Su casa siempre estaba llena de compañeros, de amigos. Había comúnmente un asador lleno de carne, chorizo o morcillas, dice Carlos Fazio acerca de su compatriota José Amorós, conocido como El Cholo, un gran amigo, quien falleció la noche del viernes a la edad de 62 años.

Amorós, integrante del colectivo Gastrónomos Unidos por la Libertad y el Arte (Gula), agrupación que aglutina a cocineros comprometidos con lo social y la promoción del arte, era un referente de la colonia uruguaya en México, asegura Carlos Fazio.

Era una persona con gran don de gentes, gran humanidad. Un hombre que en más de tres décadas apoyó a todos los hermanos latinoamericanos exiliados. Siempre tendió la mano a quien lo requería, por eso era muy conocido, abunda Fazio, colaborador de La Jornada.

Amorós llegó a México en 1976. Por su compromiso social, en su país estuvo preso por militar en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), hasta su exilio en México, donde continuó con su activismo en favor de los presos políticos de su país.

Antes de que aflorara su vena culinaria, se desempeñó en el medio editorial; llegó a ser subgerente de Planeta, trinchera desde la cual apoyó a amigos sudamericanos.

Parte de Gula, en la que compartió con otros encantadores locos gastrónomos su afinidad politica y su amistad, puso por un tiempo en Tepoztlán, Morelos, el restaurante El candombre de los feos, junto con Jorge Gebelin. También era participante entusiasta de las Comidas de la izquierda mexicana.

Compartía nuestros vicios: brillar, comer y chupar, o en otro orden: chupar, comer y brillar, comenta el argentino Oswaldo Caldú, también integrante de Gula. Fue un golpe duro, porque era joven. Se había deteriorado rápido, con una enfermedad respiratoria, agregó Caldú.