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Eugenio Polgovsky presentó su película en el Festival de Cine Riviera Maya

Mitote, diálogo entre nuestra historia en piedras y los rostros vivos

“Quise filmar la memoria colectiva, dar un punto de vista de mi ciudad, dice el realizador

En la Plaza de la Constitución podemos hacer una radiografía sonora, visual y simbólica

Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 24 de abril de 2013, p. 8

Playa del Carmen, 23 de abril.

La palabra México no se pronuncia con la fonética de la j, como la expresión jícama. México se dice: Meshico, arrastrando las letras s y h, asegura un curador del Zócalo capitalino quien, con sahumerios de copal y por unos pesos, sana a personas que recurren a él.

No se trata de una historia de mexicanismo. Ni de los concheros, que cada día realizan bailes ceremoniales en la Plaza de la Constitución en el Distrito Federal. Hablamos de una especie de electrocardiograma de nuestro país que hizo el documentalista Eugenio Polgovsky en su cinta Mitote, que se exhibe en la segunda edición del Festival de Cine Riviera Maya, que se efectúa en Playa del Carmen, Cancún, Puerto Morelos y Tulúm.

El mitote es una danza sagrada en la que nuestros ancestros se ofrendaban ante un dios, ante la tierra… siempre en un contexto sacro. Ahora, la usamos coloquialmente para hablar de un caos, dice Polgovsky a La Jornada.

Rituales ancestrales y contemporáneos

En 2010, en el Zócalo confluyeron: la celebración del bicentenario de la Independencia, el centenario de la Revolución Mexicana, pero también el apoderamiento de la enajenante y comercial marejada del futbol, con el campeonato Mundial, así como la huelga de hambre que hicieron, como parte de un plantón en ese lugar, miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, ante la insensibilidad del gobierno federal que, sin más, liquidó esa empresa paraestatal, dejando en el desamparo a miles de trabajadores.

Polgovsky tomó su cámara y se lanzó intuitivamente a registrar esos hechos que denotan la organicidad que tienen los mexicanos por los rituales, ancestrales y contemporáneos.

La película hace la pregunta: qué es ser mexicano, pero también exhibe los rituales que ya no están hechos por nosotros mismos; esos nuevos ritos tan superficiales, fatuos y volubles. Lo que quería filmar era la memoria colectiva; dar un punto de vista de mi ciudad, de mi país, al que amo, pero que me duele. El bicentenario tenía que quedar marcado desde otra óptica; no la del gobierno en turno, que gastó millones en dar su visión, afirma el realizador, quien tiene en su haber fílmico dos documentos audiovisuales de valía: Trópico de cáncer y Los herederos.

Polgovsky grabó en el Zócalo durante los días del Mundial de futbol, en el que la diosa patrona del orbe: la Federación Internacional de Futbol Asociación, la cual organiza el certamen global del balompié. Pero también en el periodo de más encono político social de la lucha del SME, así como a los chamanes que en ese lugar curan por sólo unos pesos.

“La Plaza de la Constitución es el sitio en el que podemos hacer una radiografía sonora, visual y simbólica; es un coliseo. Ahí hay además una profundidad histórica en la que el Templo Mayor representa una expresión de memoria colectiva de un pueblo que no ha parado de sufrir. El interés –de lanzarme con la lente, dice– era hacer un diálogo entre nuestra historia documental en piedras y los rostros vivos que deambulan por ese sitio”.

Abunda: No hay lugar tan expresivo como ése y en aquel momento se conjuntaron los rituales de los chamanes, el futbol y un conflicto social. Es una expresión de desigualdad social dolorosa. Por eso me sentí arrastrado por ese torbellino de hechos. No sabía hacia dónde iba. Nunca preconcebí la historia. Fue el ímpetu de aventarme con la lente a vivir ese momento, así como de escarbar en la realidad cotidiana. Lo que me llevaba a ello era una intuición.

En opinión del realizador, en México las cosas siguen igual, y la fachada parece tener una trasformación, un maquillaje. Me duele mucho lo que pasa en nuestro país, pero me da gusto que quede documentado ese momento para ver todos esos vectores que confluyeron en ese epicentro nacional, en el que los símbolos dialogan unos con otros y en el que el cine permite esa comunicación.

Un punto de vista libre

Para hacer su documental, Polgovsky buscó fondos que nunca encontró. Bueno, admite que ninguna de sus cintas han tenido apoyos institucionales. Él termina financiándolos, por lo que todo es su punto de vista, libre.

Los distribuidores no recibirán este trabajo y si lo hacen lo mandarán a la esquina de toda esa maquinaria enajenante de televisión y cine. Sé que mi trabajo es marginal, pero creo que los elementos tecnológicos abren puertas, así como algunos foros. Para mí, el placer es ver nuestras historias, por lo que voy a seguir luchando por mostrarla, afirma.

De todos modos, queda sorprendido por su ciudad, por ese surrealismo, por esa potencia simbólica en la que nos representamos como identidad. Estamos hechos de ficciones llenas de violencia, en las que las culturas originales han sido dañadas por esa colonización. Vivimos mucha desigualdad social, un dolor brutal de racismo; en una sociedad de castas que no queremos ver. Vivimos en la filosofía del espot, de la ficción política. La esperanza está en hacernos todos una limpia, una sanación, una catarsis colectiva. Necesitamos alguien que cure a este pueblo y en la Plaza de la Constitución eso hace el chamán de nuestra historia.