a buena noticia para quienes pensaban ir al Río de Janeiro al Mundial de 2014 es que no van a necesitar visa para Brasil. La buena noticia para todos es que poco a poco se van abriendo las puertas de México para los países de América Latina.
En la reunión de Celac, en Santiago de Chile, se acordó entre el presidente Peña Nieto y Dilma Rousseff superar los diferendos que en 2005 llevaron a ambos países a cerrar sus puertas y solicitar visa de entrada.
En el caso de México, las razones para exigir visa a los brasileños nunca fueron explícitas, pero se sabe que fue por presión de Estados Unidos, debido a asuntos migratorios. En efecto, se había generado un flujo de migrantes brasileños que llegaban a Cancún, con pretexto de ir a la playa de vacaciones y de ahí viajaban al DF y luego a Hermosillo. Ya en Sonora se iban a la frontera y un buen sistema de coyotes ya contratados y conocidos se encargaba de llevarlos a San Francisco o Boston, donde se concentra la mayor parte de la comunidad brasileña.
Las razones que se adujeron en aquellos años de la administración de Vicente Fox fueron que llegaban unos 100 mil brasileños al año y sólo regresaban cerca de 20 mil. Los demás, se suponía, se habían ido al norte y cruzado la frontera. Es decir, el problema no era nuestro; era del vecino, que presionó para que México sirviera de filtro o barrera a la migración sudamericana.
Como respuesta, Brasil recurrió al procedimiento normal de reciprocidad que este país aplica a todos aquellos que solicitan visa a sus ciudadanos: pedir este documento. Recordemos que los brasileños solicitan la misma medicina a los turistas estadunidenses, a quienes se les exige que impriman sus huellas dactilares y se les fotografía.
En efecto, la migración brasileña hacia Estados Unidos creció de manera muy relevante en los tiempos recientes. En la década de los 80 emigraron 41 mil personas, en la de los 90 lo hicieron 110 mil y entre 2000 y 2007 se estima la llegada de 166 mil migrantes. Son cifras pequeñas si se comparan con otros países, en especial cuando se trata de uno de 200 millones de habitantes, pero podían eventualmente convertirse en un flujo relevante en el futuro.
Algo similar sucedía con peruanos y colombianos, quienes también tienen un flujo tradicional que se dirige hacia Estados Unidos y a quienes se les exigía visa. En este caso la razón para quitar el requisito fue la firma del acuerdo de países de la Alianza del Pacífico, donde participan México, Colombia, Perú y Chile. Este acuerdo se concretó en la etapa final del sexenio de Calderón, en noviembre de 2012, y se adujeron razones comerciales y de integración regional.
En el caso de Brasil se trata de un acuerdo en la cúpula, entre presidentes, que facilitan el tránsito entre ambos países. Todavía es un poco prematuro como para afirmar que México lleva a cabo una nueva política de acercamiento y buenas relaciones con los países de América Latina, relaciones que quedaron maltrechas durante los gobiernos panistas; pero todo plan de cooperación y vinculación regional empieza por abrir la puerta y recibir sin trabas y requisitos a los ciudadanos de las naciones involucradas.
La inmigración es un claro signo de desarrollo, de aprecio por un país que ofrece oportunidades y que requiere de mano de obra, tanto profesional como no calificada. Dos factores demográficos permiten pensar en serio en esta posibilidad para México en un futuro próximo. Por una parte, está muy avanzado el proceso de transición demográfica que llevaría a una situación de equilibro poblacional entre nacimientos y defunciones; nuevamente habrá que superar los 12 años de abstinencia panista en cuanto a políticas de salud reproductiva. Por otra, México ya entró de lleno en un proceso de envejecimiento de la población, en el cual de manera creciente y sistemática un sector de la población pasa al retiro. Cuando estos dos factores se agudizan el país requiere de la inmigración para poder impulsar el proceso de desarrollo y de crecimiento económico.
Se supone que México es un país atractivo en el campo internacional, pero hasta ahora los números no confirman esta hipótesis. El saldo migratorio entre emigración e immigración es muy deproporcionado y desiquilibrado.
En América Latina, tanto la CAN (Comunidad Andina de Naciones) como el Mercosur han diseñado una estrategia de libre circulación como eje fundamental del desarrollo regional. Ahora, cualquier sudamericano que viaje a un país de la región puede obtener con facilidad y en poco tiempo la residencia y con este documento tiene derecho a trabajar. Se acabó con el mito de las cuotas y los controles en el mercado de trabajo. Hay países de la región que tienen necesidad de mano de obra y de población, como Chile, Uruguay y Argentina, y otros que pueden proporcionarla. El balance se logra en el propio mercado de trabajo que selecciona y emplea de acuerdo con sus intereses y necesidades.
La aperturta comercial lleva hacia la integración de los mercados de trabajo, pero esta perspectiva es imposible de pensar para el caso de México, en donde estamos comprometidos por el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
De ahí la pertinencia y la necesidad de abrirse hacia América Latina, que es un mercado emergente y en nada comparable con el norteamericano, pero que estratégicamente puede convertirse en un leve contrapeso a la fuerte influencia de Estados Unidos.
En los momentos actuales, en que la frontera con Estados Unidos está prácticamente sellada y cuando el país vecino optó por la construcción de un muro y la militarización de la frontera, ya no tiene sentido operar como filtro para detener la migración que se dirige al norte.