El INBA y la Fundación Japón en México rindieron homenaje a la violinista
Desde hace 50 años, la artista promueve el intercambio como docente y ejecutante
Lunes 25 de marzo de 2013, p. a10
La violinista Yuriko Kuronuma no encontraba cómo expresar su agradecimiento y emoción. Nunca imaginé tener un día tan feliz y conmovedor
, alcanzó a decir con voz entrecortada y una sonrisa pletórica, al tiempo que se llevaba la mano derecha al corazón, ofrendándolo, para luego hacer una ceremoniosa reverencia.
Fue así, entre estruendosos y prolongados aplausos del público, como concluyó el homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Fundación Japón en México rindió el sábado al anochecer a la intérprete y docente de origen nipón.
El motivo del festejo, efectuado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, cuyo aforo resultó insuficiente para la numerosa concurrencia, fue reconocer su medio siglo de fomentar los lazos de amistad entre aquella nación asiática y la nuestra, mediante la música.
A la manera en que ocurre en ámbitos más comerciales, como el del rock o el pop, el tributo a Yuriko Kuronuma reunió a diversos solistas y agrupaciones, algunos alumnos suyos o simplemente sus amigos, los cuales lograron confeccionar una emotiva gala musical de dos horas.
Antes de ello, tanto el embajador de Japón, Shuichiro Megata, como el presidente de la Fundación Japón en México, Masaru Susaki, reconocieron la trayectoria y la invaluable tarea realizada por la violinista para fomentar y estrechar los vínculos culturales y de amistad entre ambos países, desde que llegó para establecerse en México, en 1962.
Esa ha sido una labor que ha emprendido desde diversos frentes: tanto con su quehacer como solista y docente en la academia musical que fundó en 1980 hasta como promotora del intercambio de música y músicos entre mexicanos y japoneses.
Dichas facetas le han valido diversas distinciones, entre ellas en 1986 la Condecoración del Águila Azteca, otorgada por nuestro país, y la Condecoración del Sol Naciente, del emperador Akihito de Japón, en 2012.
En un breve discurso, Yuriko Kuronuma admitió que, al llegar a México, hace más de medio siglo, nunca imaginó que sería para establecerse aquí prácticamente para siempre, pero precisó que no le quedó otra opción, luego de la calidez con la que ha sido tratada desde entonces.
Rememoró cómo empezó a conocer a músicos nacionales, siendo el primero Rodolfo Halffter, luego fue al maestro Luis Sandi, gracias a quien debutó en octubre de 1962, con el pianista Miguel García Mora.
Después estuve muchos años con la maestra María Teresa Rodríguez, y luego, en 1968, debuté con la Sinfónica Nacional bajo la batuta del maestro Carlos Chávez, de quien más adelante toqué su concierto bajo la batuta de Eduardo Mata
, agregó.
Estas memorias me vienen; tengo 50 años de estar aquí, nunca me imaginé que me iba a quedar tantos años en México, precisamente porque he sido tan dichosa de estar rodeada de tan buena gente mexicana y sobre todo con excelentes músicos mexicanos que siempre me han dado cariño. Estoy muy conmovida de estar con ustedes.
Diversos géneros, repertorios y autores pudieron disfrutarse a lo largo de la velada.
Así, sonaron piezas para trío de violines y piano de Manuel M. Ponce, Dmitri Shostakovich y Pablo de Sarasate, a cargo de la propia maestra Kuronuma, de su alumno mexicano Adrián Justus y el pianista de origen polaco Józef Olechowski.
El ensamble de percusiones Tambuco dio cuenta de una divertida y rítmica pieza para una especie de güiros, ¿Sábe cómo e’?, mientras el sexteto vocal Voz en Punto hizo lo propio con tres piezas, entre ellas Bésame mucho, de Consuelito Velázquez, a petición de la homenajeada.
Dieciocho artistas en total fueron los que intervinieron en el variado programa, en el cual se presentó asimismo una serie de pasajes de la ópera Yuzuru (Crepúsculo de una grulla), del japonés Ikuma Dan, cuyo estreno en México tuvo lugar en 2005 en el festival Cervantino, con un elenco mexicano que la interpretó en su idioma original y que luego repitió la experiencia en escenarios de la tierra del sol naciente.
De ese reparto, intervino sólo la mezzo Encarnación Vázquez, quien estuvo acompañada por el tenor Ángel Ruz, el barítono Josúe Cerón y el bajo Daniel Cervantes, con James Demster al piano.