Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La voz humana
J

ean Cocteau es un dramaturgo bastante conocido en México, desde que en 1928 el Teatro Ulises escenificó Orfeo y luego de algunos montajes, entre los que podemos contar, entre otros igualmente importantes, a Los padres terribles en 1940 y en 1954, Los caballeros de la Tabla redonda en 1962, Los novios de la torre Eiffel, y tras un lapso en que no asistimos a una obra suya, pudimos ver en 2002 El águila de dos cabezas, dirigida por el español José Luis Moreno con la atractiva presencia de Ofelia Medina. Ahora Antonio Castro adaptó y dirige el unipersonal La voz humana, montaje no muy afortunado a pesar de contar con actuación rica en matices de la estupenda Karina Gidi. En general, las adaptaciones de textos de las primeras décadas del siglo pasado a época actual distorsionan los acontecimientos y no rinden las características de los personajes, máxime si, como aquí, son únicos en el escenario. Yo me pregunto la razón de que una obra de 1931 no se pueda representar según su época y ha de adaptarse al siglo que apenas comienza.

Presento mis razones para opinar como lo hago. Está en primer lugar el ambiguo final, en que La Mujer enreda el cable del teléfono por el que ha estado hablando a su cuello antes de desplomarse sobre la cama, lo que hace sospechar que se ahorcará con él y esa imagen nos persigue cuando se piensa en esta obra: si no existe cable por tratarse de un celular, ya que la adaptación varía por muchas décadas, la movilidad de la actriz es mucho mayor, pero el final ha de ser otro. Suicidio, desde luego, pero yo creo que la salida no puede ser la que Castro eligió, con La Mujer arrancando una puerta para caminar hacia ¿el Más Allá de alguna religión que ignoro?, ¿algún círculo del Infierno de Dante?, ¿alguna clase de Averno en que se hunde? Si el adaptador requiere –el texto se lo está pidiendo– que la protagonista se suicide, las consabidas pastillas que ya intentó o algún otro método cualquiera para morirse sin estruendos, pueden dar resultado. El elegido en este montaje es inconsistente y pueril.

Otra razón es más subjetiva y se apoya solamente en el conocimiento de algunas de mis congéneres. La Mujer es una rica ociosa que va a la modista, almuerza con su amiga Marta, espera a su amante; a lo mejor lee un libro de moda o asiste a alguna exposición, lo que en los años 30 del siglo XX podía centrar la actividad diaria de alguna señora sin deberes domésticos o de trabajo, pero es incómodo en nuestros días. Una señora rica, sin marido o hijos ni mayor parentela que cuidar, es decir, sola de toda soledad, en estos tiempos buscaría algo de qué ocuparse, una causa cualquiera, el aprendizaje de algo exótico. Me imagino, porque todas las mujeres que conozco, afortunadamente son productivas, pero creo que imagino bien porque el mismo devenir de la feminidad nos lleva por ese camino.

En una enorme recámara sin señas de la personalidad de quien la habita, con clásicos muebles en tonos marfileños, un tocador con falso espejo y unos burós con lámparas (que parpadeaban de manera molesta en el estreno y que espero hayan sido corregidos) debido todo, incluso el vestuario, a Ingrid SAC, de modesta trayectoria –aunque el vestuario es bueno y proyecta las imágenes de abandono y de esplendor de la mujer–, el director mueve a Karina Gidi por todo el espacio, a pesar de que existe otro elemento que se puede calificar de error en el trazo. La recámara tiene dos puertas, la que es usada para el final y otra lateral que permanece abierta sin que el público no vea lo que hay adentro. En muchos momentos la actriz camina hacia esa puerta y se toma de la hoja, pero se regresa a la habitación, lo que puede hacer suponer que adentro hay algo más que el vestidor de donde saldrá posteriormente la protagonista sin la arrugada bata de casa usada hasta el momento y con un lujoso vestido negro de fiesta y un no menos vistoso abrigo de brocado, peinándose y maquillándose en el camino antes de arrancar la otra puerta y caminar hacia el Averno. El diseño de sonido es de Miguel Hernández, la producción es de Ink Teatro y Co-productions con el estímulo fiscal del artículo 226 Bis de la LISR; EFITEATRO.