Opinión
Ver día anteriorMartes 19 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Crítica: dos propuestas válidas
A

raíz de atestiguar una conversación entre dos personas que no sólo resultan afines, sino que han colaborado con seriedad y compromiso en varias ocasiones, me percaté de que puede resultar sumamente difícil la coincidencia en intenciones, con todo y la óptima disposición depositada en un diálogo que tuvo como finalidad el inicio de la elaboración de un proyecto.

Dicho proyecto de momento está referido a un posible simposio sobre crítica de arte, que sería auspiciado por el fundador y director del Taller de Arte Contemporáneo (Taco), con sede en Talpan, dirigido por Sergio Ricaño, artista, promotor y profesor egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), quien tiene la idea de revisar las diversas corrientes sobre crítica de arte fuera de ámbitos oficiales, no porque los menosprecie, sino con el objetivo de hacer ver que existen instancias independientes capaces de proponer, si no soluciones, sí al menos diferentes visiones acerca de determinados fenómenos.

La contraparte correspondió a uno de los pintores y teóricos más estimados por un público artístico consistente, fuera y dentro del país y como maestro por el alumnado en el ámbito de la propia ENAP de la Universidad Nacional Autónoma de México. Me refiero al pintor Francisco Castro Leñero, defensor a ultranza de la pintura a sabiendas de que este medio de expresión no goza actualmente de la primacía que por mucho tiempo mantuvo, tanto que artista y pintor incluyendo escultura, dibujo y grabado, eran términos casi sinónimos.

Ambas propuestas son válidas; la de Ricaño busca, si no una confrontación propositiva, al menos un discurso que facilite intercambiar opiniones a partir de intervenciones de personas que a través de enfoques varios, comparten su pertenencia a lo que ahora se denomina mundo artístico. La del maestro Francisco no pretende eso, sino ahondar en el significado de la pintura en sus diversas manifestaciones por quienes la practican y de quienes manifiestan interés en seguir ocupándose a fondo de lo que podría denominarse el ser de la pintura, que según Durero sería poner en una superficie bidimensional todo lo que pueda visualizarse, es decir, imaginarse, entenderse, geometrizarse, serializarse, gestualizarse, intuirse, etcétera.

No es que se trate de dos propuestas antitéticas, sino de que las personas susceptibles de ser convocadas a participar, en el primer caso por necesidad, deberían incluir participantes en campos no enaltecedores de la pintura, dado que sólo así podría establecerse el contrapunto indicado en lo que es o debiera ser la crítica de arte, un género que quiérase o no deriva de las letras, sin que se identifique con un género literario y que además ofrece múltiples entrecruces. En el segundo caso los procuradores y estudiosos acérrimos de la pintura, artistas y comentaristas por igual, serían quienes trabajaran sus proposiciones teniendo como eje la pintura y sólo la pintura, a efecto de que el simposio redunde en algo con mayor aliento de profundidad.

Desde mi punto de vista, la sobreabundancia de información, no sólo en los medios habituales, sino en las redes sociales puede favorecer el desconocimiento de la misma problemática que se pretende abordar en cualquiera de las dos versiones.

Por un lado, los intentos de ordenación de lo que es múltiple en un cuadro general, pudiera no traer consigo la comprensión de lo que se pretende aprehender (que no es lo mismo que aprender).

Si ambas propuestas, por ambicioso que parezca, llegaran a convertirse en una sola, lo que quizá valdría la pena ensayar en diferentes apartados son los modos de comportamiento –de presencia y ausencia– dentro de un ámbito artístico concreto, que involucra las escuelas y los centros de investigación sobre arte, aludiendo no sólo a la enseñanza fáctica de las artes en cuanto a oficio, sino también sus devenires, su posible vigencia u obsolescencia y desde luego lo que concierne a los museos en sus diversas secciones: de investigación, curaduría, museografía y promoción, mismas que involucran las inevitables mociones de selección que determinan aceptación o rechazo a veces de rubros muy amplios.

Antes, esas funciones en un porcentaje considerable recaían en el mundo oficial. Hoy día, incluso en el ambiente académico, no sucede así y no hay que sorprenderse de que ocurra de ese modo, dado el crecimiento de las poblaciones artísticas consecuente con el incremento de quienes se entrenan y preparan para insertarse en un medio, que por cierto no es para nada ajeno a las denominadas políticas culturales en un sentido general. Lo que puede alegarse es que todas las vertientes, en un momento dado pueden estar sujetas a discusión, siempre que haya quienes tengan la voluntad de perseguir la congruencia de las temáticas por encima de los intereses particulares y de los ejes de poder cultural.