La vida sin memoria parece dulce...
F
ilmar los recuerdos es una forma de reparación del olvido.
A partir de material de filmaciones caseras hechas entre 1930 y 1970 y encontradas en Zacatecas, el realizador Iván Ávila Dueñas (La sangre iluminada, 2007), construye una pequeña red de ficciones posibles donde el azar y la coincidencia juegan un papel preponderante. Un trabajo de intervención de imágenes.
Tres personajes adultos ligados entre sí por el parecido físico y la pasión de capturar y conservar imágenes de la vida cotidiana, crean un inventario de impresiones fílmicas en formatos de 9.5 y 8 mm, sobre el mundo que les rodea en el pueblo zacatecano de Sombrerete. Un fenómeno formidable, un eclipse solar, trastorna la razón de uno de ellos en la infancia. Descubriremos luego que la madre que lo protege celosamente padece desvaríos similares. El niño crece, se vuelve sacerdote, e instalado ya en la Ciudad de México, es víctima de una obsesión pasional por un joven discípulo. Paralelamente, se narra la historia del otro hombre, un constructor, padre de familia, y la de un ingeniero de minas. Lo que une a los personajes es una filiación incierta, pero sobre todo el gusto por las filmaciones caseras y el propósito, declarado o no, de colocar con ellas un dique al olvido.
A las imágenes, algunas en blanco y negro, otras en color, las acompañan leyendas con reflexiones sobre la historia secreta detrás de ellas y el poder de la memoria, tomadas de textos autobiográficos del doctor Arnoldo Kraus, y frases del cineasta francés Chris Marker, del poeta inglés Walter de la Mare y del propio Ávila Dueñas. La propuesta es intrigante: ¿Cuál es el tejido de anécdotas e historias truncas, misterios familiares, desencuentros afectivos, pasiones compartidas, reconocidas unas, ignoradas otras, que esconden las filmaciones caseras resguardadas por generaciones? La primera clave del trabajo está en Zacateco (2010), documental del director que sirve de punto de partida a una empresa mayor de edición y digitalización artesanal de las filmaciones recopiladas. A esto sigue un laborioso esfuerzo por manejar de la mejor forma posible los formatos primitivos con apoyos institucionales, en particular con el laboratorio digital de la Cineteca Nacional. La musicalización de Onix, grupo mexicano de música de cámara, completa de manera notable esta labor de equipo. Un rescate indispensable, de primerísima calidad.
Se exhibe esta semana en las salas 7, 8 y 9 de la Cineteca Nacional.