En la zona de Hopelchén al menos hay otras tres cavernas sin explorar, informan
En las paredes al parecer hay pinturas rupestres con representaciones de seres humanos, animales y números, indica Delio Pantí
Se dicen dispuestos a ser guías de los expertos del instituto
Sábado 30 de marzo de 2013, p. 5
San Antonio Yaxché Palomeque, Hopelchén, Camp.
En lo más profundo de la gruta de Uachabi, entre las paredes que destilan humedad y cuyo piso es resbaloso por el estiércol de miles de murciélagos, los pobladores de esta comunidad resguardan, como un tesoro, las paredes de las cavernas donde encontraron lo que parecen ser pinturas rupestres, con representaciones de animales, seres humanos y aparentemente números.
No obstante que han pedido al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que investigue y dictamine, lo único que lograron fue que un grupo de espeleólogos ingresara a la gruta de aproximadamente 20 metros de profundidad para tomar algunas fotografías y regresar a la ciudad de México, sin que hasta el momento hayan dado a conocer los resultados de esa visita.
Restos de vasijas y piedras labradas
Delio Pantí, junto con un grupo de jóvenes de esta comunidad, ubicada en la junta municipal de Bolonchén, municipio de Hopelchén, fungió como guía para visitar esta impresionante gruta, para lo cual tuvieron que abrir brecha, machete en mano, a lo largo de unos tres kilómetros selva adentro.
Pantí narró que en la zona hay al menos otras tres grutas sin explorar, dentro de las cuales han encontrado restos de vasijas y piedras labradas.
La gruta más famosa de esta región es la de Xtacumbilxunaan (Mujer escondida), en la que desde hace alrededor de seis años se instaló un sistema de luz y sonido. Las otras no tienen ni siquiera camino de acceso.
Para ingresar a la gruta de Uachabi (o Uachabé, como le dicen algunos, sin que sepan exactamente qué significa la palabra) hace falta ingenio y mucha fuerza. Los lugareños utilizan las raíces de los enormes árboles que crecieron en la superficie de las cavernas, para descender con impresionante agilidad.
Con troncos de arbustos impregnados con diesel improvisan antorchas para iluminar la ruta, pues el exceso de humedad provoca que las baterías de las lámparas se agoten casi de inmediato. Para descender, los periodistas tuvimos que lanzar una cuerda de más de 20 metros de largo al fondo de la gruta.
Ya una vez abajo, la temperatura desciende de forma impresionante. Hay que caminar al menos 300 metros hacia adentro, para llegar a lo que parecen las primeras muestras del arte rupestre. El andar es lento, porque el piso es muy húmedo y abundan los desechos pastosos de los murciélagos, los cuales, hostiles, revolotean alrededor de los extraños.
“Sólo hemos podido detectar estas pinturas –narra Delio Pantí–, ya que necesitamos equipos especiales para avanzar. Creemos que más adentro hay otros dibujos, pero el tramo se hace cada vez más peligroso. El piso es más resbaloso, hay muchas cuevas y si damos un mal paso podríamos caer a los fosos.”
A la luz de las rústicas antorchas aparecen los cuadros de los pintores prehistóricos. Animales como venados, jaguares, iguanas y algunas aves, así como figuras de seres humanos amontonados al parecer sin orden, algunos de los cuales aparecen con cuatro brazos.
Queremos que el INAH investigue y rescate esta gruta para saber qué es lo que esconde en su interior
, reitera Delio Pantí, quien dice estar dispuesto, junto con sus compañeros, a guiar a los investigadores a esta y otras grutas que hay en la zona de los chenes, vocablo maya que significa pozo.