a traducción del título alemán de la obra de Sabine Wen-Ching Wang viene siendo araña –aunque extrañe que los traductores Maja Schnellmann y Pedro Altamirano no consideraran usar la variante al español, a lo mejor por razones de mercadotecnia–, probablemente como referencia a la locura, aunque nada tenga que ver con el contexto de la obra, a no ser las telarañas que se forman en la mente de los pacientes siquiátricos. Hace muchos años, tantos que yo era joven, un grupo de estudiantes inscritos en cursos de sicología fuimos llevados a un hospital siquiátrico privado y allí conocimos a entrañables personajes –que posiblemente hoy tendrían un régimen ambulatorio dado el avance de la ciencia médica– y aprendimos que la locura no sólo angustia a los pacientes sino esa angustia se refleja y probablemente es mayor en los familiares, lo que nos llevó algún tiempo tras haber traspasado el espejo y haber aceptado a nuestros notables pacientes. Traducir la enfermedad mental al teatro sin caer en excesos es una apuesta difícil que hace muy poco tiempo emprendió con talento Mario Iván Martínez, pero no a todos les es dado y los componentes de Conjuro Teatro, la agrupación que escenifica Spinnen, se inscriben en este último renglón, el de los fracasados traductores, quizás por las debilidades del texto, ciertamente por las deficiencias de dirección y actuaciones. (Aunque hay que decir a su favor que su agrupación es de las pocas que se han mantenido congruentes en sus propósitos iniciales, sin grandes deserciones ni escandalosas rupturas).
En la sala de fumar de una clínica siquiátrica se encuentran –con vestuario diseñado por Rosa Rodríguez– cuatro personajes, enfermos todos, sin ninguna enfermera o guardia que los vigile y atienda, aunque sea en apresurados recorridos, lo que de entrada ya produce una sensación de irrealidad si bien acorta la nómina. Pienso que una enfermera, aunque sea sin parlamentos, dotaría de mayor credibilidad a la escenificación y a lo mejor podría suprimirse, lo digo aunque me pareció lo más agradable del montaje, a la música. La sala, con diseño escenográfico de Víctor Padilla, consta de dos grandes divanes que recuerdan la terapia sicoanalítica. Al fondo, las tres puertas por donde aparecerá la violinista Martha Moreira que toca apacibles melodías –no las identifico, no soy música–, en abierta contradicción con lo que debería ser el sufrimiento de una mente enferma y los estragos del arácnido en ella. Antes de las puertas, el gran cenicero lleno de colillas (de lechuga, en lugar de tabaco, como los cigarrillos que fuman actrices y actores, aclara el programa de mano en una más de las campañas contra el cigarro habitual) atestigua la ansiedad de los paciente que la acción escénica omite. O si se prefiere la fuga: lo más bello del mundo es dormir
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La idea de que el público identifique como enfermo mental a Roby porque lleva al principio dos pares de anteojos es bastante pobre y da el tono del montaje dirigido por Dana Stella Aguilar. Roby es un pobre ser que oye voces y es el que se advierte más desesperado, lo que es comprensible, está actuado por Héctor Hugo Peña, quien tiene barruntos de actoralidad a pesar de la dirección que únicamente atiende el trazo, que es fluido y correcto, sin buscar mayores resonancias introspectivas. Mahalat Sánchez grita mucho, a lo mejor para incorporar a la bipolar Ruth, pero por momentos se torna desagradable la que es la más conocida columna del grupo y la de mayor trayectoria. Al músico y coreógrafo Duane Cochran le correspondió interpretar al extraño y desdichado Roberto, pero se extralimita en sus actitudes y gesticula como ningún enfermo lo haría. La joven Iazúa Larios cumple más con movimientos de expresión corporal que con parlamentos, a los que corta de manera muy curiosa, como en ninguna escuela de actuación enseña.
Aunque a algunos no nos haya gustado el montaje, hay que recalcar que trajo las mesas redondas acerca del tema: Locura y arte
el 19 de abril; Locura y clínica
, 26 de abril; Locura y filosofía
, 3 de mayo, y Locura, ARTE, filosofía y clínica
, el 10 de mayo. Todas a las 17:30 horas.