Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Alamilla: Estática
L

a agradable galería del Seminario de Cultura Mexicana, ubicada en avenida Presidente Masaryk 526, Polanco, acoge en esta temporada una muestra individual de Miguel Ángel Alamilla, hacedor que no desdeña ni la tradición ni los posibles remanentes de una academia que en este caso rinde discreta pleitesía, sin aspavientos, a los procederes del expresionismo abstracto mediante 40 obras sobre papel fabriano, debidamente enmarcadas, realizadas en acrílico, gouache, acuarela y aguada. Aparentemente son muy libres, aleatorias, pero obedecen a una tectónica fuerte que ni a contrapelo suele abandonar a este artista.

El conjunto reúne trabajos realizados todos en 2012, podrían pensarse como actividades de investigación que buscan el comportamiento, la superposición y la densidad o desleimiento de la mancha.

La intención de estas composiciones pareciera ser seria y a la vez muy lúdica, experimental y simultáneamente conclusiva. Son composiciones que se bastan a sí mismas, aunque tal vez existiera la posibiidad de retomarlas en algunos casos para transportarlas a la tela.

Pero a la vez no tienen categoría de simples ejercicios, son experimentaciones hechas en primer término con el objetivo , pienso, de que su autor se observe a sí mismo en este quehacer que manifiesta sus capacidades visuales, técnicas y hasta de pulso.

El título con el que las reunió, pudo también corresponder la palabra que se le opone: dinámica y algo que provoca solaz en el espectador es ir viendo cómo los títulos individuales de cada pieza van correspondiendo a lo que el pintor les adjudicó cuando ya estaban realizadas. Lo que salió fue bautizado una vez ya concretado y ese proceder tiene que ver con la atención que el autor deposita en términos lingüísticos y escriturales.

Por ejemplo Acciones individuales parece resumir la índole del conjunto mediante contrastes no totalmente radicales, sino compensados: rojos sanguinolentos hacen pareja con el indispensable negro, que siempre sirve de contrapunto, aunque aquí no es saturado, sino desleído, entre grises muy tenues y un poco de azul.

Escuché decir a un espectador que los azules de Alamilla son sublimes. Yo me quedo con la idea de que están empleados con conocimiento de causa y no me puse a pensar en los alcances de ese dicho, sino en el hecho de que hay muy poco azul en nuestra naturaleza, excepto cuando los cielos son tan azules como los que versificó López Velarde, pero eso ocurre con poquísima frecuencia en el Distrito Federal.

Este tipo de obras permite a quien las observa adentrarse sesgadamente en los ánimos expresivos del artista y en sus búsquedas, cromáticas, geométricas y acaso también anímicas y para ello ayuda establecer la conexión entre lo que se ve y lo que se enuncia a través de unas cuantas palabras. Así, Materia inestable ofrece un color predominantemente ocre, bastante ensuciado para que no guarde parecido alguno con lo que pudiera ser un ocre dorado y brillante.

Aquí la luminosidad absoluta se le confinó al papel desnudo en una zona que parece desprenderse del extremo superior. Yo veo estos rasgos como estrategias pensadas en aras de investigar el comportamiento de los colores, sus contrastes y sus acciones ante el ojo que los observa.

Ese espacio desnudo al que me he referido asume una forma nítida que contrasta con las zonas imprecisas que arman la pieza, en contraste con lo que ocurre en Caserío, donde se perciben unos triángulos rectángulos netos color añil. Esta pieza es en cierto grado alegre, al contrario de Intervenciones, sugerente de bombardeos, catástrofes, desbarrancamientos. Aquí hay escasas zonas de luz, el papel, apenas virgen, se concentran en espacios minúsculos.

Entre Paisajes invisibles, los hay soleados, vivaces, antidepresivos, primaverales, esos calificativos –según mi sentir– vienen a la mente si se compara tal composición jocunda con otra que en cierto modo glosa los colores de un paisaje otoñal.

La galería, dirigida atinadamente por Sanda Raccota (lo digo porque es estupenda idea ofrecer una muestra como la que comento) ofrece como documento un díptico cuyo frontis es el cuadro que da título a la exposición: Estática que a mí me parece más bien dinámico, debido al complicado juego que ofrece de planos anteroposteriores sin que exista atisbo alguno de perspectiva.

Se acompaña de otras dos reproducciones de menor tamaño y de un texto escrito en Madrid, por Manuel R. Mora. Terminaré citándolo, porque al leerlo hasta casi concluir esta nota encontré que su visión acaba por coindicir con la mía: Aparente caos... manchas expandidas por una mano anárquica... ajena al rigor . A continuación añade que todo se vuelve lógico... la menor alteración del color o de la forma arruinaría el equilibrio. Eso indica que aún en los decires, y con un océano de por medio, puede haber coincidencias en los comentarios sobre pintura. A Alamilla se le identifica de primera mano y ese reconocer provoca gusto.