Programas sociales: orden o control político
Desarme
de tribus perredistas
a medida que impuso el Gobierno del Distrito Federal para recortar más de 200 programas de servicio social parece, a todas luces, una forma de ordenar un mercado de beneficios y control político en el que convirtió el sistema de ayuda a los más necesitados, que implementaron los gobiernos, tanto el central como los delegacionales, e incluso los diputados locales y federales para su beneficio, cuando menos electoral.
Frente a los requerimientos de una buena parte de los habitantes del DF cualquier beneficio es bienvenido, pero las consecuencias de ese trabajo apuntaban ya hacia la construcción de un barril sin fondo, que por un lado impedía la inversión en obras de beneficio colectivo, y por otro ataba a los beneficiarios a los condicionamientos que imponían o que imponen los jefes tribales del PRD.
El hilo negro ya se había descubierto, por eso se institucionalizaron algunos de esos programas. El de auxilio a las personas de las tercera edad es hoy un derecho establecido en la ley, y aunque en algunas demarcaciones se replicó incluso disminuyendo el tope de edad que se requiere por ley, ahora no será tan fácil copiarlo.
Esa era la forma, y ya se sabía, de restarle posibilidades de control a las tribus amarillas, pero el asunto requería de una decisión de fuerza, a cuyas consecuencias nadie se quería enfrentar, pero poner orden era más que necesario. La competencia por quién da más, era una forma hasta burda de suplir el oficio político por el mercadeo de la necesidad y el hambre. ¿Para qué hacer conciencia, para qué crear cuadros políticos que busquen seguidores de una causa, si se tienen las despensas, los dineros, los programas, a veces hasta absurdos, que se instrumentan desde los campamentos tribales?
Hasta hace unos días, en el DF se instrumentaban 400 programas sociales; quedan menos de la mitad, ¿todos los demás estaban de sobra? Ya se nos dijo que los programas básicamente serán los mismos, pero que se evitarán las duplicidades, ahí la reducción, y que serán ejercidos por la Secretaría de Desarrollo Social del DF. Lo deseable sería que no se deje en el desamparo a ninguno de los que ahora, por la razón que sea –la pobreza sería la primera– queden sin ayuda gubernamental.
Si este reacomodo de los servicios sociales es para impedir que las tribus perredistas –la de Bejarano es la que tiene la mano– sigan medrando con las necesidades de la población, magnífico, si por el contrario lo que se está haciendo es abrir una ventana al gobierno federal para que llene los huecos que se dejaron, el asunto es más que peligroso. Habría que recordar que la Secretaría de Desarrollo Social federal ya impuso a un policía como su representante en el DF, y que los dineros que maneja son descomunales.
Entonces, si la medida le quita a Bejarano, principalmente, la labor de gestión que ha sido su principal palanca para controlar al PRD y condicionar al gobierno, sin duda es una buena medida, y habla de que en la administración central se tomarán decisiones firmes que corten las aspiraciones de formar gobiernos paralelos por parte de las tribus, pero si esto no es más que una forma de dejar pasar al PRI, no nos la vamos a acabar.
De pasadita
Dos para cerrar.
Será que antes de pensar en el santo Niño de Atocha, y sus milagros, Ricardo Monreal debería hacer una muy buena investigación para quedar tranquilo, y que más adelante descubra que, como dice la conseja, en su caso: el mensajero fue el mensaje.
Y última: Fueron tantos los aplausos que recibió la policía federal por el desalojo de maestros en la Autopista del Sol, que más que pensar en cómo se puede reprimir sin consecuencias catastróficas, alguien tendría que reflexionar y advertir que tanto ruido mediático lo único que puede despertar –tal vez eso es lo que se quiere– es la sed de sangre contenida durante mucho tiempo. No cabe duda, ¡Ya llegó el PRI!