a historia del conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) es contraria a la campaña de desprestigio promovida desde distintos medios de comunicación que señalan que hay tres causas que lo originan: un intento de control político externo por grupos de izquierda, la resistencia a transitar hacia un modelo académico de calidad y el hecho de que el gobierno de la ciudad, violando la autonomía universitaria
, haya reconocido el rectorado interino del doctor Enrique Dussel.
La UACM nace hace 11 años, sustentada en un modelo académico alternativo. Se plantea un enfoque diferente a la escuela tradicional, con la intención de responder a un estudiantado injustamente excluido; centra la labor educativa en el aprendizaje, más que en la simple obtención de calificaciones aprobatorias. Es falso que se omitieran sistemas de evaluación o certificación, si bien, éstos buscan ajustarse a las características del modelo que intenta propiciar la autonomía del propio estudiante y el acompañamiento de su formación. Como todo en la vida, las intenciones y las realidades suelen no encontrarse del todo; por ello, la crítica y la revisión de estos modelos deben ser constantes, sobre todo porque transitan a contracorriente de comportamientos tradicionales sustentados, por ejemplo, en las clásicas tareas y exámenes.
Concluida la administración del primer rector y fundador, ingeniero Manuel Pérez Rocha, en agosto de 2010, arribó a este cargo la doctora Esther Orozco, científica de prestigio innegable, quien, acompañada del segundo Consejo Universitario, inició su gestión con apoyo sobresaliente del orden de 80 por ciento de dichos consejeros. Más allá de alguna oposición, su llegada generó la esperanza de lograr consolidar la vida institucional de la universidad y dar cauce a propuestas diversas de cambio; sin embargo, muy pronto se hizo evidente una notoria incapacidad para concertar de manera prudente y tolerante el proceso de construcción que requería la UACM. La expectativa inicial se fue cancelando en la medida en que su administración otorgaba excesiva prioridad a promover descalificaciones al rector Pérez Rocha y a lograr el reconocimiento externo sobre la base de denostar los avances logrados; quizá la crítica más dura se centra en el constante enfrentamiento con todos aquellos que no se plegaron de manera subordinada a su posición y a la utilización de medios de presión mediante el despido y sanciones por conducto de la contraloría interna.
La rectora poco a poco fue perdiendo sus apoyos originales, al incurrir en errores que la enfrentaban sin sentido a sectores que no eran sus contrarios pero que su administración trataba como tales; uno de ellos fue la organización gremial que desde su nacimiento tuvo un comportamiento institucional centrado en sus tareas sustantivas. Absurdamente la rectoría le declaró la guerra buscando, entre otros medios, promover disidencias en su seno y privarlo de su patrimonio.
La administración de Orozco, confiada en el apoyo gubernamental, incurrió en otro yerro: promover un cambio en la Ley Orgánica de la Universidad, por conducto de la Asamblea Legislativa, pretendiendo que le otorgara facultades para contratar personal de confianza sin límites y otros renglones que no habían sido previamente consensuados, incluida su posible relección. Una rápida reacción de la comunidad universitaria inhibió este intento.
A esta suma de errores se acumuló uno más. Con objeto de lograr apoyos externos y crecientemente enfrentada en lo interno, la rectora optó por denunciar, sin matices, el modelo educativo de la UACM, calificándolo de fraude educativo, sin reconocer los claroscuros del proceso y sus avances, por ejemplo, la existencia de personal académico de calidad, abiertamente comprometido con el proyecto y los logros de la propia experiencia educativa.
Al llegar la elección del tercer Consejo Universitario, en mayo del 2012, se encontraba la administración orozquista muy enfrentada con la comunidad universitaria. Así, el apoyo de 80 por ciento de los consejeros bajó a 35 por ciento; de los 55 registrados, 33 formaban parte de la corriente crítica a su gestión. Ante esta situación, se generó el conflicto electoral. El consejo encargado de la elección no reconoció el triunfo de nueve planillas ganadoras y se otorgó la victoria a otras que habían obtenido terceros y cuartos lugares; todo para no perder el control de la mayoría. Los absurdos argumentos para anular a los críticos explican por qué, meses después, la comisión conciliadora, integrada por el gobierno de la ciudad, la comisión local de Derechos Humanos y la Asamblea Legislativa, ratificó una composición mayoritaria en favor de la corriente crítica.
En la etapa final, la administración orozquista se inclinó nuevamente por desconocer los acuerdos que había suscrito con la Comisión Tripartita de Conciliación. Declarada en franca rebeldía, ordenó suspender en sus funciones a diversos integrantes del Consejo Universitario, privándolos incluso del pago de sus salarios e iniciándoles colectivamente procedimientos de despido. El gobierno local no tuvo más alternativa que reconocer la legalidad del Consejo Universitario, integrado por la mayoría, conforme a las normas vigentes en la institución. Fue este Consejo y no el Gobierno del Distrito Federal el que designó rector al doctor Enrique Dussel, quien, con prudencia y decisión, ha logrado en pocos días rencauzar la vida institucional con un tono conciliador, hasta que esta casa de estudios retome su camino.
La UACM es una institución de gran valor, con una rica dinámica interna, con posibilidades inmensas para responder a las necesidades de nuestra ciudad, perfectible, sin duda, y obviamente sujeta a una mejora constante, producto de la evaluación externa e interna. Cumplir con su misión y demostrar la calidad de su servicio será la mejor manera de neutralizar las injurias recibidas. Por el orgullo de sus estudiantes, maestros y trabajadores.