Domingo 24 de marzo de 2013, p. 20
Aunque nadie lo admite, México es un país profundamente racista
, donde la discriminación se ejerce de manera transversal, pues quienes se sienten marginados por algún sector con una posición socioeconómica más alta, marginan a su vez a quienes en teoría están por debajo de ellos, indicó Dora García, directora de la Cátedra Unesco sobre Ética y Derechos Humanos.
En este país nadie lo admite; sin embargo, en la práctica la gente es profundamente racista, y desgraciadamente parece que ocurre en círculos, porque los que discriminan a los indígenas o a otras personas por motivos de género, por homofobia o por ser pobres, se sienten discriminados por grupos más poderosos
, indicó la académica del Tecnológico de Monterrey, campus ciudad de México.
De acuerdo con la especialista, esta lógica se reproduce en todos los niveles y en todas las direcciones. “Muchas personas no alcanzan a comprender que se trata de una cuestión ética y entonces la lógica se repite: ‘como a mí me discriminan, yo discrimino a los otros’”.
Uno de los motivos por los cuales el racismo de los mexicanos ha sido un fenómeno invisibilizado
es porque forma parte de la cultura y de la violencia estructural que la gente asume como normal
, que impide tener plena conciencia sobre la gravedad del asunto.
Al no identificar ni combatir la exclusión y el racismo, enfatizó la académica, la injusticia social sigue profundizándose y los actos de violencia simbólica pueden derivar en violencia física real.
“En lo más hondo de las personas y de las instituciones, la violencia estructural –como la define Pierre Bourdieu– sigue presente, pero se puede manejar. Pero cuando el racismo empieza a manifestarse sin mayor reflexión, entonces es muy factible que la violencia se salga de control”, alertó.
Esta dinámica social tan arraigada, dijo García, sólo puede erradicarse mediante un proceso educativo, de humanización y de conciencia, que incluye al sistema escolar oficial del Estado, pero también a los medios informativos.