Opinión
Ver día anteriorSábado 11 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Qué transa
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i algo no se le puede reprochar al cineasta británico Danny Boyle es la monotonía. Su filmografía es tan diversa como la de su compatriota Michael Winterbottom, si bien Boyle ha mostrado mayor consistencia estilística.

El realizador es tan versátil que incluso se permitió organizar las ceremonias de apertura y clausura para las Olimpiadas de Londres de 2012. Fue justo en el momento de esos menesteres cuando realizó En trance, su décimo largometraje. De hecho, la filmó en un descanso de ese trabajo y la editó ya concluidas las Olimpiadas.

Ese desarrollo interrumpido pudo haber influido en el resultado fragmentario de la película y su rebuscado contenido. Según ha declarado el propio Boyle en una entrevista a la revista Sight and Sound, con ella quiso hacer un homenaje al estilo caleidoscópico del gran Nicolas Roeg. Digamos que el esfuerzo se ha quedado corto.

La sinuosa narrativa de En trance, debida a los guionistas Joe Ahearne y John Hodge, abre con el robo de un cuadro de Goya, Brujas en vuelo, durante una subasta londinense. Uno de los empleados llamado Simon (James McAvoy) parece querer impedir el robo y recibe un fuerte golpe en la cabeza por parte de Franck (Vincent Cassel), el jefe de la banda. Sin embargo, el cuadro desaparece. Resulta que Simon es un traicionero cómplice que intentó quedarse con el cuadro pero, al haber sido conmocionado por el golpe, ha sufrido una amnesia que le impide recordar el sitio donde lo ha dejado. Para despertar su memoria, Franck decide someterlo a unas sesiones de hipnosis, conducidas por la doctora estadunidense Elizabeth Lamb (Rosario Dawson), quien se dará cuenta del verdadero propósito de la terapia.

Si creen que he revelado demasiado de la trama, no se preocupen. Eso es apenas el arranque de un truculento thriller neo noir, cuyo principal objetivo es confundir al espectador y mantenerlo atento a las vueltas de tuerca. Las vueltas son tan numerosas que el proyecto acaba por destornillarse.

Este es el tipo de películas en que, tras un elaborado juego de fantasías, alucinaciones y flashbacks, uno debe deducir cuál fue la verdadera historia y cuáles son las verdaderas personalidades de los tres personajes principales. Por supuesto, es Elizabeth quien resultará más importante a la trama de lo que aparenta, y será ella quien haga la consabida explicación final de todo lo que ha transcurrido en realidad. (Podemos esperar trampas en cualquier thriller que utilice la amnesia y la hipnosis como elementos centrales.)

A todo eso, Boyle aprovecha para ejercer nuevamente su estilo tecnopop de hacer cine, tan emparentado con los videoclips y los comerciales televisivos. Gracias en buena parte a la vistosa fotografía de Anthony Dod Mantle, ese despliegue formal es muy llamativo y sostiene el interés de un argumento que a fin de cuentas resulta muy banal. Pero toda esa pirotecnia visual no es suficiente para disfrazar el hecho de que la película no resiste el más somero análisis lógico.

Por otra parte, En trance remite al tono cruel y cínico de Tumba al ras de la tierra (1994), opera prima de Boyle. No es casual, pues Hedge fue también el guionista de aquella.

El asunto hasta se vuelve insensible en relación a la muerte de la única víctima inocente de la intriga. Sin embargo, En trance no deja un mal sabor de boca. No deja nada porque es básicamente insípida.

En trance

(Trance)

D: Danny Boyle/ G: Joe Ahearne y John Hodge, basado en un argumento de Ahearne/ F. en C: Anthony Dod Mantle/ M: Rick Smith/ Ed: John Harris/ Con: James McAvoy, Vincent Cassel, Rosario Dawson, Danny Sapani, Matt Cross/ Pathé, Cloud Eight, Decibel Films, Film Four. EU, Reino Unido, Australia, 2013.

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