arecería que ahora, en efecto, podría iniciarse una nueva etapa de las relaciones en muy variados ámbitos entre China y México. Pienso que tal es el contenido fundamental del mensaje que ha querido quedar claro en el primer viaje de Enrique Peña Nieto como presidente de México a la República Popular de China, con primer contacto con Hong Kong, región administrativa especial de esa república, denominada así en 1997 cuando China asumió la plena soberanía de ese territorio tras ser colonia inglesa (salvo los años de la ocupación japonesa durante la última conflagración mundial) desde la guerra del opio y realizar acuerdos para una transición sui generis que se prolongará todavía varios años.
Hong Kong es uno de los centros financieros más importantes del mundo y un territorio con una extraordinaria densidad de población. Peña Nieto ha viajado con un conjunto de funcionarios y empresarios mexicanos que esperamos realicen su tarea ordenadamente para estimular un intercambio que puede ser comercial predominantemente, como hasta ahora, pero que puede y debería abarcar igualmente proyectos industriales y en el plano del desarrollo científico y tecnológico, lo cual profundizaría las relaciones entre México y China y las llevaría a un nivel que no se ha presentado jamás.
Naturalmente nunca ha sido fácil abrir prácticamente intercambios comerciales con nuevas regiones del mundo, y China no es la excepción.
El estudioso Enrique Dussel Peters, uno de los pocos especialistas mexicanos en cuestiones chinas, sobre todo económicas y políticas, quien es el coordinador del Centro de Estudios China-México en la Facultad de Economía de la UNAM, afirmó en una entrevista previa al viaje de Peña Nieto que “las cuestiones comerciales continúan presionando la agenda. (Y que) la última información comercial ofrecida por el Banco de México para 2012 refleja que la relación importaciones/exportaciones con China fue de 8.8, es decir, seguimos importando nueve unidades por una exportada. Esta insostenible relación con nuestro segundo socio comercial se ve empeorada por el hecho de que –único entre los principales 10 socios comerciales– las exportaciones mexicanas a China cayeron en 4.1 por ciento en 2012, mientras las importaciones provenientes de China aumentaron en 9 por ciento para alcanzar casi 57 mil millones de dólares. El tema es de la mayor relevancia, ya que refleja las dificultades para México en colocar sus productos en China –ya desde el año pasado, nuestro tercer mercado exportador en importancia– y masivas importaciones provenientes de China que han generado un creciente malestar y múltiples reacciones en sectores sociales y empresariales”.
En este orden de ideas, resulta particularmente interesante el estudio del propio Dussel Peters, con Rhys Jenkins, del Instituto Alemán de Desarrollo, en que se pasa revista a las relaciones entre China y América Latina y en que se subrayan las oportunidades y las ventajas de la apertura latinoamericana hacia China, y también sobre los innegables problemas que suscita esa relación, sobre todo cuando tiene como objetivo ser integral. (El documento, muy útil, puede ser consultado en Internet bajo el título China and Latin America, economic relations in the twenty-first century.)
Ahí se nos recuerda que desde finales de los años 70 el secretario general del Partido Comunista Chino, Deng Xiaoping, inició el proceso de apertura de la economía china alejándose abismalmente de los dogmas
que se habían establecido años atrás, principalmente por el jefe anterior del partido, Mao Tse Tung. La apertura de Deng llevó a China con bastante rapidez, y para asombro del mundo, a un rango tercero de la economía mundial, en términos de producto nacional, con tasas de crecimiento durante más de dos décadas que superaron 10 y 12 por ciento, y condujeron a muchos a afirmar que el siglo XXI sería el siglo asiático
. Mientras tal cosa ocurría en el continente asiático Latinoamérica, en más de una ocasión, seguía luchando contra las dictaduras impuestas por Estados Unidos en tiempos de la guerra fría, y su crecimiento, cuando tenía lugar, era enormemente dificultoso o incluso negativo (recordemos que muchos estudiosos, e incluso organismos internacionales, llamaron a los años ochenta la década perdida para América Latina
).
Muchos fueron los impactos del espectacular desarrollo chino en la economía mundial, pero uno de los más importantes es que se convirtió en poseedor de una gigantesca reserva de divisas internacionales que incluso le ha permitido adquirir grandes cantidades y valores del tesoro estadunidense, convirtiéndose en un factor altamente determinante de la economía estadounidense e internacional. En México, sin embargo, este poderío chino ha sido un factor relativamente disuasivo en las iniciativas para ampliar nuestras relaciones con China, porque en vez de tomarlo como un inmenso campo de oportunidades se le considera un peligro
para nuestra soberanía e independencia, lo cual es absurdo para un país que ha concentrado sus relaciones (económicas y políticas) con el gran vecino del norte.
Opino que para un país como México resulta imprescindible la diversificación de su política y economía exteriores, porque es la única manera de evitar la dependencia extrema e incluso el sojuzgamiento. Eliminada por lo pronto la alternativa europea, por la crisis de ese continente, o pensando que en este tiempo ha llegado a su límite, la posibilidad de China se ofrece casi obligatoriamente, por supuesto a través de acuerdos que no signifiquen la dependencia, sino que precisamente ofrezcan amplias oportunidades para un desarrollo mexicano, también tecnológico y científico, positivamente libre e independiente.
Recientemente se habló de que la mano de obra mexicana habría llegado a los niveles de buen precio de la mano de obra en el gran país de Asia. Tal cosa, sin duda, abre enormes y nuevas oportunidades para el intercambio comercial, pero también industrial, científico y tecnológico. Así lo esperamos.
Naturalmente debemos esperar a que se concreten los acuerdos firmados, y que demuestren en la práctica el carácter positivo de una relación con China que encontrará variedad de dificultades pero también promesas de desarrollo y prosperidad que resultan muy difíciles de encontrar en el mundo actual. De todos modos, anuncian potencialmente para México una diversificación que resulta tan urgente como necesaria.