a industria farmacéutica es uno de los principales intereses legítimos en la arena de la política pública de salud y seguridad social. Su criterio para medir la eficacia de cualquier sistema nacional de salud se estructura en función de cuánto gasta en medicamentos el país que conduce ese sistema de salud.
Para Dave Ricks, vicepresidente de Lilly, el universo de sistemas que –con este criterio de eficacia– ordenan las prioridades inmediatas de la firma puede enlistarse así: China va bien, Japón, no tanto y en los Estados Unidos, todo depende ( El País, 28/10/12).
China es prometedora porque constituye un país clave para la estrategia de desarrollo de Lilly en los mercados emergentes, sobre todo por su creciente población. El PIB per cápita se incrementa rápidamente y el gasto en salud sube de manera exponencial. El gobierno invierte sumas cada vez mayores para levantar un servicio de salud moderno y eficiente. Las enfermedades en China cambian muy rápidamente y se aproximan a las de Europa y EU –diabetes, cáncer y desórdenes mentales– las que, según Ricks mejor conocemos y podemos curar
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Mientras tanto, para Lilly, Japón supone un serio problema con la edad. Aunque es un país rico, su población se reduce y envejece. Pero se ha decidido invertir en un sistema de salud inclusivo, moderno y de calidad. Se trata de un sistema muy eficiente, pese a que sólo disponga de inversiones inferiores a 3 por ciento del PIB. Además, Japón sólo quiere lo mejor en innovación
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En Estados Unidos, el futuro depende de la reforma sanitaria de Obama. Aunque los recortes podrían tener un impacto presupuestal a largo plazo, por lo pronto el gasto general en salud no mermará. Estará en función del contexto económico. Hay partes de la Obamacare que Lilly ha aprobado y otras que nos convencen menos. Estamos de acuerdo con un sistema más inclusivo. 45 millones de personas no disponen de cobertura. Desde un punto de vista empresarial, un buen sistema sanitario consume más medicamentos. Pero hay aspectos en este cambio que nos preocupan. No queremos que sea la burocracia la que decida qué medicamentos se pueden o no tomar. Un mercado libre aumenta la eficiencia y reduce costos
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Frente a este cuadro, los países con los mercados más importantes para la industria: Canadá, Alemania, Japón, EU e Inglaterra han venido instrumentando diversos sistemas para el control del precio de los fármacos.
Según un reciente estudio de Pricewaterhousecoopers, en Alemania –desde 2010– cualquier nuevo medicamento debe compararse con productos similares un año antes de entrar al mercado para así establecer su precio, sobre la base de la efectividad publicitada. Por su parte, Inglaterra creará, a partir de 2014, un comité de evaluación de precios que se encargará de todos los nuevos medicamentos. Canadá ya prepara un organismo que negociará los precios de todos los fármacos que se adquieren en el país con vistas a evitar los diferenciales de precios que prevalecen entre las provincias. Desde abril de 2012 Japón impuso una disminución de 1.26 por ciento a todos los medicamentos de uso en el sistema de salud público.
Estos países, junto con Francia, generan 59 por ciento de todos los ingresos mundiales de la industria farmacéutica. Y, según Pricewaterhousecoopers, la mayoría de los mercados maduros ya utilizan el control directo o indirecto de precios, mientras el crecimiento en los mercados emergentes empeora
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¿Por qué? Rusia restringe la importación de medicamentos desde abril de 2010; India controla precios de 400 productos esenciales desde noviembre de 2011 y Turquía solicita mayores descuentos para los tratamientos que reembolsa desde su seguridad social ( Reforma, 26/11/12).
¿Y México? Hay que agregar el mercado de las medicinas sin receta (OTC, Over The Counter) que sumó, durante 2011, 2 mil millones de dólares, con 400 millones de productos. Sólo GlaxoSmithLine México expendió productos como Mejoral, Emulsión de Scott, Contac, Eye-Mo, Respira Mejor, NiQuitín y Tums, entre otros. Mientras los autoservicios, como la cadena Walmart, ofrece en sus farmacias desde vitamínicos y suplementos alimenticios hasta medicamentos de venta libre.
Por su parte, Genomma Lab encabeza la dominancia del mercado OTC (13.7 por ciento), seguida de Johnson&Johnson (11.3 por ciento) y Bayer (9 por ciento).
También es cierto que la buena racha del mercado OTC enfrenta la competencia de pacientes que recurren –cada vez más– a las consultas en farmacias, reducen la automedicación, evitan la compra de productos de venta libre y recurren a genéricos accesibles similares a los OTC, como los asociados con padecimientos gastrointestinales o respiratorios ( El Financiero, 7/1/13).
Afortunadamente, la Secretaría de Salud (Ssa) publicó en el Diario Oficial de la Federación del 7 de enero de 2013 la actualización de la NOM 220 SSA1 2012, para regular las actividades de farmacovigilancia. Ella pretende organizar los reportes de efectos adversos que un medicamento cause en los pacientes; marca plazos obligatorios para enviar dichos informes según la gravedad de las reacciones, determina vías de comunicación entre la autoridad y los sectores público y privado, y aplicará para las instituciones y organismos del Sistema Nacional de Salud, profesionales, centros de investigación clínica, titulares del registro sanitario, distribuidores y comercializadores, incluidas vacunas y remedios herbolarios.
No cabe duda que los medicamentos son un artefacto maravilloso cuyos dispositivos, ingeniería y magia seguirán siempre sorprendiendo, pero, ¿más gasto en medicamentos implica una mejor salud?
*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco