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La primera campeona mundial latinoamericana recibió más golpes abajo del cuadrilátero

Laura Serrano: el difícil inicio del boxeo femenil en México

Hace 14 años enfrentó a las autoridades para que lo aprobaran en el DF

Regresó al gimnasio para cosechar lo que sembré

Este deporte la sorprendió como el pilar de su vida

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Laura Serrano, de nuevo con los guantes, como a lo largo de 24 añosFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Sábado 4 de mayo de 2013, p. a13

Al gimnasio Nuevo Jordán regresó una de las estrellas boxísticas de México y no es precisamente un varón. Se trata de la pionera del pugilismo rosa en tierras mexicanas y que en 1999 se enfrentó a las autoridades para legalizar las peleas entre féminas en el Distrito Federal.

A sus 45 años, Laura Serrano demuestra que aún tiene fuerza para golpear peras y costales en el recinto donde entrenaba en 1995, año en que se convirtió en la primer latinoamericana en ganar un título mundial.

Luego de cuatro años de su última contienda como profesional, la Poeta del ring retornó en 2011 a los encordados, pero no por dinero, porque materialmente el boxeo nunca me dejó nada, sino para tratar de cosechar lo que sembré y por la férrea pasión que desde hace 24 años profesa por este deporte.

Entre un grupo de hombres que se retan a golpes en el gimnasio de la calle Buen Tono sobresale una mujer otoñal con fuertes músculos, cabello corto, playera rosa y guantes negros. Una combatiente que la historia ha marcado como reina sin corona, vencedora de fuertes golpeadoras, pero despojada de esas victorias.

A mí no me gustaba el boxeo, para mí era como regresar a la barbarie, confiesa Laura, quien en la década de los 80 no imaginó que se convertiría en uno de los emblemas más importantes del deporte de los puños en México, tanto arriba como abajo del cuadrilátero.

El dinero no es lo más importante

En dos décadas, Serrano García ha protagonizado 25 batallas, de las cuales en 17 ocasiones se alzó con la victoria, en cinco se le marcó la derrota y en tres fue golpeada por el empate. Su reaparición en el ring no fue con tal centelleo como se esperaba: apenas un empate y una derrota.

Sin embargo, reiteró que no se pone los guantes por dinero. Al sumar la bolsa de seis de sus contiendas más relevantes, las mejor pagadas en toda su carrera, la cifra apenas llegaría a los 30 mil dólares, eso sin restar el pago a mánager, representante y gastos médicos y de entrenamiento. Los números indican que un hombre al contender por un campeonato mundial podría ganar al menos 100 mil dólares.

Laura no sube al cuadrilátero sólo por dinero. Ella se pone los guantes porque está acostumbrada a encarar directamente a cualquier rival, así sea una triple monarca mundial, como Christy Martin, el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) o las autoridades capitalinas.

Desde el hogar, Serrano se opuso al machismo. Era la única mujer entre cuatro hermanos varones y yo era la que tenía que lavar, planchar y cocinar, hasta que me harté. Sin embargo, estar rodeada de hombres también influyó para que se forjara una personalidad contrastante: Puedo ser la mujer más tranquila y por el otro muy ruda; eso sí, soy muy sensible, muy llorona.

Aunque desde niña la literatura y deportes como futbol y natación fueron su principal afición, sin proponérselo el pugilismo se convirtió en el principal pilar de su vida.

–¿Por qué elegir el boxeo, un deporte tan agresivo y que era exclusivo del género masculino?

–Es una pregunta que no puedo responder porque yo no escogí el boxeo, él me escogió a mí.

Y como muchos otros peleadores lo han sentenciado, el pugilismo es una adicción.

En el caso de Laura Serrano comenzó cuando presenció el entrenamiento de una joven en Ciudad Universitaria. “Yo sólo quería hacer ejercicio, ya me habían fracturado la nariz en soccer y no quería que tocaran mi cara”.

Contrastes y robo de peleas

Paradójica y hasta cierto punto injusta es como se podría resumir su carrera en los cuadriláteros.

El robo de peleas y las decisiones injustas fueron obstáculos que enfrentó en diversas ocasiones. También habría que sumar la discriminación por ser mujer y mexicana, otra constante con la que tuvo que luchar al tiempo que soltaba golpes para destacar en un deporte reservado para hombres.

Vamos a ver como se dan en la madre las viejas es una frase que acompañó a la Poeta del ring desde sus primeras peleas como amateur, etapa que incluso tuvo que esconder de sus padres, quienes hasta la fecha se dedican a la venta de tamales, pues se oponían a que practicara una actividad tan agresiva.

Recuerda un gimnasio en Pantitlán, donde los vestidores olían a orines. Era un lugar lúgubre. La gente se reía como si fueras espectáculo de circo.

Pero su talento, lleno de estética y limpieza entre cada jab y upper, la hizo resaltar y el debut profesional llegó el 7 de mayo de 1994 en uno de los hoteles más grandes del mundo: el MGM de Las Vegas.

La función estelar era entre Julio César Chávez y Frankie Randall. La rival de Laura, una estadunidense con tres cinturones mundiales, que en ese entonces contaba 21 victorias, un empate y sólo una derrota. El nombre atemorizaba al resto de las peleadoras: Christy Martin.

Mil 500 dólares fue la paga. Yo iba con todo en contra. El boxeo femenil estaba prohibido en México y viajé sin entrenador porque podían sancionarlo. No sabía hablar inglés, sufrí discriminación, pero eso no me afectó en el cuadrilátero.

Detalles que desequilibrarían a cualquiera no intimidaron a Serrano, pues con temple salió a demostrar que era digna de brillar en la disciplina que hizo leyenda a Muhammad Alí, a tal grado que en los últimos episodios su contrincante no encontraba salida a los golpes que le conectaba.

Toda la pelea fue de mi lado, quizá ganó el primer asalto, pero lo demás fue para mí. Estuve a punto de tirarla, narra con destellos de efusión que se apagan al recordar el resultado: un empate que muchos tacharon de robo para la debutante, porque no podían dejar que ganara una mexicana.

Sin embargo, en su segunda batalla como profesional logró consagrar su nombre. El 20 de abril de 1995 Laura Serrano García se proclamó como la primera latinoamericana en coronarse campeona del mundo.

En una velada de ensueño, en una función con otros cuatro títulos mundiales femeniles en juego, dominó a Deirdre Gogarty en el casino Aladdin de Las Vegas y se alzó con el título en peso pluma de la Federación Internacional de Boxeo Femenil.

–¿Cómo recuerdas la noche en que conseguiste el cetro mundial?

–También pasaron cosas muy difíciles, pero es algo que me da satisfacción y orgullo. Mi rival fue la irlandesa Gogarty –en ese momento con récord de siete victorias, tres derrotas y dos empates–. Por esa pelea me pagaron dos mil dólares y era un campeonato del mundo. Mi contrincante era favorita, muy buena, más alta que yo, pero mi ventaja estaba en el peso.

De manera inevitable una sonrisa de satisfacción y una mirada que se imposibilita para guardar lágrimas saltan en su rostro al evocar la batalla que la inmortalizó: “Fue una tremenda pelea, duró siete rounds, pero fue de gran calidad. Recordé las palabras de mi hermano Marco: ‘no hay mañana’. Entonces salí como perro, como piraña. En la esquina de Deirdre tiraron la toalla y me coroné. No sabes la emoción...”