l Plan de San Luis, promulgado en octubre de 1910 por Francisco I. Madero, desató una revolución. En ese documento, el llamado a la rebelión está así justificado: un gobierno autocrático utilizó todo su poder para impedir la libre expresión del sufragio ciudadano e imponer a sus candidatos y, al cancelar de esa manera las vías legales de alternancia en el poder, no dejaba al pueblo de México otro camino que el de las armas.
Así fue: se reprimió sistemáticamente y de muchas maneras al Partido Nacional Antirreleccionista (PNA), de tal modo que el día de las elecciones estaban en prisión el candidato presidencial opositor, Francisco I. Madero, y el presidente honorario y el primer vocal del comité ejecutivo electoral del partido, Emilio Vázquez Gómez y Roque Estrada. La persecución y las amenazas habían obligado a huir del país al presidente y al vicepresidente del comité, Francisco Martínez Baca y Juan Sánchez Azcona, así como al candidato a la vicepresidencia, Francisco Vázquez Gómez. Muchos dirigentes regionales estaban también en prisión, exiliados o escondidos.
Pasadas las elecciones, Federico González Garza, presidente en funciones del PNA, por prisión o exilio de las cabezas del comité, reunió la documentación probatoria del fraude electoral, y redactó un memorial que presentó al Congreso de la Unión:
Venimos a levantar la más solemne de las protestas por las punibles infracciones cometidas a la ley electoral vigente y por los incalificables atentados que se perpetraron a nuestras instituciones en las elecciones que para funcionarios federales se verificaron en los meses de junio y julio últimos, y a reclamar, como su natural y legítima consecuencia, la nulidad de las mismas elecciones
.
El memorial documentaba: 1) la represión sistemática arriba mencionada; 2) la preparación del fraude mediante el empadronamiento electivo, la amenaza abierta a los simpatizantes de Madero y el control de las mesas electorales, y 3) el fraude propiamente dicho.
El fraude fue en todas partes descarado; las mesas estuvieron en continua comunicación con las autoridades y con los jefes de policía; si los antirreleccionistas estaban por ganar una elección, rápida y disimuladamente se sacaba del cajón de la mesa un fajo de boletas falsificadas y por arte de prestidigitación todas las cosas cambiaban y cuando no se tenían ocultas esas boletas, en el acto llegaba un gendarme con el rollo de falsas boletas y las ponía en manos del presidente, diciéndole, unas veces con infinito descaro y otras con absoluta inconsciencia, que se las enviaba el jefe político o el presidente municipal.
Tras enumerar las formas del fraude, se adjuntaban las pruebas documentales: testimonios, protestas firmadas a veces por centenares de ciudadanos, actas levantadas ante el Ministerio Público, siempre aludiendo a las leyes violentadas mediante los actos denunciados. A la lista de pruebas seguía un bien fundado alegato jurídico, que muestra que las causales previstas por las leyes para declarar la nulidad de una elección estaban perfectamente comprobadas
por la documentación presentada, y eran plenamente suficientes
. También se cita con acierto la jurisprudencia que obligaba a la Cámara a conocer estos hechos y resolver sobre la petición
de nulidad.
El 10 de septiembre la Cámara respondió con siete palabras que recuerdan el fallo del tribunal electoral en 2006: no ha lugar a lo que objetan
. Los antirreleccionistas presentaron nueva documentación el 23 de septiembre y el día 27 recibieron la respuesta definitiva, tan carente de explicaciones y argumentos como la primera (no ha lugar
). Al día siguiente la Cámara hizo la declaración formal del triunfo de los candidatos oficiales. Sólo entonces se fugó Madero de San Luis Potosí y llamó a la lucha armada, pues habiéndose cerrado todas las vías (la organización obrera, los amparos y demandas jurídicas de las comunidades, el periodismo de oposición y finalmente, la lucha democrática) la insurrección era el último camino.
Fue el régimen el que provocó la violencia revolucionaria y fue el fraude electoral su detonante explícito. Muchos ciudadanos hoy se preguntan, me preguntan abiertamente por los paralelismos de 1910 con la actualidad. Pensemos mejor en las diferencias: en 1910 se cerraron todas las vías, no sólo la electoral. Hoy hay múltiples caminos de organización, protesta, disidencia y construcción de alternativas económicas y sociales desde abajo. Además, quienes hacen esas preguntas desconocen los costos y olvidan que México perdió un millón de personas en los años revolucionarios: hoy nos aterrorizan los resultados de la guerra de Calderón… ¿se imaginan los 8 millones que equivalen al millón de muertos y exiliados de entonces?
Twitter: @salme_villista