El músico falleció a los 94 años en Estocolmo, donde vivió en el anonimato desde 1960
Su vida musical revivió en tres ocasiones: en 1994, cuando grabó con Paquito D’Rivera; en 2000, cuando Fernando Trueba filmó Calle 54, y al colaborar en Lágrimas negras, con Diego, El Cigala, quien al saber del deceso expresó: Quería que se le recordara bailando
Sábado 23 de marzo de 2013, p. 6
Madrid/La Habana, 22 de marzo.
Vivió al menos tres vidas, todas marcadas por la música y las teclas de un piano que ligaron su nombre para siempre a los años dorados de la música cubana y el jazz latino.
La historia de Bebo Valdés comenzó en su Cuba natal, en los años de ebullición del jazz habanero. Después, tras vivir durante décadas en el anonimato, en un exilio en Suecia, país de sus últimos días en una España en la que le llegaron los éxitos y el reconocimiento mundial a raíz de la película Calle 54 (2000), homenaje a destacados artistas del jazz latino, del cineasta Fernando Trueba.
Original de Quivicán
Nacido el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, a menos de una hora de La Habana, Ramón Emilio Valdéz Amar, Bebo, cultivó desde muy temprano su pasión por la música.
Su formación en el piano la empezó en su pueblo natal, antes de trasladarse a La Habana, en 1936.
Apodado cariñosamente el Caballón, por su gran estatura, el arreglista y pianista forjó su carrera en los clubes de La Habana en los años 40, en la época en la que el bebop arrasaba en Estados Unidos y empezaba a mezclarse con los sonidos latinos en la isla.
En los clubes y calles de la capital cubana se hicieron famosas entonces las descargas o jam sessions conjuntas de músicos habaneros y visitantes llegados del norte.
Entre 1947 y 1958, Bebo trabajó en el célebre cabaret Tropicana, en la orquesta de Armando Romeu.
En el club compartió escenario con grandes, entre ellos Nat King Cole, con quien llegó a grabar algún tema, y Benny Moré. Después formó su propia big band: Sabor de Cuba.
En 1960 abandonó la isla durante una gira, en los primeros tiempos de la aún joven Revolución cubana. Ese mismo año recaló en Estocolmo, donde conoció a su esposa Rose Marie.
A Bebo Valdés le gustaba contar que pasaron su luna de miel en Madrid, en un hotel de cuyo nombre sólo recordaba que comenzaba con M
.
En los últimos tiempos, la memoria ya le fallaba a Bebo: el Alzheimer iba haciendo mella en él.
Vivió en el anonimato en la capital sueca. Tocaba el piano en un hotel, hasta que Paquito D’Rivera le propuso grabar Bebo rides again, disco que vio la luz en 1994.
Su redescubrimiento, con el que comenzó su tercera vida, corrió a cargo de Fernando Trueba con Calle 54, en el año 2000. A partir de ahí, las colaboraciones entre ambos fueron frecuentes. El director español dedicó a Bebo el documental de animación Chico & Rita, homenaje a La Habana del jazz de los años 40, dirigido junto con el diseñador Javier Mariscal. La banda sonora corrió a cargo del músico cubano. El trabajo con Fernando Trueba significó también el rencuentro musical con su hijo Chucho, otro grande de la música cubana.
Lágrimas negras, el trabajo con Diego El Cigala, que se publicó en 2003, resultó en disco de platino, y uno de los más exitosos de la carrera del pianista, a lo largo de la cual ganó siete premios Grammy, entre múltiples galardones.
Se ha ido con la calidad de genio que le caracterizaba
, dijo El Cigala tras conocer la muerte de Bebo. Es una pérdida irreparable
, lamentó el artista español, quien recordó que el pianista le había pedido que no llorara cuando muriera. Quería que se le recordara bailando
.
En 2009 grabó con su hijo Chucho Valdés, otro pianista grande, Juntos para siempre, el primer disco completo de ambos en común, que le valió el Grammy Latino por mejor álbum de jazz.
Le debo a Bebo todo lo que sé de música
, manifestó Chucho en 2008, cuando ya tocaba en el escenario al lado de Bebo, convertidos ambos en dos leyendas del jazz latino. Padre e hijo habían estado distanciado durante décadas.
Artistas de la talla de Celia Cruz o Celeste Mendoza no serían nadie si no hubiera sido por los arreglos de Valdés
, aseguró el productor cubano-libanés Nat Chediak, amigo de Bebo, cuando el pianista celebró sus 90 años con un concierto junto a Chucho, en La Casa de América, en Madrid.
Murió a los 94 años. Bebo pasó el otoño de su vida en la localidad malagueña de Benálmadena, en un sur español donde el clima no resulta tan hostil para un cubano, como sí lo es el norte europeo. Su familia lo había trasladado hacía pocas semanas a Estocolmo.