n el decenio pasado, en especial antes de 2008, el BRIC’s, así escrito, era presentado como un ladrillo recubierto con hoja de oro, ideal para edificar, bloque a bloque, una realidad de ganancias casi ilimitadas para inversionistas y especuladores arrojados. Cuatro países que marchaban en forma veloz, incluso acelerada, hacia las grandes ligas económicas globales –aunque al menos uno de ellos ya había llegado– y que ofrecían las mejores oportunidades de inversión, sobre todo si éstas se aprovechaban de la mano y bajo la guía de Goldman Sachs –la banca de inversión de bien ganadas y merecidas fama e infamia–, uno de cuyos ejecutivos había inventado, desde principios de siglo, tan atrayente acrónimo.
Con la gran recesión, que puso en entredicho el paradigma de la expansión irrestricta de los mercados no regulados, el lustre empezó a desgastarse, a pesar de que los cuatro se contaron entre los mejor librados y entre los que mejor respondieron a sus desafíos. Sin embargo, para el mundo de la especulación financiera global el lustre terminó de opacarse cuando los cuatro, en plena crisis, decidieron convertirse en el BRICS, así escrito: no un artilugio financiero sino un órgano intergubernamental. Casi desapareció cuando, volviendo la espalda al dogma de los mercados irrestrictos, adoptaron políticas anticíclicas activas y efectivas, con grado importante de intervención del Estado. Evitaron con ellas las peores consecuencias de la crisis, en términos de recesión, estancamiento y desempleo, al menos en un examen comparativo. Cuando, sobre todo en 2012, el remolino recesivo derivado de las propias secuelas de la crisis y de las absurdas políticas de austeridad forzada, adoptadas sobre todo en Europa, terminó por afectarlas en alguna medida, el ocaso del BRICS fue proclamado, con mal disimulado júbilo, en los círculos de la especulación financiera global.
Ahora, en el quinto año de la gran recesión, ¿qué perspectiva ofrece el BRICS? Los resultados de la reunión de sus líderes políticos en Durban el mes pasado no resultan demasiado alentadores y, quizá reconociéndolo, convinieron en volver a reunirse este mismo año, en septiembre. Tras el formidable impulso inicial de las dos primeras cumbres, en Ekaterimburgo y Brasilia, las de Delhi, Sanya y Durban no han fructificado por circunstancias más o menos aleatorias: un primer ministro de la India acosado por las inestabilidades de la difícil coalición política que lo sostiene; un presidente chino en el último año de su ejercicio, próximo a ser sustituido, y un líder sudafricano con enormes dificultades para dar la medida vis-à-vis sus predecesores. Es claro que el BRICS precisa de un mecanismo institucional menos inestable que las presidencias rotatorias y la carencia de instrumentos efectivos y permanentes de seguimiento y gestión. La dimensión de sus proyectos –ejemplificados en el banco de desarrollo del sur, por darle algún nombre– lo justifica plenamente.
Hace unos días, el Financial Times publicó un documentado reportaje sobre la situación y perspectiva del BRICS, en el que se subrayan elementos como los siguientes:
Dame la B. Brasil, quizá la más afectada de las economías del grupo por la recesión europea, también lo fue por la revaluación del real inducida por las políticas monetarias ultraliberalizadas de buena parte del mundo avanzado. Aunque el crecimiento se desplomó en 2012 –apenas 0.9 por ciento frente a 7.5 por ciento en 2010–, los salarios y la ocupación se han mantenido, conservando también las bases de una recuperación que puede ser desatada por un vigoroso programa de inversiones en infraestructura. En 2013 el crecimiento podría retornar al 4 por ciento.
Dame la R. Rusia fue la economía más dinámica de Europa en 2012, pero la nueva recesión en la zona del euro va a afectar sus ingresos por exportaciones de energéticos y otros commodities. Se piensa que un gasto militar en rápido crecimiento, que aumentaría casi 800 mil millones de dólares en los siguientes diez años, será un fuerte disparador de la actividad económica y, quizá, de procesos de innovación técnica largamente abandonados durante la transición. Se espera que, a mediados de año, una nueva gobernadora del banco central se preocupe más por el dinamismo y el empleo que por la mera estabilidad.
Dame la I. India parece destinada a un hiato prolongado en espera de las elecciones de mayo de 2014, que pueden llevar al poder a una nueva generación –de la misma familia–. La inercia del crecimiento acelerado puede mantener el ritmo en 5 por ciento, o por encima, que en términos comparativos dista de ser desdeñable. Una oleada de gasto público asociada a la coyuntura política, si bien puede no ser el mejor dirigido o el más productivo, estimularía el consumo y apoyaría la actividad. India debe encarar en forma decidida una nueva fase de su industrialización, que eleve el aporte del sector a por lo menos 25 por ciento del producto.
Dame la C. China, cuya transición gubernativa en cámara lenta se inició en noviembre y concluyó en marzo, está comprometida con la profundización de las políticas de apertura y reforma, según ha repetido incansablemente el presidente Xi Jinping. Sus tasas de crecimiento en los próximos años serán dos o cuatro puntos inferiores a las anteriores a la crisis, irrepetibles, pero seguirán siendo las mayores entre las grandes economías. Más dependiente del consumo interno, será menos vulnerable ante la coyuntura global.
Dame la S. Sudáfrica es, claramente, el eslabón más débil. Muy dependiente de sus exportaciones a los mercados europeos, estará muy afectada por la continuada crisis en la eurozona. Pero quizá tengan un mayor costo las dificultades políticas internas, desde los desencuentros dentro del Congreso Nacional Africano, el partido que produjo el milagro de desterrar el apartheid, hasta los intratables y sangrientos conflictos laborales en el sector minero. Los otros cuatro países podrían ensayar en Sudáfrica un nuevo tipo de operación de rescate, no de las finanzas y sus instituciones, sino de la economía real y del empleo.
BRICS. Los obituarios del grupo, que estuvieron tan publicitados los últimos meses y que eran leídos y comentados con mal disimulada shadenfreude en países como México, fueron sin duda prematuros.