

Maribel Portela reconstruye formas de la naturaleza mediante esculturas de papel

Hurga en el infinito campo de las texturas y colores para transformar ese material

 
Periódico La Jornada
Miércoles 15 de mayo de 2013, p. 6

Llevar hasta las últimas consecuencias la transformación del papel en esculturas que reconstruyen la naturaleza y sus formas orgánicas es el trabajo de la artista Maribel Portela en la exposición Cúmulo, inaugurada el sábado pasado en el Museo Nacional de San Carlos.

Una serie de estampas romanas realizadas en el siglo XVIII fueron el punto de partida de Portela (DF, 1960) para crear la decena de piezas en papel, madera y semillas que remiten a flores, capullos y nubes.

Es un interés de explorar y averiguar el infinito campo de las formas, las texturas y los colores. De ahí parte toda esta idea de recrear de otra manera con semillas y papel, al llevarlo hasta sus últimas consecuencias, expresó la escultora antes de la apertura de la muestra.

La inspiración y la reinterpretación de las obras realizadas siglos atrás por Giovanni Volpato, Giovanni Ottaviani y Pietro Camporesi es parte de la iniciativa reciente del museo para provocar un diálogo entre su acervo, integrado por 2 mil 16 piezas que van del siglo XIV hasta principios del XX, y la creación de obras de artistas contemporáneos ex profeso para el espacio ubicado en Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera.

Todo lo que hace el museo está en diálogo con las piezas que resguarda y con el edificio diseñado por Manuel Tolsá, afirmó Carmen Gaitán, directora del espacio cultural.

Un cúmulo blanco, nube de pétalos, pende del techo del patio ubicado en el inmueble neoclásico que hoy es la sede del Museo Nacional de San Carlos. La escultura monumental hecha con 13 mil pliegos de papel china cosidos, arrugados y alborozados es la pieza central de la muestra y le da título.

Delirio decorativo

Bajo su sombra, en la Galería Roja, un petate invita a recostarse a observar las formas, como en los prados se ve el pasar de las nubes y la mente dibuja sorpresivas figuras. En el mismo espacio, al entrar el visitante encuentra un enorme jarrón: violetas, grises y negruzcos habitan el follaje del gran ramo que supera la escala humana. Tiño, decoloro, vuelvo a teñir el papel, describió Portela.

Siete piezas, naturaleza encapsulada en vitrinas, conforman el resto de la muestra. Las esculturas en menor formato están construidas con papel japonés impreso con las estampas realizadas en Roma.

Como constancia, la presencia de los antiguos grabados en forma de reproducciones digitales se exhiben impresas también en los muros: faunos, hombres desnudos coronados de laureles y harpías que decoraron las estancias del Vaticano. Grabados de exuberante riqueza barroca, en los que sobresale el delirio decorativo de frutos y flores que engarzan en sensuales guirnaldas orgánicas.

Portela comentó que recibió una invitación del recinto para entablar un diálogo entre su trabajo personal y la colección del acervo. Entonces escogí los grabados de Ottaviani, que datan de 1760 y están llenos de ornamentos, frutos, flores y abordan la naturaleza.