Sábado 23 de marzo de 2013, p. a16
La música, la práctica budista y la dieta macrobiótica ayudaron, según lo cuenta ella misma, al renacimiento en vida de una de las más grandes cantantes en la actualidad: Melody Gardot.
Esta belleza rubia fue masacrada por el conductor de un jeep que se pasó el alto en un crucero de la ciudad de Filadelfia, en noviembre de 2003; la bicicleta que conducía Melody se desvaneció en la nieve sobre el pavimento y la pelvis de la joven de 18 años quedó partida en dos.
Traumatismo craneal, espina dorsal muy dañada, más de un año y medio en un hospital. Prácticamente vegetaba
, recuerda Melody.
Uno de sus médicos abrió el camino: si la jovencita había estudiado durante años piano, tocaba a Rachmaninov y Chopin, la música podría ayudar a su recuperación física.
Impedida de sentarse frente a un piano, en la cama aplicó sus conocimientos musicales a través de una guitarra y desde entonces se hace acompañar de bellas libretas y cuadernos donde anota todo.
The Bedroom Suites fue su primera obra terminada, aunque ningún editor se ha atrevido a publicarla porque la considera como un asunto muy privado
; una estación de radio de Filadelfia fue la única emisora que dio a conocer este material mediante el cual Melody logró reconectar las zonas del cerebro que habían quedado aisladas por causa del accidente.
Hoy, 10 años después de esa cuasi-muerte, prepara un proyecto para aplicar en hospitales sesiones especiales de musicoterapia, para el manejo del dolor físico y la recuperación cerebral, como ocurrió en su caso. De hecho, tuvo que re-aprender a caminar.
Como secuelas, padece hyperacusis/tinnitus, por lo que tiene que usar tapones de oídos para deportistas; hipersensibilidad a la luz, por lo que tiene que usar, aun en interiores, lentes oscuros. Y un coqueto bastón para mantener el equilibrio. De hecho, en su manera de vestir celebra la recuperación de su cuerpo: zapatillas exquisitas, joyería llamativa pero sencilla, labial rojo, peinados y tocados diferentes. Y ahora en su nuevo disco, The Abscence, su cuerpo semidesnudo, como antaño en su primeros videos aparecía en una bañera rodeada de caballeros danzantes en cortejo.
En su recuperación fue igualmente determinante, junto a la música, el camino budista; sus decretos de desapego, impermanencia, amor incondicional y otros preceptos budistas los practica de manera natural. Se declara ciudadana del mundo
y viaja 11 meses al año y lo hace solamente con dos maletas, pues a diario se desprende de sus pertenencias y posesiones. De hecho, su hermoso gato, a quien bellamente llama Maestro, lo donó a la asistente de su madre, a quien hizo por cierto muy feliz con tal encomienda.
El regalo que nos otorga a todos los demás es su alma, vertida en su hermosa voz, su manera tan tierna/profunda/luminosa de frasear, de decir poesía sencilla. Sus conciertos en vivo son verdaderas fiestas donde ella improvisa, se mezcla entre el público y pone a todos a bailar, aunque su vulnerable condición física la obliga a hacer descansos para recibir oxígeno a través de una mascarilla.
El Disquero es ferviente admirador de Melody Gardot, hermana en el dharma, y ha reseñado sus grabaciones anteriores y festeja con algarabía y contento el nuevo disco de esta rubia hermosa en cuerpo y alma: The Absence, bello de título, bello de contenido, donde expande su condición de ciudadana del mundo, luce la belleza de su canto y nos hace regocijarnos en sus muchos méritos.
¡Gracias por el ejemplo, gracias por la música, gracias por todo, hermosa Melody Gardot! Namasté.